Despedida

325 28 0
                                    

La familia se mantuvo en silencio curioso ante la presencia de la desconocida detrás de Maria.

Cyrus suspiró.

- Familia, a partir de ahora, a petición de Maria, su sobrina, Freda Mason, trabajará con nosotros bajo la supervisión de Maria este fin de semana y posteriormente de Beckham y el equipo.- introdujo Cyrus.

- ¿Un reemplazo?- cuestionó Ada.

- Podría decirse así.- afirmó Cyrus.

- Dijimos que sin reemplazos.- la gruesa voz del joven que llamaba la atención de Freda se impuso sin despegar su mirada violeta de la chica.

- Si Maria la trajo, imagino que está bien.- el otro chico más despreocupado ignoró al primero.

- Albert, Alphonse tiene razón, Maria dejará un vacío muy grande en nuestra casa, si ella recomienda a Freda, no estará de más su apoyo.- comentó Lynette a su hijo que mantenía un gesto de desaprobación.

Albert optó por no replicar y simplemente ignorar la bienvenida de la joven sirvienta.

- Entonces, ¿ahora Freda jugará con nosotras en lugar de Maria?, ¿y nos leerá cuentos?- preguntó Augusta emocionada.

- No seas tonta Augui, tal vez Freda no sabe leer.- señaló Agnes.

- Sé leer, si las Señoritas desean un cuento, puedo leerselos.- aseguró Freda con una delicada reverencia, Maria le lanzó una breve mirada asesina, de nuevo, la chica hablaba sin permiso.

Pero a los Ascort no pareció importarles, Agnes y Augusta saltaron de sus lugares alegres, no dudaron en pedir todo un listado de cuentos y novelas, Ada y Alphonse las escucharon con una amplia sonrisa, Lynette parecía tranquila con la presencia de la chica también, Cyrus tampoco parecía disgustado con la nueva energía que la chica parecía irradiar, por su parte, Albert se concentró en su cena, mkraba directamente a su plato, a su copa, e incluso desviaba la mirada a la chimenea, mas no volvió a posar sus ojos violetas sobre Freda, haciendo como si no estuviese ahí.

Solo fueron un par de días antes de la partida de Maria, Freda puso todo su esfuerzo en absorber todo conocimiento y demostrar sus habilidades, mandó una carta diaria a su madre para informar dónde y cómo estaba, Loulou estaba preocupada pero le alegraba leer que Freda estaba donde deseaba estar.

El lunes temprano Maria empacaba sus últimas pertenencias, Freda la observaba, ya en su uniforme, desde el marco de la puerta.

- ¿Está segura que no necesita ayuda?- preguntó Freda.

- No, no, no están pesadas, mejor preocupate por llegar a tiempo para el desayuno, la Señorita Agnes y la Señorita Adeline tienen un especialmente mal genio cuando no comen a su hora, un mal genio nivel Joven Albert en un buen día.- recordó Maria con cierta nostalgia en su voz.

Freda lo notó y se acercó a la mujer.

- ¿Está segura que quiere marcharse?- cuestionó Freda apoyando su mano sobre el hombro de Maria quien luchaba contra todo su ser para no mostrar su tristeza, Maria suspiró profundo y sujetó la mano de Freda.

- Nunca estaré segura del todo, pero sé que debo hacerlo, por mi bien, el de mi familia, incluso por el tuyo, este es ahora tu lugar.- confesó Maria con una pequeña sonrisa.

Freda amplió su sonrisa y no pudo resistirlo, rodeo a Maria en un fuerte abrazo.

- Gracias, sin usted no habría podido llegar hasta aquí, siempre estaré en deuda con usted, tía.- dijo Freda, Maria rió, tal vez no estaba equivocada con la chica, y era lo mejor que podía dejarle a los Ascort.

- Cuídalos, espero les tomes tanto cariño como yo.- se despidió Maria.

Freda acompañó a la mujer hacia la salida, los sirvientes ya esperaban, todos con una sonrisa y un abrazo para Maria, para su sorpresa, el Duque y su familia los alcanzaron en el último momento, Maria no pudo ocultar sus ojos húmedos despidiendo a los niños que había visto nacer, Ada, Agnes y Augui eran un mar de lágrimas, Freda los miraba de lejos, uno a uno, Maria los despidió, Freda sintió que el pecho le ardió cuando creyó haber visto una pequeña sonrisa en el duro gesto de Albert Ascort, sus ojos helados miraban a Maria con cierta dulzura, ahora entendía el pesar de Maria, ella los conocía más que nadie y por ello tenía un cariño especia a esa familia.

La mujer se subió a la carroza, Freda se preguntaba si un día la volvería a ver.

Durante varias semanas Freda siguió a prueba, no se le dejaban tareas complejas sin supervisión, tenía un día a la semana de descanso, ese día generalmente lo usaba para ir a casa y visitar a su madre, sin embargo, su descanso de esta semana lo usaría para ir a la casa de té de Celia.

Antes de irse, Freda ayudó un poco en la cocina, limpiaba algunos trastos cuando escuchó una discusión en voz baja entre Marie, Clara y Denny.

- Yo no lo haré.- repreochó Clara con los brazos cruzados.

- La última vez que yo fui me hizo tirar el té y luego me echó a gritos.- chilló Denny.

- Yo ya fui ayer, no es justo.- Marie continuó, las chicas seguían con su discusión sin llegar a nada, Freda no sabía de qué se trataba pero estaban comenzando a fastidiarla.

Dejó la franela con la que limpiaba y se acercó a las chicas con los puños en la cadera.

- Yo lo hago, lo que sea con tal de que dejen este sin sentido.- dijo Freda con determinación.

Las chicas la miraron con los ojos abiertos como platos.

- Freda...- comenzó Marie con cierta preocupación, pero Clara le interrumpió con un gesto pícaro.

- Sí, que la nueva lo haga, Denny, dale la charola a ella.- ordenó Clara, Denny obedeció sin dudarlo.

- ¿A dónde?- preguntó Freda.

- Segundo piso, a la izquierda, segunda puerta de la izquierda.- dijo Clara, Marie parecía querer decir algo mas no pudo, Clara se interponía en su camino y Freda ni siquiera la veía, la chica asintió y se marchó.

Clara y Denny rieron en voz baja en cuanto Freda se marchó.

- ¿Clara qué hiciste?- reprochó Marie molesta.

La chica se encogió de hombros, Clara era hermosa, rubia de porcelana, alta, en otra vida bien pudo ser una princesa.

- Que ella lidie con el Demonio Rojo, es la nueva, es lo justo.- dijo Clara sin darse cuenta de que Beckhan acababa de llegar y las alcanzó a escuchar.

- ¡Señorita Finnies!, ya le he dicho que no llame así al joven amo...- reprimió Beckham, las chicas bajaron la cabeza.

- Lo lamento Señor Beckham., se disculpó Clara.

- Además, ¿qué es eso de que ella "es la nueva, es lo justo"?- cuestionó Beckham, las chicas intercambiaron miradas culpables.

- Freda le está llevando hoy el té al joven amo.- confesó Marie.

- ¡¿ELLA QUÉ?!- exclamó Beckham aterrado.

Para entonces, Freda ya estaba en el segundo piso, frente a la segunda puerta a la izquierda, llamó a la puerta.

- Adelante.- escuchó al interior, la chica obedeció, se detuvo en seco al percatarse del pelirrojo que la miraba con frialdad.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora