Angie
No puede ser, no puedo estar embarazada ¿verdad?
Mayra me acompañó a la clínica me hicieron pruebas y me dieron las pastillas de día después, luego de esa noche en la que no recuerdo nada.
Mentira, habían pasado al menos 36 horas antes de tomarme la pastilla. Bendito Dios, estoy tan fregada justo ahora.
Cuando me desperté el ama de llaves, Tomasa estaba poniendo un algodón con alcohol en mis fosas nasales y eso trajo mi conciencia a la vida, me quedé en silencio bastante tiempo viendo a la nada sin saber muy qué hacer.
—No puede ser, yo... no, no puedo no — estaba hipando justo ahora en completo shock, gruesas lágrimas corrían por mi rostro con un miedo que paralizaba mis huesos.
—Tienes todos los síntomas, niña — se lamenta Tomasa, viéndome con pesar.
— Mi padre me va a matar — decrete — quiere casarme con un completo extraño en cuanto le diga que estoy embarazada querrá sacarlo y hacer como que nada pasó o de plano matarme Tomasa — en este punto estaba histérica mientras Tomasa me escuchaba paciente.
—Eso no va a pasar, yo no voy a dejar que paso algo así — se ve muy segura, pero yo no lo estoy tanto — además no podemos decirle, aún no de todos modos. Debemos encontrar alguien y la manera de proteger a la criatura.
—¡Nadie puede hacer nada! — me levanté de la cama, pero Tomasa con toda la paciencia del mundo volvió a sentarme para no dejarme perder la cabeza —temo por mí bebé.
— No — asegura ella — ese bebé tiene un papá, debes decírselo — habla decidida — escuché a tu papá hablando sobre él, algo sobre un Rey Rojo y dice que es un hombre importante y temido en su territorio.
Tomasa sabe que solo estuve con un hombre, pero no sabe que nos hemos visto varias veces después de eso, aunque nuestros encuentros son infructíferos sexualmente hablando.
Hasta ahora no había pensado en Ignati y si es o no viable en este caso, lo único que no veo como una opción es deshacerme de mi hijo, ya está dentro de mí y lo cuidaré de quien sea hasta de Ignati si hace falta.
Un instinto sobreprotector se despertó en lo más profundo de mi alma, queriendo proteger algo que no he visto y que no sabía que existía hace dos horas.
—Se lo diré, puede que sea mi única opción — estuve de acuerdo con ella — aunque no sé si lo quiera.
—Con que haga que no te maten me parece suficiente, niña —culmina Tomasa — ahora, tomate este caldo que te hará bien, no puedes estar sin comer, muchacha.
— Gracias — fue lo único que pude decir cuando ya ella me estaba dando una cucharada de la deliciosa y reconfortante sopa.
—Sabes que haría todo por ti, niña — la mujer vuelve a tomar mis manos entre las suyas y le creo, desde que llegue a este lugar fue mi única compañía que tuve.
— Aun no le digas a nadie, Tomasa — le dije con miedo — déjame ver primero como contárselo a él — pensar en el ruso me hacía ponerme cardiaca y no por lujuria estaba era el miedo lo que me invadía.
— Si nada sale como yo quiero... —no podía terminar la frase.
Mi padre pegará el grito al cielo cuando lo sepa tiemblo solo de pensar en lo que hará.
Deje que Tomasa me consintiera y me diera de comer y luego me recostó en la cama.
— No le diré a nadie, te conseguiré una prueba de embarazo, pero no puedes hacértela en casa — me advirtió el ama de llaves preocupada por mi bienestar.
—Lo haré en la universidad —le aseguré — es lo más segura que puedo estar fuera de ojos indiscretos.
—No le digas a nadie hasta estar seguras de todo — insiste y solo asiento y luego sigo devorando mi comida.
Recuerdo a Mayra y como yo nunca le he ocultado nada, pero necesito estar bajo perfil por un tiempo, dentro de unos meses no podre ocultar a un bebé. A mi bebé.
Comí toda la sopa y un trozo de pan con mantequilla de ajo que me había traído que estaba divino y con eso me acosté a descansar y ella se fue de nuevo para hacer la cena a la familia feliz.
Así le decía de niña, ellos aparentaban ser la mejor familia amorosa, pero solo quien vive dentro sabía la realidad como mi padre y esa joven sirvienta, me quede viendo el techo y decidí que no quiero eso para mí, independientemente de mi embarazo no quiero estar casada con alguien que me irrespete en mi propia casa.
Me levante en la madrugada sin poder dormir y fui a donde estaba mi espejo de cuerpo entero y me levante la camisa frente a este para ver mi abdomen que, aunque con ciertos rollitos está plano, me puse de lado y no se veía nada raro.
—¿Estás allí dentro? — le pregunté al espejo.
Estaba volviéndome loca, tal vez el estrés me tenía con vómitos y bajas de azúcar o solo tenía una simple anemia, pero la posibilidad de tener un bebé no me desagrada, no me fascina la idea de traerlo al mundo así, pero si ya llego lo recibiré con amor por muy asustada que este, a pesar de todo puedo llegar a ser valiente y pelear con uñas y dientes por alguien tan indefenso como mi bebé.
Volví a la cama e intenté dormir algo y fue casi imposible, cerca de las cuatro de la mañana me venció el sueño y a las 9 ya estaba en la ducha para ir a la universidad, desde hace unas semanas deje de hacer desayuno para todos antes de irme y mi padre jamás me reprocho por eso, en realidad cocinaba por exigencias de mi madrastra Renata.
— Buenos días, ¿cómo amanecen? — entré en la cocina.
Me había puesto un jean y una camiseta de Game of Throne que era mi serie favorita en el mundo, mi chaqueta de cuero negra y unos zapatos cómodos.
— Buenos días niña, estoy bien — contesta el ama de llaves, mi madrastra se le agria el rostro al verme y sonrío más amplio — ¿ya te vas a la universidad? — pregunta como quien no quiere la cosa revolviendo unos huevos y el olor me hace alejarme un par de pasos, trato de que no se note en mi cara mi malestar.
— Si, debo buscar unas notas — avisé para ella, sé que a Renata no le importa que hago o dejo de hacer.
Tomasa me pasa dos bolsas de papel marrón en lo que asumo uno es mi desayuno y el otro esperaba que fuera la prueba casera comprada en la farmacia.
—Ve con bien, niña — me da un pequeño y rápido beso en la mejilla.
—¡Ay, ya! Quiero mi desayuno, apúrate Tomasa — espeta mi madrastra.
Ella odia que alguien me trate con cariño, Tomasa sabe que es mejor hacerle caso, Renata ama que la desobedezcan para poder justificar que golpea a sus empleados como si fueran esclavos y yo lo sé muy bien, sin más salí del lugar y me monte en la camioneta que me llevaría hoy, no creo que sea buena idea usar la moto.
Llevaba el bolso como si llevara un sucio secreto dentro, pero no podía evitarlo, en cuanto pude bajarme de la camioneta me fui directa a la biblioteca donde me podía hacer la prueba en uno de sus baños, me metí en uno de los solitarios cubículos y las instrucciones al menos cinco veces antes de verdad entenderlas y no porque era muy difícil estaba tan nerviosa que no entendía nada.
Mayra era buena en estas cosas para mantener la calma
Orine encima del palito y lo que me pareció un tanto asqueroso de ponerle de nuevo la tapa, pero lo hice y espere no tan paciente, el minuto más largo de mi vida, luego de los eternos sesenta segundos en espera apareció una cruz en la pequeña pantalla.
Estoy embarazada del jefe de la mafia.