56- Angie

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56 Angie

—Quieres desayunar conmigo? —pregunta Natalya entró en la habitación luego de que tocó y le di luz verde.

—¡Sí, me encantaría! —dije con mucho entusiasmo, con algo de dificultad para levantarme de donde estaba sentada.

Me agradaba Natalya y había pasado dos días encerrada en el cuarto, nada me impedía salir, pero me gustaba estar aquí leyendo y tranquila, la verdad es que me escondía de los demás.

—¿A dónde quiere ir, mi señora? —pregunta el guardia viendo entre Natalya y yo.

—Iremos a mi cuarto, síguenos —pidió con algo de petulancia, no me gustó mucho, pero supongo que es cuestión de práctica.

Tal vez debería imitarla, pensé en eso unos minutos, no me dejó caminar detrás de ella, enganchó su brazo con el mío y caminamos platicando de la universidad porque resulta que ella y yo tenemos casi la misma edad.

—Has estudiado mucho— se ve sorprendida al decírmelo y no entendía porque, me parecía totalmente normal estudiar.

—Tenia mucho tiempo libre y nada que hacer, estar en mi casa era... —cerré fuertemente la boca para no decir más.

—Malo— termina por mí —aquí no es una maravilla, pero estarás bien— me dijo al llegar a su recamara— se pueden retirar, los mando a llamar para que la vengan a buscar— le dijo a los escoltas, Artem me miró preocupado, pero los demás siguieron las ordenes de Natalya al pie de la letra y se marcharon, Artem les siguió.

Su cuarto era hermoso, en tonos rosas y dorado, con algunos peluches en su cama, me guío a un balcón cerrado con una pequeña mesa, hoy no estaba nevando y el paisaje era magnífico.

—Que hermosa vista— le dije pegando mi frente al frío cristal.

—Lo es, me gusta sentarme aquí y no sé..., pensar —se encoge de hombros cuando me giro para regalarle una sonrisa— ser libre.

El desayuno fue amigable y fácil, no tenía que fingir con ella, Natalya parece una niña mimada pero lo cierto es que no lo es, es muy inteligente e intuitiva y eso me gustaba en ella, eso solo que, parece tan sola.

—Creo que ya me voy de nuevo a mi cueva— le dije con una risita.

—Puedes salir ¿lo sabes no? ¿no? —dijo preocupada— dime que mi hermano no te tiene encerrada a ti también.

¿También?

—No... ¿Ignati tiene a alguien más encerrado? —pregunté dudosa, ¿acaso tenía mujeres encerradas en otras habitaciones?

¿Es por eso que no me había tocado en estos dos días?

Solo habíamos... dormido.

Es verdaderamente decepcionante que este triste por el hecho de que mi esposo no me toca, esposo que el mismo me impuso para poder mantenerme con vida, no me malentiendas, lo entiendo y lo acepto, pero...

Ni yo misma sé.

Deben de ser las hormonas del embarazo.

—¡Oh, no! No, no, no, él no, el otro tarado— me asegura ella— cuento largo, otro día te cuento de que va eso, por ahora déjame llamar a los guardias para que te escolten.

—Mejor diles que nos vemos en mi habitación, puedo llegar— le sonreí segura.

—¿En serio? —me vio escéptica —no sé si a Ignati le agrade ese plan.

—Tranquila, puedo hacerlo y no se va a enterar, te lo prometo, estaré bien.

—Bueno, mañana vamos de compras, quiero ir por esos productos que te gustan para el cabello, y si me dejas malcriar un poco a mi sobrino.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora