20. Rodrigo

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Ha llegado el momento adecuado para mostrarle que me tiene rendido a sus encantos.

¿Está hermosa? ¡Tss! Del montón. ¿Ansío su boca? Tanto com convencerla de que su lugar está en mi empresa hasta lograr que Martín nos ofrezca todas las campañas sin el menor rastro de duda.

A veces debemos sacrificarnos por el bien común, y al final del año nadie pregunta qué trucos o trabajos sucios hiciste hasta alcanzar el status de tu negocio.

Se fijan en los balances y gráficos que obtiene la empresa, en lo conseguido sin ver el fondo, muchas familias ahora estarían dándome una palmadita en el hombro, si el engaño a Éire consigue pagar los sueldos un año más.

El premio al mejor empresario que nos disputamos uno de mis mejores amigos y yo, aguarda que vuelva a ser colocado en mi vitrina y la modelo del año se cuele entre mis piernas por haberme coronado el mejor CEO.

Soy consciente de en qué se ha convertido mi vida de mierda: mujeres, sexo vacío y placentero, trabajo y despedir secretarias en un tiempo récord, pero me gusta tal y como está, nadie tiene que venir a cambiarla.

Luego llegó Éire. Y aquí estamos...

Sus labios tentadores quieren atraparme y absorber mi alma. ¿Para eso no debería tener una?

Rodrigo, deliras, me aseguro a mí mismo mientras aproximo mi boca lo suficiente para que ella sienta una corriente eléctrica de pies a cabeza, de algún modo espero serle irresistible y he de creérmelo para que se materialice. No hay espacio para la duda ni las inseguridades.

Me deleito creando un sendero de caricias con la punta de mi nariz sobre su cuello y siento su piel erizarse. Hasta su piel se contrae mostrándome el escalofrío que le provoco al estar cerca.

¿Estamos preparados para pasar al siguiente nivel? Me pregunto antes de aproximarme a su boca que hoy me pide a gritos que la posea.

Acallo cualquier resquicio de mi mente que me aconseja no lanzarme, me atraen sus labios carnosos ante el manjar que es un beso. El carmín rojo me invita a quitar cada tono de color encarnado que me muestra, y sin más preámbulos, tomo lo que considero por un instante que me pertenece.

Mantiene los ojos cerrados durante el tiempo que dura nuestro primer beso, y siento que al finalizar ha conseguido que nos abandonemos a él.

Ella me ha permitido el paso al interior de su boca, y la pasión se ha desbordado de tal modo que no he podido evitar trasladar la lucha de poder al tocar su lengua. Ellas han hablado por nosotros. Se han enroscado la una con la otra, enzarzándose en una lucha sin final. Su aliento era fresco y muy seductor para un hombre como yo, que no deseaba que finalizara nunca.

Llevas toda la vida con un deseo casi infantil de creer en la magia, buscas trucos que no puedas desvelar de modo alguno y decepcionado descubres que no existe, que todo es engaño.

Éire, en cambio, es capaz de mostrar con su entrega que ahí existe la conexión, la magia, justo donde la corriente entre ambos se siente. La magia, por desgracia, es demasiado efímera.

Noto mi corazón palpitar desbocado, me detengo y Éire entorna los ojos como si se estuviera despertando de un sueño, todavía aletargada y abrumada por lo inesperado del beso.

Coloco mi mano en su cabello y sujetándola vuelvo a besarla de nuevo.

No me niega ese nuevo acercamiento y nos abandonamos de nuevo a ese beso. Estiro de su labio antes de encajar los míos a los suyos, y pensar que somos como un puzzle que acaba de encontrar la pieza que faltaba. Demasiado parecidos en el fondo, demasiado unidos a la causa para ahora darla por perdida.

Debo recobrar la compostura y eso, precisamente, es lo que hago.

Separarme y alistar mi ropa. La respiración se vuelve, poco a poco, más regular hasta que ella insinúa que me huele el aliento.

¡Es imposible! Rodrigo Salas jamás se ha permitido no estar perfecto en una cita. Siempre me aseguro de que el momento para ellas sea tan sublime, como vacuo es para mí.

Tiene la capacidad de escaparse de entre mis dedos cuando está a punto de caer en mis redes

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Tiene la capacidad de escaparse de entre mis dedos cuando está a punto de caer en mis redes. Es un gran desafío conseguir que caiga presa de mi trampa, pero no he de rendirme, a pesar de que nada más perderla de vista he corrido a la tienda a comprarme todo tipo de sprays contra el mal aliento.

Es probable que mi tarde se haya visto afectada. Mi agenda ha sido pospuesta hasta conseguir de nuevo un aliento impecable.

Papá se aproxima al baño de casa para comprobar qué hago tanto tiempo encerrado. Sobre el lavabo se encuentran varios frascos y enjuagues bucales. Me dedica una sonrisa y me decido a hacerle la pregunta que siempre me ha corroído por dentro.

—Papá —digo para llamar su atención.

—¿Sí, hijo? —Levanta la vista esperando que prosiga.

—¿Cómo pudiste seguir amando a tantas mujeres después de mamá? ¿Por qué no te afectó que nos dejara?

El silencio se instala entre ambos. Cabizbajo mira sus zapatos y yo espero que retome la palabra, necesito saber con urgencia todas mis dudas, y aunque no quiero abrumarle, que respondiera esta sería un muy buen comienzo.

—Tú, mejor que nadie, deberías saber que no es lo mismo disfrutar de ellas que amarlas. Porque el amor de verdad no se encuentra todos los días, ¿no te parece?

No sé qué responderle. ¿Quiere decir eso que a todas sus amantes solo les ha dado dinero y lujos?

»Algún día, si te enamoras, comprenderás que no fue lo mismo el desfile de mujeres que pasaron una o varias noches contigo, que la que desearías que compartiera toda tu casa. A esa le dejarás que desayune, que se bañe, que lave su ropa y cocine platos ricos a tu llegada. Y le dará vida a cada habitación, dejará de importarte tanto que se marche antes del amanecer.

Le hubiera querido preguntar cómo sabía tanto de mis costumbres, pero intuía que un padre sabe de la vida de su hijo. Aunque yo siempre haya creído que su única preocupación era convertir mi casa en un lugar de sexo y vicio.

—¿Por qué se fue, mamá? —pregunto con un nudo en la garganta.

—¿No crees que ha sido suficiente por hoy, Rodrigo? Han sido muchos años de silencio, no quieras correr o te caerás de bruces.

Silencio mi boca por el momento jurándome no admitir por mucho tiempo más incógnitas. Si mi madre me odió por ser hombre o una traba en su vida, quiero saberlo. Si nunca quiso tener hijos y por eso renunció a mí, también quiero saberlo. Merezco al menos conocer la verdad acerca de mi infancia.

Él se va y yo arrojo al suelo con rabia todos los productos que están sobre el lavabo.

Un alarido de rabia rasga mi garganta pero me trago las lágrimas. Soy un hombre y debo comportarme como tal.

»Debe ser muy especial si has decidido averiguar la verdad. No lo estropees como siempre, porque un día ya no podrás recomponerte —grita papá ya lejos del baño, tal vez como respuesta a mi arranque de rabia.

El capullo de mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora