Me coloco mi abrigo bien largo casi hasta los pies para tapar mi vestimenta. A pesar del escarmiento que ha supuesto para él, y que creo haber logrado alguna reacción, esta no soy yo. No acostumbro a transgredir las normas, a aparentar ser otro tipo de mujer, pues mi madre me mostró durante sus años de entrega a tener profesionalidad, educación y respeto; y lo he perdido en apenas unas horas.
¿Ha valido la pena su cara, no? Por supuesto. Pero no sé porqué no dejo de sentir este nudo en el estómago. Me siento triste, vacía. Tal vez porque todavía no me hago a la idea de tener un jefe que sabe denigrarme tanto. Solo quiero poder trabajar en paz, ser valorada y poder aprender en armonía, ¿pido tanto?
Lo que todavía no sé, es si he conseguido encender más su ira o mostrarle que soy una digna rival, pues al final en un enfrentamiento laboral, está claro que el empleado suele salir perdiendo.
Me marcho a casa derrotada. Psicológicamente esta guerra está siendo muy dura. Duele acostarse todas las noches con la incertidumbre de lo que nos espera al día siguiente en el trabajo; ¿qué será lo próximo? ¿Estrellar su coche contra el edificio y dejarlo a milímetros de mí para que abandone por estar al borde del infarto?
Bueno, es posible que exagere demasiado, aunque a veces temo por mi integridad y mi salud mental hasta el punto que acudir a la empresa se ha vuelto un deporte de riesgo y en ocasiones se me dificulta levantarme de mi cama en las mañanas.
Absorta en pensamientos destructivos, llego a mi casa. Apenas soy consciente de introducir la llave, de abrir la puerta o acudir a la habitación a ponerme el pijama, realizo todo como parte de la rutina mientras mi cabeza sigue con la estela oscura que es capaz de dejar Rodrigo.
Sé que debo salir, desconectar y cenar con mi madre como acostumbro. Pero antes saco el teléfono móvil de mi bolso y me tiento a hacer justo lo que anhela de mí.
"Señor Salas, mañana no regresaré".
Borro. Pero no salgo del whatsapp.
"Señor Salas. Dado que últimamente hemos abandonado el respeto será mejor que prepare mi carta de renuncia".
"Señor... ¡váyase al carajo!"
De todos ese es mi favorito, pero no puedo mandarle algo así.
Borro, borro... hasta que vuelve a quedar la casilla de escribir en blanco. Y entonces decido desahogarme... ¡ja! Como si lo fuera a enviar.
"Rodrigo, serías mejor jefe si te quitaran el palo que debes tener metido por el culo. Eres muy guapo, sí, y hasta eres un tío que podría llegar a desear, pero eres tan patético en tus negocios que quién iba a respetarte. ¡Qué te jodan!
Borrar... borrar.
—Éire, hija, ¡sal a comer! —me llama mi madre viendo cuánto tardo.
—Voy, mamá —respondo perdiendo de vista el teléfono.
El texto no está... pero sí está arriba. Puedo ver las dos rayitas de confirmación.
"Rodrigo, serías mejor jefe si te quitaran el palo que debes tener metido por el culo. Eres muy guapo, sí, y hasta eres un tío que podría llegar a desear, pero eres tan patético en tus negocios que quién iba a respetarte. ¡Qué te j"
¡Oh, Dios mío! Apenas se ha borrado nada y ahora cómo puedo eliminar el texto y hacer cómo si no pasara?
¿Cómo era aquel bendito truco? Vale, la papelera y cruzo los dedos esperando poder borrarlo antes de que lo pueda ver. "¿Eliminar este mensaje?"
CANCELAR ELIMINAR PARA MÍ
¿Dónde diablos se metió el ELIMINAR PARA TODOS?
Lo elimino para mí y así no releo el mensaje del demonio como una condena, aunque sé que no hay nada que hacer, ha sido enviado y él puede llegar a leerlo muy pronto. Whatsapp siempre me fallas cuando más te necesito. Ahora necesitaría la opción "Tierra, trágame". No consigo concentrarme y por mi cabeza veo pasar múltiples escenarios de lo que sucederá a continuación, y el despido es el más leve.
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El capullo de mi jefe
HumorRodrigo cree que las mujeres son objetos. Éire no está dispuesta a ser uno de ellos. Él comenzará una lucha para despedir a una secretaria eficiente, si antes no acaba ella con él. O el amor se interpone en sus caminos. Portada obra de @cabushtak