31- Angie

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31- Angie

Tomasa tenía todo pensado y por eso me pidió paciencia todas estas semanas, con alguna excusa tonta mandé a las dos personas afuera con ordenes explicitas de Tomasa.

—Necesito un broche azul —me quejé —tengo algo nuevo, algo prestado, algo usado me falta solo algo azul.

—Lo sentimos, no trajimos nada remotamente parecido— se lamenta una de las muchachas— no sé porque no pensamos en eso.

—Pero no me puedo casar así —comencé uno de mis dramas —en serio no puedo casarme así, soy muy tradicional, es algo que me gustaría cumplirle a mi difunta madre, que en paz descanse— me hice la señal de la cruz.

"Madre, discúlpame por blasfemar de esa manera" pensé.

Mi voz de lamento era acompañada por una cara afligida acorde con las tonterías que soltaba mi boca, todo sea por salir de este lugar hoy con vida. Las mujeres se veían entre ellas sin saber que hacer un tanto confundidas.

—Podemos.... Tal vez preguntarle a su madre — ofrece una, casi vomito el contenido de mi estómago, pero no las corregí al decirles que Renata y yo no compartíamos sangre, eso era lo de menos ahora.

—Sí, y si no tiene yo salgo a comprar algo azul.

—¿Harían eso por mí? ­— pregunté esperanzada, queriendo que se fueran del cuarto.

Había maletas con ropa para mi luna de miel, el desastre de los maquillistas estaba siendo recogido por Tomasa mientras yo hacía mi pedido a las dos únicas personas que tenía que deshacerme y prefería hacerlo por las buenas.

—Podemos hacerlo, ¿verdad Bree? — me responde una de las chicas.

—Gracias, gracias — brinque varias veces de real emoción.

No quería matarlas, pero lo haría con tal de escapar de esta jaula, estoy cansada del encierro y no pienso cambiar una jaula por otra.

Las chicas salieron comentando a donde irían a comprar el broche azul, les insistí un poco más y se sintieron capaz de ir a Tiffany con mi tarjeta de crédito.

"Mamá ya se puso la armadura, mi bebé hermoso" pensé para mí, un mensaje que era solo para mi bebé.

—Esto tiene que salir bien— miré a Tomasa cuando ya estábamos solas.

—Saldrá como tiene que salir, muchacha— me miró con amor.

Tomasa a sido la única que de verdad me quiere en está casa y lamento haberme dado cuenta tarde.

—Gracias por arriesgar todo por mí— contuve las lágrimas nuevamente, ella ha sido la única que me ha ayudado.

—Vales la pena muchacha, en unos meses nos vamos a encontrar y me iré contigo, pero es mejor que sea cuando bajé la marea— toma mis manos mientras me dice estas palabras que me dejan más tranquila.

—Ponte esto y sigue a quien este afuera, confía en mí— los nervios me tomaron, pero asentí segura.

Tomasa jamás me ha fallado, espero que cuando más la necesite no me deje.

Me puse un uniforme, no me dio tiempo de quitarme el maquillaje, pero escondí mi abundante cabello rizado bajo una peluca de cabello liso y marrón, el uniforme de los empleados de la fiesta era Vinotinto y se supone que podía vagar con tranquilidad.

 En cuanto salí vi a Billie en la puerta, me sentí palidecer y él se dio cuenta porque enseguida buscó calmarme.

—¿Llevas lo necesario? —me pregunta dando a entender que sabía lo que haría, las lágrimas acudieron a mis ojos, más no las dejé caer, no era el momento.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora