14. Rodrigo

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Me tomo el día libre después del desprecio que he sufrido.

¿Desde cuándo una secretaria —que apenas ha trabajado para mí dos meses— se toma tales atribuciones?

Es intolerable que esa muchachita esté logrando que concentre todas mis fuerzas en ella, que muchos de mis pensamientos oscuros le pertenezcan desde que el día amanece hasta que cae la noche.

Suena mi celular, y cada vez me agrada menos tener que lidiar con todas las personas que tratan de contactarme, debo buscarme una nueva víctima mientras consigo convencer a mi ex secretaria de que debe volver a la oficina para que pueda torturarla a la par que intento conservar importantes clientes.

Desde que ella no está el trabajo ha perdido su aliciente. ¿Cómo voy a querer pasar tantas horas sentado en un despacho si no tengo a quién destruir?

Respondo el teléfono sin demasiada ilusión.

—¿Sí?

—Rodrigo, necesito que uses alguno de tus empleados para que organice una fiesta de Navidad. Con muchas modelos en bikini, y strippers y todo eso —me pide mi padre, como si no tuviera suficiente con convencer a Éire de que regrese ya.

—Papá, ¿eso no lo hace tu ayudante? Se llama Valeria, ¿recuerdas? —respondo con ironía.

—Ya no tengo ayudante. Se fue la semana pasada porque le propuse hacer un trío con su madre después de que nos pillara en la cama juntos. Es que a ella ya la tenía muy vista.

Cuelgo el teléfono incapaz de lidiar con el monstruo que es mi padre. Siempre ausente en todos los momentos de mi vida —incluso los más vitales—, demasiado ocupado creando su propio harén, del que siempre acaba aburriéndose, o lo echan por traición. No ha aprendido que las mujeres no perdonan.

La celebración de las fiestas navideñas me dan una idea elaborada para lograr que Éire regrese. Rememoro lo que dijo Sharon, una de mis mejores comerciales, en la última reunión de equipo.

"El mejor regalo para las navidades, es fingir que has pensado en ellos, que realmente te importan".

Y, ¿acaso existe mejor regalo que la atención en exclusiva de un jefe difícil y apuesto?

Una voz interior que trato de acallar pretende advertirme sobre mi ego.

Rodrigo —me dice—, ya sabes qué pasó la última vez que pensaste que no podría resistirse a verte desnudo. Te hizo pedazos, ¿verdad?

Aun así prosigo con la idea que me he formado en la cabeza, debo tenerla el lunes en la empresa antes de la llegada del cliente, si quiero volver a ser el empresario del año. No he perdido jamás ese galardón y no pienso permitir que esta sea la primera vez.

En mi mente recapitulo cada uno de los pasos que conforma mi plan.

Crear para ella un cuento. ¿Quién se resistiría a ser la princesa de su propia historia?

Éire no se merece un príncipe azul. Deberá conformarse con conocer a la bestia con las fauces más terroríficas que haya visto antes.

Convencerla de que es capaz de controlar la situación.

No existe nada más gratificante para una persona ambiciosa que permitirle llevar las riendas en todo momento. No tiene porqué saber que cada paso que dé ha sido preconcebido y estudiado, pero dejarlo al azar sería de novatos. Y a mí me pagan por no creer en el destino, hay que combatir los imprevistos.

La dama verá satisfecho su reto si consigue vestir al feroz lobo de príncipe, y reducirlo a un perrito amaestrado.

Toda mujer anhela cambiar al chico malo y creerse superior al enamorarle.

Entonces, ¿qué tal si damos comienzo a la partida? Las horas del reloj corren y debo conseguir mi meta para el lunes, aunque solo sea vestirla para reinar en su propio baile.

Entonces, ¿qué tal si damos comienzo a la partida? Las horas del reloj corren y debo conseguir mi meta para el lunes, aunque solo sea vestirla para reinar en su propio baile

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"Vas a recibir una serie de paquetes. Quiero que uses todo lo que encuentres en ellos y pasaré a buscarte". Rodrigo

"No trabajo para ti. Deja de darme órdenes y te metes tus paquetes por el agujero más pequeño de tu cuerpo y a poder ser, el más doloroso". Éire

"Mensaje recibido. No vas a hacer nada de lo que te pida como venganza. Entonces deja que un trozo de plástico te convenza." Rodrigo

Llamo al mensajero de la empresa para pedirle que recoja de uno de mis cajones una tarjeta de crédito y se la lleve. Sí. Tengo más tarjetas de las que uso, supongo que como cualquier cliente con una abultada cuenta bancaria. Nadie se resiste a una VISA repleta de dinero para gastar, sin límite.

Me comunico con el banco para autorizar compras a mi nombre de parte de Éire Arnau y muestro una sonrisa triunfante.

Si no la he convencido ni siquiera por la curiosidad de saber qué iba a enviarle, lo hará el dinero. Es ese papel con el que cualquier persona sueña, y ella no va a resistirse a eso, lo tengo claro.

Me imagino su reacción incendiaria al sentirse comprada por su propio jefe.

No se trata de ningún soborno, pequeña, estoy consiguiendo tu alma a plazos y me devolverás hasta el último centavo de esta inversión.

Robaré tus ideas en mi beneficio. Alquilaré tu corazón hasta que confieses pertenecerme. Destruiré tus ilusiones, alimentándome de la dicha que no volverá a dibujarse en tus ojos. Lograré que tu cuerpo solo me anhele del mismo modo en que me odia.

Y cuando estés destruida, desahuciada y solo la pena colapse tus venas... te arrodillarás rogando clemencia. 

El capullo de mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora