58 Ignati
Ahora que sé que es tenerla no quiero dejarla ir así de fácil, mi lengua recorre sus pliegues abriendo sus piernas para mí, su espalda despega del colchón con gemidos sexys saliendo de sus labios mientras me la comía un poco más tiempo, llevaba horas encerrado con ella en nuestra habitación y sabía que debía irme para tener todo listo para la cena, pero simplemente no tenía suficiente cada orgasmo dulce en mi lengua me hacía ansiarla más.
-Basta, basta- jadeo luego de su quinto orgasmo y decidí darle un descanso.
Lamí mis labios y me limpié la barba de sus jugos, la vi abierta y desmadejada para mí y mi polla quería volver a la vida, pero se veía cansada, así que la dejé quieta y me acosté a su lado, enseguida se arrastró cerca de mí con su respiración calmándose y haciéndome cosquillas en el pecho con su aliento.
-Quieres matarme- refunfuño somnolienta.
-Nadie a muerto de placer, angelito- repliqué divertido.
-Eres demasiado- bostezo- es demasiado.
-Sabes muy rico- le dije divertido- culpo a tu coño dulce.
-Tienes esa lengua muy sucia, que grosero- se quejó, golpeando mi pecho sin fuerza.
-No te quejabas cuando mi lengua sucia lamía tus deliciosos pétalos mojados- mi polla de nuevo dando un tirón a la vida.
-Eres un desvergonzado.
-Este desvergonzado es tu esposo y esta piel es mía- le dije acariciando su silueta- estas son mías -acaricié sus senos-este lindo coño es mío y esto definitivamente es mío -acaricié su vientre hinchado.
-No soy de nadie- lo dice un poco insegura.
-Oh, pero lo eres. Mi dulce ángel -le dije cuando se quedó dormida- eres mía, es solo que aún no lo admites.
La cena era en un costoso restaurante ruso fuertemente custodiado, los comensales solo era mi gente, todos atentos por si algo salía mal sacaran a Angelie de aquí, le dije que me adelantaría para preparar todo, Artem la llevaría al restaurante.
Asigné a Artem no solo de escolta sino también chofer, los demás escoltas irían en otras camionetas, todo estaba planeado y odiaba las sorpresas así que esperaba que todo saliera como me gusta. Perfecto.
Revisé el menú y todo el lugar para no tener la sospecha de que mi familia política querían ser más listos que yo, la familia Grimaldi ha sido vigilada desde que se bajaron del avión y hasta mascota trajeron, no me gusta aun así lo acepté, nada entra a Rusia sin mi consentimiento.
Recibí una llamada de la Reina del inframundo que atendí gustoso, si la Reina llamaba solo significaba más dinero para mi bolsillo, a menos que se desatara una guerra y ella necesitara soldados, que es básicamente lo que cada ente criminal importante debe hacer, solo porque es ella, la perra me cae mal, pero es mejor tenerla de mi lado que en contra de mí, esos ojos aguamarina pueden ser peligrosos si te ven como una maldita amenaza y no soy tan tonto como para hacer una estupidez.
Jean Pierre Grimaldi, Luca Grimaldi, Renata de Grimaldi y Bernardo Mancini llegaron muy puntual, Angelie aun no llegaba y era mejor así, todos se sentaron en la mesa con un tenso silencio sin saludar ni decir nada, luego de unos diez minutos donde todos nos veíamos sin bajar la guardia, fue Jean Pierre quien habló:
-¿Dónde esta mi hija? -pregunta enojado, viendo nervioso a los lados.
-Ya vendrá- respondí hosco.
-Esto es una falta de respeto- dijo como siempre Luca.
-Cállate, niño los adultos están hablando- lo silencie y refunfuñó, pero se calló.