27- Angie

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27 – Angie

La brisa choca con los árboles en su particular danza, mi mirada ve las hojas moverse y algunas desprenderse y bailan al compás de la brisa fría y sonrío, al menos alguien aquí es libre.

—¿Está bien, Angie? — me pregunta Billie, uno de los hombres de mi padre.

Me gustaba que los hombres de mi padre pudieran llamarme por mi nombre cuando él no estaba cerca, cabe acotar que no todos se atreven hacerlo, al menos los más cercanos a Tomasa y a mí lo hacen, algunos son demasiados leales a mi padre como para llamarme Angelie o Angie.

—Quisiera poder volar — respondo a su vez, ignorando su pregunta, hace unas semanas dejé de ser feliz, desde que amanecí en la cama del peligroso mafioso que pareció ser mi peor error.

Pienso en mi bebé y me arrepiento de mis malos pensamientos, sino hubiera amanecido en la cama de Ignati Volkov no estuviera este pequeño pedazo de vida dentro de mi cuerpo creciendo con un apetito voraz.

—Debería ser genial —respondió el hombre sonriendo, Billie jamás juzgó mi soñadora mente.

Los hombres de mi padre siempre fueron amables conmigo, aunque no tenían por qué serlo, ellos me trataban bien y a veces me veían con lástima por el trato que recibía de Luca, Regina y hasta de mí padre.

—En días como estos extraño a mi madre —mi voz sale estrangulada al final y no me gusta que sea así, pero en días así no extrañarla es imposible.

—Conocí a tu madre — dice una voz llegando a nosotros y me tenso al instante, decido no moverme de mi lugar, es mejor verlo aquí que en mi habitación.

Sin embargo, me giré inmediatamente ávida por la historia, todo lo relacionado a mi madre me daba curiosidad, había cosas de mi madre que aún no sé y eso me mata.

—¿La conociste? —pregunté con una pequeña sonrisa hacia el recién llegado Bernardo.

—Sí, tu padre y yo hacemos negocios desde que mi padre... murió hace quince años, pero a ti nunca tuve el placer de conocerte— comenta con una un aire relajado.

¡Gracias a dios! Pensé de inmediato.

—No me gustaba interactuar con los amigos de papá — respondí volviendo a ponerme sería.

En ese entonces Jean Pierre no me había reconocido como hija frente a la sociedad, siempre seré una bastarda a sus ojos, a los ojos de la sociedad, todo por un apellido o mi gran parecido con mi madre y no hacia mi padre, supongo que el hecho de que no quiera cambiar mi apellido también tiene que ver.

—He venido cada día durante tres semanas y aún no me regalas una sonrisa, salvo por hoy cuando hablé sobre tu mamá— guarda uno de mis rizos detrás de mi oreja y me encojo queriendo saltar de mi piel, dejó caer su mano y algo oscuro ocupo sus ojos y tragué saliva, no sé por cuanto tiempo Bernardo será benevolente conmigo.

Su toque me parecía repulsivo y lo notó porque se retiró dos pasos no queriendo incomodarme o eso quería creer, Bernardo era de buen ver, pero me doblaba la edad y simplemente había algo en él que no me gustaba, a mi mente llego la fría mirada azul de Ignati y supongo que es por eso que no me gusta, ya fui reclamada una noche por un extraño, se siente erróneo que otro me toque en su lugar y lo compruebo cada vez que Bernardo hace ese tipo de cosas.

Ignati Volkov quería que me alejara de él, pero simplemente es imposible, me comprometieron sin querer hacerlo y sin saberlo, además recuerdo el anuncio de mi padre y aun recuerdo la rabia correr por mis venas.

—Me obligan a casarme contigo, el día que me digas que ya no quieres casarte y que soy libre ese día te regalo una enorme sonrisa —mi honestidad salió a flote.

Su rostro cambió inmediatamente por uno más molesto y enfurruñado por mí respuesta sincera.

—Lamento que sea así. Es lo único que no puedo cumplirte — mete las manos en sus bolsillos.

