7- Ignati

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Ignati

Qué semana más patética, la única emoción que tuve fue haber pasado mi tiempo con la morena de cabello rizado, aún saboreo su coño en mi lengua.

Deliciosa y virgen, no sabía que todavía había putas como ella, una exquisitez. Hasta que llegó su padre Grimaldi, en serio el tipo me caía como una patada los huevos. Eso arruinó todo, no sé a qué mierdas jugaba la niña no porque coño se prestaba para hacer ese tipo de cosas.

Estaban bien equivocados si pensaban que por una noche con un buen coño iba a decir que me iba a casar con ella como Grimaldi sugirió, están muy equivocados. Eso agrio mis días de ese sábado y domingo una lástima que la muchacha se prestara para cosas tontas. Jamás me casaría con ella.

— Amo —Nikita llega a dónde estoy bajando la cara para no verme a los ojos como se le tiene exigido.

— Estoy ocupado ¿no ves?— Replique hastiado, por no poder concentrarme.

 — Disculpe que interrumpa sus pensamientos tan valiosos, pero quería saber cuándo nos íbamos a Rusia.

Sin verla levanté mi mano para recibir mi vaso de Whisky.

—¿ Quién eres tú para preguntar eso? — contesté con una pregunta.

— Es que hace unos días nos invitaron a una fiesta de disfraces y yo quería ir, como sé que soy su favorita — lo es es una de mis mejores sumisas y la principal—. Me atrevo a decirle que me invite.

— No es una fiesta de disfraces Nikita, es una mascarada y la verdad es que no tengo ganas de ir, quería irme mañana a Rusia.

— Está bien, amo— se quedó en su lugar al menos dos minutos más.

— Retirate— ordene.

Ella asintió y se largo, en la mesa estaban las invitaciones para ir al dichoso evento. Así que hice un par de llamadas antes de irme.

— Corina, ¿ bonita Cómo estás? — saludé en burla, siempre lo hacía.

— Qué bueno saber del Rey rojo —respondió está.

— Me llegó tu invitación, Corina —fui directo al grano.

 Corina era una vieja amiga, de esas tengo poco.

—Me gusta invitarte cuando estás en los Estados Unidos, lo sabes— me comenta coqueta— mis fiestas son legendarias no aptas para niños.

— Necesito la lista de invitados— le ordene.

—¿ Y por qué quieres mi lista de invitados? — indaga curioso.

—Ese no es tu asunto, limítate a hacer caso— la verdad es que no me gustaba que me llevaran la contraria— deja de preguntarme cosas tontas.

—Ay, pero qué genio. Nunca cambia ¿Estás seguro de que esa sumisas tuyas te satisfacen? — indaga burlona.

Corina podría ser la primera túnica que no mete, al menos no demasiado.

— Lo suficiente como para no meterme en tu cama — replique.

—Ya quisieras probar este caramelo tropical, en media hora te mando por correo lo que necesitas— accede, aunque sabía que igual lo haría, sólo dice cosas para poderme el genio.

— Que sean 15 minutos— y colgué antes de que discutiera.

N me gusta ver la ineptitud de los demás, si puedes hacer algo en media hora también lo puedes hacer en 15 minutos.

En menos de 5 minutos ya había enviado lo que quería, comencé a repasar la lista cuidadosamente y allí estaba. Don grimaldi había confirmado ir a la mascarada, de repente me dieron ganas de ir al ver que confirmó cuatro personas, le gustará llevar a toda su familia a eso o sólo se queda en la parte de arriba.

Será una noche interesante después de todo, recogí mi cabello en una coleta desordenada y exponiendo los tatuajes en mi cráneo que se veían coloridos, me puso los lentes, tomé mi chaqueta y salí.

 Nikita estaba en la cocina junto con otras de mis sumisas .

— Vamos —dije simplemente, caminando hacia la salida.

Se escucha solamente repiquetear de los tacones en la cerámica.

— Llévame a un centro comercial— trone los dedos a mi chofer y este encendió el auto y arranco en cuanto Nikita subió los pies.

Nos llevó al primer centro comercial que vio y, ese fue el primer error.

—Vámonos— le exigía a Nikita.

— Pero, amo — intentó repliplicar.

Lancé mi mirada más glacial y bajo el rostro avergonzada por su desfachatez y me empezó a seguir, ya no tenía ánimos para comprar nada después de ver esa niña que me engañó haciéndose pasar por una prostituta esa noche.

Ahora más que nunca quiero ir a esa fiesta y ver qué puedo conseguirme, tal vez una nueva Presa. Llegamos a casa y me encerré en mi despacho, dos horas después escuché el ruido de la puerta y les di permiso de pasar.

— Amo— murmuró mi voz muy bajito —¿ Entonces ahora ya no vamos a ir a la fiesta?

— Oh, no. Yo iré a la fiesta, tú no— le dije sin siquiera mirarla.

— Sí, amo como usted ordene — tenía los puños apretados, pero sabía que era un grave error exigir algo que de todas maneras no le iba a dar —¿puedo retirarme? 

— Sí, dile a las demás que desaparezcan de mi vista— simplemente asintió y solo escuché la puerta al cerrar cuidadosamente.

 Porque así no le gustará lo que exigía u ordenaba no podía darme una enfrenta directamente, jamás lo harían. Su lealtad es más grande que cualquier otra cosa.

Pase el resto de la tarde trabajando, viendo unos nuevos prototipos de drogas que necesitaba La Reina del inframundo, era buena con las drogas para inhibirse,  pero no tanto como mis drogas aún más novedosas y mejores sobre todo eso.

Estaba perfeccionando una droga que servían casi igual que un electro shock, tenía la droga perfecta para lavar el cerebro, también tenía uno como desinhibir voluntades, era espectacular para nuevos sumisos o esos esclavos rebeldes.

Soy un químico, el mejor y de los más reconocidos en el gremio de Rusia y es perfecto para lo que necesito, aunque todos saben quién soy es como un secreto a voces todos los saben, pero nadie me señala como el Rey Rojo.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora