35.2 Éire

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Como todos los días desde que Rodrigo despertó del coma, me encuentro a mi madre acurrucada en un rincón de la habitación.

Parece demasiado desconectada del mundo real, y solo le obsesiona el sonido de las llaves de la puerta o cualquier ruido que indique que alguien va a entrar. En su mente aguarda el momento en que la policía venga a detenerla por su intento de homicidio.

En realidad, parece que nadie sabe que ella trató de matarlo, y hasta a veces yo dudo de si sucedió de verdad, pero su cerebro ha desconectado del momento actual. Vive sumida en las sombras de sus culpas y no sé cómo rescatarla desde aquí fuera.

—Vamos, mamá —le digo, sujetándola por el brazo para que se ponga en pie.

Tiene el cabello oscuro alborotado y la mirada desquiciada.

»Mírame. Soy Éire, tu hija. Estás a salvo. Vamos a cenar, mamá, no hay nadie en la sala. Estamos solas. Como siempre. Solas tú y yo.

El movimiento ocular es rápido y desenfocado, hasta que le obligo con mis dedos a centrarlo y encuentra sosiego por unos instantes.

—Ya estás en casa, mi pequeña. ¿Te han seguido? Deben estar vigilando allá afuera.

—Todo está bien. Mamá, mañana tengo una importante reunión y hoy tengo que trabajar hasta tarde. Pero voy a pedir cita para el psiquiatra.

Niega enloquecida con la cabeza y se resiste a seguirme fuera de su habitación.

—Mamá, ¿prefieres ir a consulta y que te pauten un tratamiento o la prisión? —la amenazo con la intención de que claudique.

Ella entonces baja su cabeza resignada y caminamos hasta la sala de estar y la siento en la silla que ocupa habitualmente, frente a una mesa rectangular con mantel blanco y servilletas a juego.

He improvisado algo del congelador y lo he acompañado con unas patatas fritas. No es que sea el menú de una reina, ni apto para un enfermo pero todavía no he recuperado suficiente dinero para pagar las deudas y poder llenar la despensa de alimentos.

Traigo los platos combinados de la cocina —casi helados—, y una botella de agua y me siento frente a la mesa, cara a cara con mamá que mastica como una autómata.

Cenamos en total calma y silencio.

Aprovecho que se levanta a ver la televisión para recoger y sacar el portátil.

Quiero prepararme muy bien la reunión que mañana tenemos con Martín. Lleva esperando esto desde hace días y sería embarazoso retransmitir una reunión sin nada que ofrecer.

 Lleva esperando esto desde hace días y sería embarazoso retransmitir una reunión sin nada que ofrecer

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Suena un whatsapp en mi teléfono. Debo agradecérselo a mi vecino que amablemente me ha dejado usar su clave wifi en lo que consigo restablecer la conexión a internet.

Nunca creí que iba a ser tan complicado ser la madura en esta familia monoparental que constituimos.

Froto mis ojos por el cansancio y las largas horas que llevo ante la pantalla de la computadora.

"¿Crees que podrías volver a enseñarme un poco del sujetador que llevas? Ya sabes, como aquella vez".

Me sonrojo enseguida. Pero supongo que si cree que soy su prometida, estas peticiones son habituales.

"Descansa. Mañana tenemos reunión con Martín".

Escribiendo... Escribiendo...  leo junto al nombre de su contacto en whatsapp pero no termina de llegar su mensaje y no puedo concentrarme en el trabajo.

Manda una fotografía de su torso desnudo. Apuesto que es una invitación para que yo me anime y corresponda con otra imagen de vuelta.

"Venga, va. No seas tan santurrona, Éire. Me muero por colar una mano entre tus muslos".

"¿Me dejarás trabajar si te mando esa dichosa foto?"

"Vaaaaaale. Pero ya puede ser buena... Total, nos vamos a casar pronto. Seguro que debo haber visto cosas más atrevidas, aunque no me acuerde".

Me marcho al baño con el teléfono móvil en la mano y frente al espejo, desabrocho un poco la camisa, sin sujetador, y hago una instantánea consciente de que mis pechos se transparentan.

La envío notando mis mejillas ardiendo y me arrepiento al instante.

"Ahora sí no voy a poder dormir. Ven al hospital a darme un beso de buenas noches".

"¡No! Prometiste dejarme tranquila. Busca una enfermera, mejor".

Pienso en qué prometida le diría a su novio que se alivie con otra. ¡Estoy fatal! Tengo que decirle que no somos pareja y dejar de jugar y seguirle la corriente. Esto no está bien.

¿Su padre le habrá contado la verdad? No lo parece.

El capullo de mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora