37- Angie

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38- Angie

Luego de la parte sentimental nos preparamos para el viaje, así que fui al centro con Lupe para comprar lo necesario, me dio varias cosas como comida, botas de montañas y un cuchillo de cazador, no entendía muy bien para que era, pero le hice caso y compré todo junto con otras cosas más que creí necesario, aunque ella insistía en que nunca hiciera una fogata si los coyotes no me lo permitían.

—Normalmente nosotros queremos saltar el charco así que hay poca gente que va a visitar a sus familiares y aproveche uno de esos viajes— me cuenta Lupe.

—Gracias, en serio muchas gracias por lo que haces por mí — no sabía como expresar mi agradecimiento —tú y tu familia merecen mil bendiciones por esto que hacen.

—No pasa nada, se ve que lo necesitas —se encogió de hombros —quería saber algo ¿tienes quien te reciba en México?

—No, la verdad quiero pasar desapercibida —comente viendo mis manos junto a una taza de té.

Estábamos descansando en una coqueta y rústica cafetería en el centro de Texas, luego nos iríamos de vuelta a su casa.

—Lo sé, me lo imagine —sonrió y tomo mis manos para tranquilizarme —tengo familia en un pueblo que creo que pueden ayudarte, lo hable con mamá y está de acuerdo.

—No creo que sea prudente —pensé en voz alta.

No quería poner a nadie en peligro, debo llevar una vida solitaria alejada de todo y de todos, es lo más seguro no sólo para mí sino también para ellos.

—Insisto, ellos necesitan alguien que les ayude por un tiempo y creo que te hará bien.

—¿En serio? —no estaba tan segura de aceptar.

—Mira te daré la dirección y solo debes decirle que vas de mi parte, si cuando estés en México no quieres llegar a la dirección no pasa nada, al menos déjame darte los datos.

—Esta bien, me parece buena idea —accedí.

Poco después nos fuimos a casa a esperar que se hiciera la hora para irnos.

La noche llegó y la hora de irme estaba llegando, no pude cenar más que dos bocados de la deliciosa comida que me dio la mamá de Lupe, no sabía como saldría la noche y estaba preocupada, habían pasado tres días desde que me escape y siento miedo de que consigan antes de llegar a México, ya luego veré a donde agarro, lo más importante es irme, cruzar frontera y desaparecer.

Me puse un cómodo mono, una camisa básica y unas botas, en la mochila traía aun más cosas, no me pesaba tanto, pero Ernesto insistió en llevarlo él, antes de salir de casa y montarme en el Jeep de Lupe, la señora Cristina me detuvo y me dio una pequeña bolsa de regalo, la abrí algo dubitativa hasta que saqué unos pequeños escarpines con unas alitas de ángel bordada, lágrimas corren por mi rostro nuevamente y mi mano fue a mi vientre plano.

—Cuida a esa criatura, pareces una muchacha buena, sé que huyes de algo realmente malo, pero este pedazo de ángel es lo que te da fuerzas— cuando terminó de hablar me lancé en sus brazos queriendo otro de esos abrazos tan llenos de cariño que ella regala.

—Gracias, señora Cristina usted y su familia son un bálsamo para mi corazón lastimado— y lo decía en serio.

Había perdido la fé en la humanidad, había perdido más que la fé en las personas por estar rodeada de mafiosos y personas sin alma, más frías que el hielo y no quiero que mi hijo tengo eso.

—Los chicos no saben, pero yo lo supe desde que entraste por esa puerta, muchacha— me confiesa— no te preocupes, por ahora tu secreto esta a salvo conmigo— me tranquiliza.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora