Tiempo

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El tiempo cura todas las heridas, se repetían cada noche y cada mañana en la que ambos, tanto Al como Freda se percataban de la ausencia del otro.

Las horas podían pasar amenas y ocupadas, Al se dedicó a cumplir al pie de la letra las exigencias del Duque, cada vez más, Cyrus le delegaba labores de cabeza de familia, y sin falta, cada miércoles y cada viernes visitaba a Lady Charlotte Gastrell, al principio, la joven se ilusionó con el repentino interés del heredero, pero no tardó mucho en darse cuenta del vacío en las visitas del joven.

Desilusionada, aceptó la cordialidad y se convenció de que aquel era el mejor prospecto que tendría jamás, deseó un tiempo cortar esa relación, mejor cualquiera que uno que no le quería, pero ya sea por un buen corazón o por la mínima esperanza de que el chico se enamorara de ella, permitió que el cortejo siguiera, y para su sorpresa, el tiempo fue su aliado, las visitas y los paseos los volvieron más unidos, tanto, que esa chispa de esperanza en el corazón de Charlotte se avivó.

Las visitas comenzaron a ser por ambos lados, Charlotte empezó a fraternizar con el resto de los Ascort, con todos llevó una buena relación, aunque fue mayormente afín al segundo varón, Alphonse.

Todo parecía marchar viento en popa para la pareja, o eso parecía para ambas familias, pero la realidad llegaba al caer la noche, en las que Al se mantenía exhausto y nostálgico en su estudio, junto a Phonsi, quien no se atrevía a cuestionarlo pero ambos sabían las razones de esas noches en vela.

Por su parte, Freda puso gran empeño en sus clases para ser la nueva Señorita Kilkenny, conoció gente maravillosa, las personas en Saemforg eran completamente distintas a lo que conocía, le parecieron los vecinos más cálidos y amables que jamás conocería, cada cosa nueva que conocía en Saemforg  le asombraba, le reafirmaban su deseo de quedarse a vivir en esa hermosa ciudad, pero al final, su mente solo le recordaba, cuanto deseaba que sus ojos púrpura vieran las maravillas que ella veía.

Inconscientemente buscaba un triste rostro familiar en cada pelirrojo que cruzaba y su corazón dolía al darse cuenta de que no era él.

Por un tiempo, Laurie envió cartas a Freda, le contó todo lo que tuvo que pasar una vez que volvió a casa, los Shaw no estaban nada contentos con la noticia de que el Conde Kilkenny había regresado con una sobrina lejana a quien nombraba su Heredera, "una hija bastarda, de seguro", decían con desdén, pero se tranquilizaron al llegar a la conclusión de que aún tenían oportunidad si Laurie se casaba con la misteriosa heredera, de quien Laurie guardó el secreto de su verdadera identidad.

Freda conocía dichas intenciones de los Shaw, pero apreció la honestidad y lealtad de Laurie que no le negó la amistad que ya habían formado.

Al cano de unos meses de intercambio de cartas, al fin, la Condesa permitió que Laurie visitara a los Kilkenny en Saemforg.

Laurie llegó a tiempo para el registro oficial de Freda como heredera de Kilkenny, por el día firmaron con un notario, y por la noche se dio la gran gala de nombramiento.

La familia estaba tan ocupada que Laurie no pudo hablar con Freda hasta la noche, mientras todos bailaban, bebían, rodeado de gente que desconocía, nobleza saemforiana, ahora él era el extraño en la habitación, pero su mundo dmse detuvo cuando al fin la vio aparecer en un hermoso vestido azul rey, el color Kilkenny, parecía una princesa, como aquella noche en su último baile en Isveria, pero ahora, sin ninguna máscara que ocultara su belleza y radiante sonrisa.

Atraído por la fuerza y brillo que emanaba, se acercó a Freda y ofreció su primer baile, lo ojos de la chica brillaron con alegría.

- ¡Laurie!, viniste- se asombró Freda tomando su mano sin dudarlo.

- Llegué desde la mañana, pero ansiaba este momento, no sabes lo mucho que me alegra encontrarnos de nuevo.- dijo Laurie en un tono suave, vulnerable, que cualquiera vería sus verdaderos sentimientos hacia Freda, pero Freda no lo notó, no esa noche, su mente estaba muy ocupada en su nuevo papel.

- A mi también me alegra verte de nuevo, no sabes cuanto necesitaba de un amigo.- suspiró Freda con alivio, incapaz de aclarar mejor sus palabras, Laurie lo dejó pasar, concentrandose en algo que le llamó la atención.

- ¿Es tu madre quien baila con el Conde Kilkenny?- preguntó Laurie curioso.

Freda se giró a ver a la pareja y esbozó una amplia sonrisa.

- Sí, mamá y el Conde se han llevado muy bien desde que llegamos al acuerdo en Isveria, el Conde ha sido muy amable que no sólo se ha hecho cargo de mí, también de ella, los he escuchado hablando por horas de los viajes del Conde, hoy le regaló un collar, es un buen amigo.- contó Freda con felicidad y alivio.

Laurie miró al Conde y a la Señora Mason unos segundos más, amistad, él mejor que nadie conocía la mirada del Conde, y no era amistad.

Las noticias del nombramiento del nuevo heredero Kilkenny llegaron hasta Isveria, poco se sabía, mas que la nueva heredera era un familiar lejano que vivía en Saemforg, se mencionó en la casa Ascort, mas nunca imaginaron quien era dicho heredero.

Día con día, Freda y Al se acostumbraron a la lejanía, pero cada que bajaban la guardia, sus corazones volvían el uno al otro, así, resignados, anhelando la compañía del otro, soñandose, pasaron dos años, y de nuevo, como si el tiempo no pasara por mero capricho, volvieron a la noche en que todo terminó.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora