Rodrigo cree que las mujeres son objetos.
Éire no está dispuesta a ser uno de ellos.
Él comenzará una lucha para despedir a una secretaria eficiente, si antes no acaba ella con él.
O el amor se interpone en sus caminos.
Portada obra de @cabushtak
Debatirme entre las promesas que me incitaron a pronunciar y los sentimientos verdaderos, que por cierto, son innatos y no impuestos, es ahora la mayor congoja que somete mi mente a la oscuridad.
Y, entretanto, me escolta como una mala compañía la sombra del miedo a perder a Rodrigo.
Me resigno a marcharme del hospital con las indicaciones de reposo y la analgesia que me recomendó el doctor, a lo que más me resisto es a abandonarlo a su suerte, solo con la preocupación de un padre que se ha convertido en el mayor cretino con el que jamás me había cruzado hasta ahora.
Ocupo una de las sillas de madera que amuebla la sala de estar, porque algo en mi interior frena mis pasos.
Una presión en mi pecho me ruega que no me marche a casa, y mi cabeza —más coherente que mi organismo— sabe que no es más que el miedo a dejarle. A separarme de su lado y que todo empeore, como si fuera un salvavidas al que aferrarse. Lo cierto, es que en este momento, él debe ser el único barquero que reme en las centrífugas aguas de su inconsciencia.
Comienza a anochecer y un desfile de enfermos han pasado por mi lado en las horas transcurridas, algunos charlan animadamente sobre sus planes para las fechas navideñas venideras.
Había olvidado por completo que apenas quedan horas para el evento navideño, y medito sobre el poco sentido que tiene una fiesta de ese calibre si él no está. Si no va a despertarse para dar el visto bueno a mi vestido de fiesta, si ya no va a provocarme con sus bromas de mal gusto o sus comentarios despectivos. Nunca creí poder extrañar lo que tanto me hacía odiarlo.
Me pongo en pie cuando mi estómago ruge y, al consultar el reloj, descubro que mi reloj de muñeca marca más de las 20 horas. Compruebo entonces mi teléfono móvil que tiene varias notificaciones que había ignorado por completo ante mi desasosiego por él.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aproximándome a la salida, escucho timbrar mi teléfono, el cual he puesto con sonido unos minutos antes. Tal y como imaginaba se trata de mamá que vuelve a insistirme en sus planes macabros.
En algún momento tomaré suficiente valor para hinchar el pecho, sentirme orgullosa por querer a mi jefe a pesar de sus desplantes y confesarle a ella que para mí la pesadilla ha terminado. No puedo vengar su honor a pesar de que Rodrigo sea un empresario déspota, a pesar de que sea ruin e incluso machista. No puede enfocar su rabia en un inocente, él solo es la imagen y eco de alguien peor que consiguió quedar sin castigo ni escarmiento.
Salgo por la puerta corredera del centro de salud donde nos han atendido hace unas horas, y todavía mantienen ingresado a Rodrigo. A cada momento giro sobre mis pasos con la esperanza de averiguar que ha despertado, que ha sucedido algo que me retenga por más tiempo a su lado, pero solo es la ilusión de mi mente resistiéndose a la separación, de nuevo.
Tras minutos de espera un taxi me recoge en el exterior. Subo con dificultad por el dolor que siento en el costado. Le doy la dirección de mi casa y agradezco la cortesía del conductor que se mantiene en silencio, así me da tiempo a revisar los mensajes que tengo en el móvil antes de terminar el trayecto.
"Mamasita, ¿repetimos lo de la otra noche? Estuvo bien rico" +34651255655
Mi cara ante ese mensaje ha de ser todo un poema, por los halagos de un desconocido que debe haberme confundido con alguna amante ocasional.
"Éire, piénsalo, es la oportunidad perfecta para la venganza. No querrás que tu madre no se cure nunca, ¿verdad?" Mamá
"¡¡¡¡Nena!!!! Volvemos pronto de vacaciones. ¿Nos ponemos al día en cuanto regresemos?" Marina
"Mi vida, no puedo creer que no quieras contestarme. No eras tan antipática mientras te comía todo..." +34651255655
Definitivamente podría haberme quedado en el hospital, ignorando tantas estupideces juntas de un conquistador bien vulgar.
Respondo al pésimo tío que dice haber tenido algo conmigo, a ver si así de una vez se olvida de mí.
"Siento no ser tu mamasita ni tu vida, ya tengo bastante con ser la mía propia. Pero te puedo responder fácil, si no te ha vuelto a responder es que seguro ni sabes cómo mover la lengua. Deja de molestar, papasito".
+34651255655 escribiendo...
¡Lo qué me faltaba por hoy! Un chico que además de insistente se proponga darme una réplica.
"Hija, entiendo que necesites tiempo para organizar el fin de Rodrigo. Regresa a casa, juntas podemos planearlo todo, seguro que así, con la cabeza fría logramos el crimen perfecto", mamá.
"Si quieres comprobarlo, ya tienes mi número, Éire" +34651255655
Bloqueo el teléfono molesta por las palabras que acabo de leer del misterioso amante erróneo, confusa porque mi madre insinúe que el fin de Rodrigo debe aproximarse.
Nunca estuvo en mis planes acabar con la vida de nadie. ¿En qué momento ella enloqueció y creyó que iba a curar su dolor con la sangre de otra persona? A pesar del dolor y la conmoción por el accidente, una alerta en mi interior se enciende aconsejándome que huya lo antes posible.
Me rio ante la estupidez del sabrosón que me escribió.
«Un momento, el último mensaje no parecía de la misma persona y además, sabía quién era perfectamente», pienso.
Eso me inquieta. Me extraña su cambio al escribir y que me llamara por mi nombre.
"¿Quién eres?"
Llegamos a casa y me preparo para enfrentarme al peor momento de mi vida. Enfrentar a la mujer que me dio la vida y aclararle, que aún a riesgo de decepcionarla, no voy a ser partícipe de semejante despropósito.
Pago el taxi y subo a casa sin dejar de pensar en cómo se encontrará Rodrigo, y en que después de cenar y descansar, mañana iré a ver si hay novedades.
—¡Hija mía! No veía el momento de tu llegada —me habla excitada mamá, sin apenas dejarme ni pasar al interior.
—Mamá, no te esperaba en... la puerta... —respondo con algo de molestia en la voz.
—No hay tiempo que perder, Éire. En el cambio de turno podemos hacerlo.
—¡NO! No pienso hacer daño a Rodrigo —vocifero ante su presión.
—Respeta a tu madre, niña. Si no quieres, puedo hacerlo yo. Mira, durante el cambio de turno podemos provocar una distracción y entonces le inyectamos aire en la vía y desconectamos las máquinas...
—¿Te has vuelto loca? Deberás acabar conmigo antes de hacerle nada a él.