Ignati
Llegue temprano a la fiesta y vi cuando Jean Pierre Grimaldi llegó acompañado de su esposa horrenda, el idiota del hijo y alguien más que venía atrás casi escondiéndose, pase mi lengua por mi labio inferior detallando a la mujer, me quedé lejos de la familia Grimaldi y me acerqué a Connie quien aún seguía en la planta alta, pronto desaparecería.
Luego de que un par de hombres vieran mi cara de poco amigos de largaron.
—¿Quién es la morena que anda como el perro faldero de Grimaldi?— le pregunté cuando nos quedamos solos.
Si había algo que odiaba era la gente entrometida.
—Su preciada hija bastarda, Angelie McGuire— lo dice con cierto desdén.
—¿Es todo lo que tienes? — cuestione a la mujer frente a mí.
—¿Por que tanto interés por una bastarda?— Espetó enojada.
—No es tu asunto— replique mi respuesta.
—Hoy se ve diferente, el cabello no lo tenía así, parece que la pequeña perra italiana esta saliendo de su caparazón— detalla a Angelie desde lejos
Se veía retraida y callada, así no fue como la conocí, estaba más desinhibida, esta no es la chica que se metió en mi cama hace una semana.
No le pregunté más a Connie tenía la errónea idea de que todos los hombres le pertenecían y a veces era una perra con la competencia, una vez la vi echarle ácido a una chica en la cara por ver a su ligue.
Si hay alguien peligroso en la habitación es la mujer de metro setenta con cara angelical y cuerpo de modelo que parece no envejecer, me aleje en cuanto más gente llegó para alabar la fiesta o pedir el sello que los haría ir al paraíso.
Me acerqué a uno de mis hombres.
—Necesito información de una mujer y la necesito para ayer— le dije al oído en cuanto la vi de nuevo.
Mis hombres rodeaban las fiestas donde estaba de manera sigilosa sin alertar a nadie, le di la información pertinente y se retiró, luego de observarla por mucho rato la vi alejarse de su madrastra cuando su padre se fue para hablar con un diputado, levanté la ceja expectante a ver que haría, se veía comestible con ese vestido blanco volteaba la mirada de muchos hombres y las mujeres la veían mal.
Reconocían a una contrincante cuando la veían.
La vi bajar al segundo piso, la seguí y cuando fue su turno para mostrar el sello que sé que no tiene, casi se devuelve decidí actuar.
—Ella viene conmigo —puse su mano en la espalda para que no huyera.
Podía leer su cuerpo de manera correcta y la guíe dentro de la sala privada en la que solo entraban unos poco invitados, de hecho me sorprendió que Jean Pierre viniera con la mujer a él le encantaba bajar a los pisos inferiores.
Las fiestas de Connie son icónica, sin embargo es por las fiestas subterráneas que se hacen debajo de la supuesta élite de la ciudad, es aquí abajo donde esta la crema innata.
La decoración se basa en el blanco y dorado en toda la sala, la mujer a mi lado no dice una palabra, pero la veo temblar ligeramente.
Tal vez se pregunte como la reconocí, pero ese cuerpo me lo comí durante horas, una peluca y una máscara no me iban hacer dudar de quien es ella.
—Señor… Ignati — intentó entablar una conversación conmigo, cuando empezó a analizar su entorno y se envaró.
No contesté.