- 𝐒𝐈𝐆𝐋𝐎 𝐗𝐈𝐗 -
Rosas, libros, bufandas y bálsamos... Objetos tan sencillos y sin gracia que encierran el amor de dos corazones enamorados, pero que sólo servirán para recordar los pequeños momentos juntos.
Solo la oscuridad nos esconde de la...
Nota 1: si no entienden algunas cosas no se preocupen que después se explicará con el paso de la historia. Todo está perfectamente planeado.
Nota 2: Ningunx acertó sobre el creador de las cartas.
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— Señor — Ron, quien estaba al volante empezó a conducir más lento — hay un hombre con ropas raras a la mitad de la calle, está a mitad de carretera.
Saemin miró con atención al hombre que estaba a algunos metros, estaba con ropas totalmente negras en pleno sol.
Estaba muy… inusual.
— Detente y pregúntale qué quiere.
Tenía gafas negras y un sombrero, era imposible reconocerlo pero Saemin notó algo que lo confundió completamente.
— ¿Necesitas ayuda amigo? — Ron preguntó.
— Buenas tardes — saludó el desconocido — debo llegar al puerto pero llevo horas esperando que alguien vaya para allá también, sé el camino podría guiarlos.
Kim sentía todo muy raro, pero si era sincero él sólo tenía una idea del camino ya que hace muchos años él-
— No amigo, no llevamos gente pero te podemos ayudar con algo de dinero.
— Súbete — le abrió la puerta, algo había en ese desconocido que le intrigaba y si llegaba a ser un loco lo mataría.
— Muchas gracias.
Aún dentro del coche el hombre no quitaba sus accesorios.
— ¿Cómo se llama? — el desconocido miraba por la ventana y se tardó en responder.
— Gire aquí a la derecha — ignoró su pregunta para guiar al conductor.
Ron miró por el retrovisor a su jefe pero vio que este sólo miraba al intruso.
— ¿Giro a la derecha, señor?
— No recuerdo que el camino sea por ahí — Kim respondió con serenidad — sé que más adelante hay un puente pero nunca girabamos.
— Sí, pero es un atajo. El camino que usted conoce nos demoraría casi dos horas, el atajo que conozco nos deja en menos de una hora.
— Es imposible.
El hombre suspiró.
— Si no me cree déjeme bajar aquí por favor.
Antes de que se pudiera bajar Saemin dio la orden de girar a la derecha tal cual como lo había guiado, honestamente Saemin no recordaba con perfección el camino así que supuso que el hombre sabría más que él.
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