21. Éire y Rodrigo

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Lo interesante de que una mujer se comporte como una verdadera estúpida, no se trata de que lo sea, sino de que sin serlo haga creer a los demás que ellos son mejores

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Lo interesante de que una mujer se comporte como una verdadera estúpida, no se trata de que lo sea, sino de que sin serlo haga creer a los demás que ellos son mejores.

Eso le da una clara ventaja, que podrá ser usada en el instante menos inesperado. Y eso es lo que está sucediendo ahora.

En realidad no es que muera por caer en brazos de Rodrigo, aunque me parezca que tiene atractivo y esté soportando estoica para no ofrecerle mi corazón en bandeja, con papel film incluido listo para conservar en frío esperando a ser devorado, sin ninguna compasión, por el que un día fue mi jefe.

Mañana será el día en que se decidirá todo, el último día para resolver los detalles de la fiesta y su última oportunidad para dar un paso tan importante que me convenza. No sé qué paso sea ese pero si no sucede, yo proseguiré con mis planes, con mi vida y trataré de borrar de mi cabeza que un día de mi existencia, este caballero y yo tuvimos algo que ver.

Aunque arreglada desde primera hora de la mañana, decido hacerme la difícil y para cuando él decide venir —a la hora acordada por mensajes—, me encuentro en la mesa del salón frente a mi ordenador portátil

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Aunque arreglada desde primera hora de la mañana, decido hacerme la difícil y para cuando él decide venir —a la hora acordada por mensajes—, me encuentro en la mesa del salón frente a mi ordenador portátil.

—Buenos días —saluda él tras abrirle la puerta mamá, aunque con reservas por el incómodo encuentro de la vez anterior.

Tras verlo al otro lado de la puerta se aparta para que pase. A sus espaldas hace muecas algo extrañas, y es que mamá no soporta a los hombres trajeados, dice que se escudan bajo su elegancia para perpetrar los engaños con los que fantasean. Tal vez motivado, por el hecho de que su jefe le destrozara la vida en un pasado. Y aunque esté empecinada en ello, eso no tiene porqué pasarme a mí.

—Pasa, siéntate, estás en tu casa —procuro que en mi voz resuene la ironía.

—Gracias —responde manteniendo las formas—. ¿Nos marchamos?

Suenan las teclas del ordenador, debo enviar algunos correos para nuevas ofertas de empleo e ignoro su pregunta.

—Éire, todavía no hemos concretado si vas a acudir a la fiesta. Pensaba que habíamos llegado a un acuerdo.

El capullo de mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora