52 Ignati
No sabía si había escuchado bien.
—No. Puedo. Pasar —repetí lenta y mortalmente y ella tembló, pero no de miedo. Estaba expectante.
—No requiero tu presencia —levantó el mentón. Tenía cojones para hablarme así a mí, como si yo fuera desechable.
—Es nuestra noche de bodas— le dije tratando de centrarme en las señales mixtas que me enviaba.
—Y supe eso hace menos de doce horas— se veía ¿Indignada?
Resople.
Esto es nuevo para mí.
—¿Qué pasa con eso? —pregunté viéndola a los ojos un tanto perdido.
—¿Hablas en serio? —se cruzó de brazos enojada.
—Si no, no preguntara —fui tajante adelantando un paso y ella retrocediendo dos— no suelo perder el tiempo, así que no hago ni digo nada que no me beneficie y si quiero preguntar lo hago, porque necesito la respuesta.
¡Maldición!
—Y yo necesitaba ser informada de esta boda antes— se queja— así que bueno te toca ahora a ti. Vete de mi habitación.
—Es por eso que estás molesta— dije llegando solo a la conclusión.
Es estúpido, lo sé, pero no había considerado la idea de decirle, no había tenido que hacer eso... bueno nunca.
Las personas venían a mí por soluciones no al revés, así que no pensé en ella para resolver lo que había que hacerse. Simplemente lo hice y aún no veía el problema de eso.
—Salvé tu vida —le dije cuando note que no pensaba hablar— sin esto — nos señalé —serás enviada a la sede de Sarátov y serás tratada como una puta. Aquí no nos tomamos a la ligera a los bastardo y mi hijo no iba a nacer bastardo.
Mis palabras fueron como un golpe físico para ella, sus ojos se llenaron de lágrimas y maldije por lo bajo por eso. Ella es conocida como la bastarda con los italianos y no era eso lo que quería decir.
Pase las manos por mi cabello en un gesto frustrado por no saber explicarme con ella, yo doy órdenes no hablo con nadie.
—Gracias por salvar a tu hijo— habló bajito tratando de que no le temblará la voz, veía el esfuerzo que hacía— pero en otras instancias me gustaría que hablaras conmigo— su voz no era más que un murmullo.
—¿Por qué debo hacer eso? —era lo que no comprendía— no entiendo, hice lo que tenía que hacer.
—Nos queda unos años juntos, al menos hasta que las aguas se calmen y podamos divorciarnos —sus palabras encendieron una llama de posesividad que antes no había sentido con nadie— luego de eso podremos llegar a un acuerdo. No espero que me cuentes sobre tus negocios, pero con referente a este bebé quiero que mi opinión cuente. También es mío.
—Lo tendré en cuenta la próxima vez— le dije haciendo crujir mi cuello de la tensión que tenía —escúchame algo...
Su voz fue segura al hablar de nuestro hijo y podía ver la fuerza que sacaba para encararme, muchas personas se meaban encima al hablar conmigo cuando quería un favor que obviamente tiene un precio, pero ella está parada firme en toda su pequeña y delgada figura, su vientre abultado sobresaliendo como un pequeño botón, de espaldas ni siquiera parece estar embarazada, el fuego en su mirada se veía vivo.
Solo eso es lo que la hace más hermosa para mí. Tiene el valor para enfrentarme. Siempre lo tuvo, aunque no se dé cuenta.
—Te lo voy a decir una sola vez —dije despacio acercándome más y ella retrocedió hasta que ya no poder ir a ningún lugar—No nos vamos a divorciar, mi hijo y tú me pertenecen. Vete acostumbrado a ese hecho.