Los guardias se alejaron algunos metros para darnos privacidad y eso no me gustó, más no hice nada para moverme de mi lugar, la brisa estaba bien, me sentía cómoda y hacía poco había merendado algo, sentía que podía ser un poco optimista con respecto a Bernardo y llegar a su corazón para convencerlo.

—¿Por qué querrías casarte con alguien que apenas conoces? —le pregunté sinceramente.

Ese tipo de cosas no cabían en mi cabeza, no entendía de que le servía estar con alguien que no conocen y que capa y nunca se lleven bien.

—¿Tú padre no te explicó? — negué a su pregunta por qué era cierto, mi padre y yo apenas hablamos, cada vez que quería acercarse yo me iba a mi habitación o no hablaba y él se rendía y se iba— tengo negocios con él que son... delicados y tú eres el lazo que va unir nuestro trato.

—Soy una persona, no un objeto de cual disponen a su antojo.

—En tu mundo puede que sea así, en el nuestro no se ve eso, admítelo y todas tus amigas se han ido casando ya— me señala — ley de vida dentro de la mafia.

—No tengo amigas, nadie aguantaba que mi padre me pusiera guardaespaldas y al final me abandonaban— le dije la verdad —además no soy una mujer de mafia, mi padre me mantuvo alejada de los asuntos, mi madrastra no me soporta y mi medio hermano es un idiota.

—Vi a una rubia en nuestra fiesta de compromiso— me recuerda Bernardo.

Mayra... sé que estuvo allí, pero luego del nombramiento de nuestro compromiso no quise hablar con ella y por lo poco que vi persiguió a Luca a cada lugar que iba de manera disimulada el resto de la noche.

—Se llama Mayra y no sé cómo soporta esta situación, no la he podido llamar mi papá me quito mi celular— me lamenté.

La única persona a la cual le hablaba era a Mayra y mi padre ya me quitó eso.

—¿Si te lo devuelvo me das una oportunidad de conocerme? —indaga viendo una grieta en mí que podía explotar.

—Creo que puedo intentar eso— sonreí en una mueca sin mostrar mis dientes.

Él cree que soy una chica tonta, una más del montón, no es así y no me como sus mentiras, recojo mis piernas cerca de mi pecho y pongo mi cabeza en mis rodillas viendo a los árboles y unas pequeñas ardillas recolectando comida para el invierno, poco después Bernardo se rindió y se largó.

Algo me dice que volverá como todos los días las últimas semanas.

Mucho tiempo después afloje mis piernas y las solté, mi cuerpo entero comenzó a protestar de lo entumecida que me sentía, uno de mis guardaespaldas se acercó a mí tendiendo su mano, la tomé y deje que me ayudará, volví a mi habitación para desnudarme y llenar la bañera, busque unas velas aromáticas y algo de música con Alexa y me di un relajante baño, recordando a cierto hombre que no debería estar en mi mente, pero como le digo que salga de mi mente, me gustaría recordar esa noche, solo he logrado recordar algunas palabras y flashes de esa noche, es como un rompecabezas donde me faltan piezas, piezas que quiero recordar.

Me quedé en la bañera hasta ponerse fría el agua y no me importó que mis dedos estuvieran arrugados por el tiempo bajo el agua no quería salir y enfrentar mi cruda realidad. En una semana me caso, vi hacía el vestidor desde la bañera tenía una vista perfecta de toda mi habitación y allí estaba mi vestido empacado en su protector listo para esperarme, Jean Pierre supo que no iba a participar en nada de la boda y lo escogió mi malvada madrastra, Renata le encanta hacerme sufrir y por eso escogió el vestido más revelador que consiguió, mi mano instintivamente a mi estómago, aún seguía plano y esperaba que siguiera así un poco más de tiempo.

—Mamá ya no puede esperar al príncipe azul para que la rescate en lo alto de la torre, me pondré mi armadura para salvarnos, mi amor —le hablé a mi bebé.

Ya no esperaría más, tendré que huir para salvarnos.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora