Rodrigo cree que las mujeres son objetos.
Éire no está dispuesta a ser uno de ellos.
Él comenzará una lucha para despedir a una secretaria eficiente, si antes no acaba ella con él.
O el amor se interpone en sus caminos.
Portada obra de @cabushtak
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Éire tiene que lograr sobreponerse al despido de su jefe. Es la oportunidad idónea para alimentar su odio y recordarle, de nuevo, que debe cumplir su promesa de resarcir todo el daño que los empresarios nos hacen a las secretarias. No es una venganza, es justicia, es devolverle la dignidad a pobres chicas que fueron humilladas como yo. Como Éire.
La letra de mamá se torna ininteligible. Cada vez las palabras son más grandes, y acaban por teñirse con lo que se asemeja a la tinta roja, o al esmalte, no podría asegurarlo del todo.
En la mayoría de su diario predomina este color, como si quisiera darle un tinte sangriento a sus intenciones y un nudo, cada vez más enredado, va tomando forma en mi estómago, ante el temor de que haya acudido a cumplir sus amenazas. ¿En qué momento tomó como su labor desaparecer de la faz de la tierra a todos los CEOs que existen?
Rodrigo está en serio peligro. Y la curiosidad me empuja a seguir leyendo algunas páginas más de esta abominación que, llena de arrugas en sus hojas, esconden un crimen que existe en su cabeza, ¿también en la realidad?
He soñado con él de nuevo. Sus cabellos oscuros se enredaban en mis manos como si tejieran una tela de araña, atrapándome en su trampa e impidiéndome ejercer mi derecho a la defensa. Una gran montaña de documentos inacabados que se estampaban contra mi cara, recordándome que nunca mi dedicación sería suficiente para hacer el buen trabajo que hubiera querido. ¡Debe morir! Cubriré cada papel de la sangre que sudé cuando me distraía con sus sudorosas manos palmeando mi rodilla.
Muerte a todos los viejos verdes y aprovechados que se creen en derecho de rasgar tus bragas para colarse en tu interior. Sin permiso. Con derecho a ensuciarte y hacerte creer una basura si dejas de hacerlo.
Mamá. Sus palabras me resultan confusas, aunque de lo que no me cabe duda es que jamás superó, a pesar de la ayuda psicológica, el trauma causado por el señor que la empleó y luego la dejó en la calle. Y así sigue. Con su cabeza igual de rota que un juguete con los muelles colgando y la batería estropeada.
Ambas posibilidades me resultan igual de crueles. La de que ese personaje la haya violado aprovechando su status y que nadie creyera que un importante empresario pudiera haberlo hecho, o que hubiera eliminado tanto su razón que ella se creyera en la obligación de entregarle su cuerpo. Hasta que encontrara un repuesto, supongo.
Me dueles, mamá. Pero más me preocupa la escalofriante idea de no tener padre. De imaginarme que pueda ser el fruto de una mayor tortura.
Anoche también soñé que mi pequeña se convertía en mi orgullo. Ambas cogidas de la mano, terminábamos con dos peligrosos enemigos, Rodrigo y su padre. La sangre derramada es un vínculo demasiado fuerte para negarlo. Para no respirar el final como un principio sin dolor, al fin.
Escucho las llaves de la puerta. Mamá ha debido regresar y me apresuro en esconder todo de cualquier forma. Intuyo que va a averiguar toda la verdad, que la he espiado sin ningún pudor.
Acudo al salón como puedo.
—Mamá, ¿qué has hecho? —pregunto al notarla llorosa y temblando sin control.
Solo se deja caer de rodillas al suelo y me dedica una mirada de arrepentimiento.