39- Bernardo
24 horas de haber escapado.
Esa sucia puta se largó sin dejar un maldito rastro, no sé por qué accedí a casarme con una mujer que no estaba debidamente educada con el concepto de un matrimonio italiano correcto.
—Se escapó por qué eres un incompetente —le hice saber con toda mi rabia al Don— me han humillado de la manera más vil y sucia posible, menos mal el señor Santori no pudo venir, tiene algunos problemas familiares.
—Pensé que ya lo estaba aceptando y no me hables así. Ten un poco más de respeto, no estamos al mismo nivel que no se te olvide eso — me recrimina el Don.
Odio que este vejete este por encima de mí en jerarquía, cuando obviamente no lo merece.
—Deberías retirarte, ya no tienes el olfato para esto —me quejé de mala manera —era obvio que iba querer huir, no la criaste como una dama italiana, sino como una americana liberal más ¿ya hablaste con los empleados?
—Si y se revisaron las cámaras y baja ese tonito que conmigo no va —Tanto el Don como yo teníamos los humores revueltos, sería mejor no empujar demasiado.
Aún necesito a la bastarda, Luca no sirve para ser el Don y aunque Santori los elige y mi voto cuenta no es nada seguro que ese Stronzo tenga el nombramiento que necesito, Luca es más fácil de manejar que el vejete este.
No soy tan tonto, ir en contra de Gio sería mi perdición y no soy tan tonto para hacer suicidio dentro de la organización más importante de la mafia italiana.
—No entiendo cómo pudo escaparse, estoy seguro de que alguien la ayudó— pené en voz alta.
—No sale en las cámaras, se tuvo que haber escondido muy bien ni tus hombres ni los míos la vieron salir. Su moto está en el taller—enumera las pocas posibilidades que tenía esa maldita de irse, al final de nada sirvió.
Llevaba veinticuatro horas de ventajas, todo estaba en su lugar como si ella fuera entrar por la puerta para casarse, obviamente eso sucederá, pero no hoy. Caminara al altar así sea atada con cadenas en los tobillos, de eso me encargo yo.
Esta humillación me la cobraré.
Paso mi mano por mi cicatriz en la cara cortesía del maldito ruso, ese es otro que me tiene obstinado, aun no tengo las herramientas para deshacerme de alguien de su calibre.
Le limpiare el camino a mi capo y estará orgulloso de mí.
—Mejor me voy a casa si saben algo de ella me llamas —no quería seguir escuchando excusas estúpidas.
Ignoré a la esposa necesitada del don y me largué lo más rápido que pude. Aún sigo creyendo que alguien la ayudó a escapar, pero se les interrogó a todos y nadie sabe nada, nadie vio nada. Es inaudito.
Llegué a la casa y escuché gritos y ruidos de vidrio astillándose en la cocina y resoplé enojado, odiaba las mujeres desobedientes, mi madre fue una y mi padre le hizo pagar eso muy caro, nunca pensó en lo que era mejor para todos, es por eso que me gusta domarlas. Caminé a la cocina para encontrarme a mi primo con los pantalones abajo sometiendo a una de mis esclavas, la chica tenía su vestido subido hasta su cintura y la cara roja mientras mi primo le sujetaba las manos a la espalda con una de las suyas y su otra mano sosteniendo su cabeza para que no la levante del frío mármol.
—Para eso tienes una habitación —reprendí a Beto por usar mi cocina de esa manera.
—Lo sé —jadeo en respuesta mientras no dejaba la intromisión a mi esclava— tus esclavas siempre me están haciendo ojitos, pero esta se cree más que nadie y me rechazó, solo le estoy dando una lección, las perras como ella deben aprender a mantener las piernas abiertas y el coño mojado para todo momento.