60. Ignati
Cuando estuvimos a solas en nuestro cuarto me le quedé viendo, aún no ha sacado el tema de su familia o su supuesta tía, ya no tan muerta como todos pensaban.
—¿Qué piensas hacer? —le pregunté— no tienes que darle nada— rompí el silencio.
—No le quiero dar nada. Pero si quiero recuperar mis cosas, si me llevarás a México… —me mira suplicante y negué con la cabeza.
Ella no iba a volver a ese maldito rancho decrepito.
—No vas a volver —le respondí más duro de lo que pensaba decirlo, no me gustaba la idea de ella cerca de ese perdedor de mierda— iré yo, solo debo hacer unas cosas antes.
Como darle una lección a mi hermanito.
—Bien —respondió simplemente— solo... no mates a nadie, Ignati.
«¿Qué no mate a nadie?» pensé extrañado.
Lo mataré sin pensarlo si vuelve a mencionar que mi hijo es suyo. Es simplemente ridículo.
—¿No vas a refutar a eso? —pregunté un tanto sorprendido.
—¿Servirá de algo? —preguntó de vuelta.
Touche.
—No. Solo quería saber si tenías objeciones —me encogí de hombros.
Mentir era gastar energía innecesariamente.
—Entonces ve por todo, no te diré que es, como dijo Alicia no se puede confiar en todos tus hombres —me dijo como consejo y no me gustó.
—Igor, Pavel y Mikhail son de fiar —repliqué— al igual que el hombre que te cuida día y noche. Son mis hombres de confianza sin meter a tres hermanos que están en mi nómina y de los cuales les confiaría mi vida— le contesté pensando en ellos.
—¿Quiénes son? —pregunta curiosa.
—Los hombres que te encontraron en esa montaña —le respondí seguro.
Casius, Lucius y Belius siempre serían de fiar, ellos son tan peligrosos como yo, no tienen más poder porque no es lo que les interesa y por eso, y más son de fiar.
—¿Podemos alejarnos unos días de aquí? —cambia de tema tan rápido que no me lo esperaba.
—Por ahora no es lo más conveniente. Puesto que les di una nueva Koroleva, ya mi madre te va a ceder el puesto. A menos claro, que quieras ser una esposa de casa —le informo no tan seguro de que decidirá ella— todo depende de lo que quieras ser.
—Podemos ir poco a poco, apenas quiero comer y dormir, pero estaré cumpliendo mi deber, lo prometo —dijo con solemnidad— no tengo intenciones de ser una esposa florero, mientras lo que haga no sea tan... ilegal.
—Lo sé —respondí tranquilo.
Es por eso que la elegí como mi Koroleva desde el principio, pero ella no esta lista para saber eso.
—Quiero comer algo delicioso —me pide con algo de vergüenza.
—Mi verga es muy deliciosa —le guiñé un ojo cuando me vio con la boca abierta.
—Eres demasiado pagado de ti mismo —me reprocha.
—No digo mentiras, si te arrodillas en la cama y te inclinas puede que también te guste la piruleta —luego de decirlo reí por las expresiones de su rostro.
—Eres incorregible e insaciable —me lo dice como regaño, pero veo la sonrisa que baila en su boca.
—Ven aquí —le demandé en un tono bajo y ronco— mi insaciable, angelito. A mí no me puede engañar, también te gusta esto. Ahora mismo quiero hablar de algo más, luego seguimos con esto, puedes vagar por toda la casa si te siguen tus guardaespaldas.
—Estamos con tu familia ¿acaso no estoy a salvo?
—Estás en la Bratva y ellos me respetan, pero siempre hay alguien que quiere el trono y no se lo dejarás fácil —le advertí— no quiero que se repita lo de Mikhail.
No se repetirá, yo me encargo de eso.
La besé lentamente saboreando a profundidad sus boca, sus labios se abrieron para recibirme mientras un jadeo se escapaba, me puse duro de nuevo y con todo el dolor de mis bolas me separé de ella para irme.
—Nos vemos mas tarde —me dijo en un jadeo sexy.
—Pide lo que quieras y te lo traerán.
Solo asintió y me fui.
Me monté en el auto poco después de salir de casa y mi chofer me guió a las afuera de la mansión, podía oler aun a mi esposa en el auto, me recosté en el asiento esperando que me llevaran a mi destino, poco menos de una hora y media el chofer interrumpe mis lascivos pensamientos de mi esposa.
—Ya llegamos, mi señor —me anuncia.
—Espera en el auto, máximo estaré una hora —ordené.
—Como usted ordene, jefe —asiente.
Me bajé y entré al gimnasio que le pertenecía a la Bratva, aquí entrenaba mis Vory V Zakone y su Vor, mi hermano.
Todos se quedaron callados en cuanto entré, hacía meses que no venía, antes era más asiduo y supongo que eso debe cambiar de nuevo, no puedo estar ausentándome de mis labores. Ya tengo a mi Koroleva en casa y mi heredero en su vientre; ya no tengo porque ausentarme más, a excepción de cuando nazca el bebé.
Divisé a mi hermano dentro del ring y me quité la chaqueta y se la di a una de mis esclavas, algunas son esclavas voluntarias, les gusta esta vida de peligro y sumisión, y muchas otras personas pagan deudas que tienen con la Bratva, sea lo que sea están disponibles para mí y los míos para lo que sea que queramos.
Me quité la camisa y se la dejé a la misma mujer que me seguía con mi chaqueta, con una sonrisa complaciente tomó mi camisa y la dobló mientras yo subía al ring de boxeo y quitaba al hombre que tenía los implementos de boxeo para protegerse de los golpes de mi hermano menor. De todas maneras la protección es pobre puesto que sangra y duda como un demente.
Me miró con los ojos desenfocados y supurando sudor, sin darle tiempo de nada lancé un derechazo que lo mando al suelo. Sí, es el Vor, jefe de mi ejército, pero yo soy el Pakhan y dos como yo no hay.
—Que sea la última vez que haces que mi mujer se aterrorice —le escupí en el suelo cerca de su cabeza— ahora, levántate para poder patearte el culo como es.
Escupió sangre en el suelo por mi golpe y se levantó de un salto sonriendo maniacamente.
—Tu mujer estaba donde no debía —gruñó.
Me lanza un golpe que esquivo con facilidad y comenzamos a pelear. Todos se acercaron para ver a su Pakhan pelear con su segundo al mando, Mikhail Volkov.
Esto no era algo anormal. Nos gustaba pelear entre ambos así como hacía padre cuando éramos adolescentes.
—Donde ella esté, es donde debe de estar. Toda la mansión le pertenece, ni tú ni nadie la hará sentir fuera de lugar, he matado por menos que por esto, Mikhail —le advertí.
Fue mi turno de lanzar golpes y ganchos que él bloqueó con sus brazos.
Tal vez no sea una pelea justa, pero me importa una mierda.
Con mi mujer no se va a meter mi él ni nadie.
—No me importa quién sea, solo que no se acerque a ellas —ahora es su turno de advertir.
—Ella no le hará nada a tus chicas —bajé las incrédulo por lo que llegaba a pensar este cabeza hueca— nadie les hará nada.
—Me las quieren quitar. En especial nuestra hermana —hace una mueca— la quieren alejar de mí, lo sé.
Le di dos golpes por estar descuidado que lo hizo caer de culo. Se levantó de nuevo sacudiendo la cabeza algo aturdido por los golpes.
—Si te dieras el tiempo de conocer más a tu propia hermana supieras que solo se preocupa por la chica y la bebé y que no quiere que sumes eso a tu conciencia —le confesé los miedos de nuestra hermanita.
Natalya no quiere que la condición de Mikhail empeore cuando rompa a esas niñas.
—Son mías —refutó— me importa un culo los demás.
—Algo te voy a advertir —le señale con los nudillos ensangrentados— con Angelie Volkova no te metas, está embarazada, imbécil.
—Bien, no me vuelvo a meter en su camino, siempre y cuando la vea lejos del mío —me dijo molesto.
Intentó agarrarme con la guardia baja y no pudo, lo arrinconé en una esquina y lo golpeé hasta que me cansé. Cayó al suelo cuál costal de papa inservible y me levanté por sobre él, mi sombra cubriéndolo como un manto de terror.
—No me importará que seas mi hermano, si contigo debo de hacer un ejemplo que así sea— me erguí más y los vi a todos alrededor del ring—. La Koroleva es intocable o los haré comer mierda en el infierno mientras lucifer se come sus entrañas.
Me bajé de un salto del ring, tomé mi camisa y chaqueta mientras seguía caminando y me las puse sin abrochar, una de las esclavas me dio un trago que rechacé. Necesitaba ir a casa y eso es justo lo que haría.