19- Angie

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Angie

Guardé la prueba en mi bolso cuando logré meterla de nuevo en la caja, no sabía muy bien que hacer, pero supongo que debo apechugar con lo que venga y proteger a toda costa mi bebé.

Salí del cubículo solo para encontrarme con Ignati, el padre de mi hijo, salté sobre mi piel cuando lo vi, mi corazón comenzó a golpear mi caja torácica con rapidez.

—¿Qué haces aquí? — le pregunté agarrando más mi mochila, me di cuenta que puede verse raro así que la puse en mi hombro.

—Hiciste caso el día de tu cita — me recuerda él con soberbia y una rabia se enciende dentro de mí nuevamente.

Odio que me trate como si fuera un cacharro obediente.

—Solo quise irme a casa, porque un demente me sigue a todos lados y se mete conmigo a los baños —le recrimine, pero parece no afectarle ni una pizca mi acusación — podría acusarte de acoso.

Estoy perdiendo el tiempo, debería decirle de una vez lo del bebé, pero no es fácil sacar estos temas a colación.

—Quiero verte intentarlo — se oía seguro y sé que es una estupidez, debe tener más conexiones que mi padre si es verdad lo que el bajo mundo dice de él, debo averiguar más sobre el futuro padre de mí — no estoy aquí para eso.

—De todas maneras, aun no me dices que quieres, señor Volkov — me irritaba de sobremanera este hombre.

Se encoge de hombros y por un momento se ve perdido, luego carraspea y lo que sea que había en sus ojos por esos segundos fue devuelto al fondo.

—Vine porque quise y ya está — se encoge de hombros.

—Quería hablar contigo, supongo que es bueno que vinieras — le digo suavemente recordando la prueba.

—Será otro día, debo irme — habla viendo su celular cuando a este le llega un mensaje.

—¡Oh, si! No hay problema — le digo cuando ya va camino a la puerta acobardándome.

Se devuelve y me da un fugaz beso cargado de deseo que me deja gimiendo en su boca.

—Maldición, angelito no gimas de esa manera, en serio debo irme — gruñe enojado — te haré pagar por eso luego.

Y con eso se va.

Y se me olvidó decirle del embarazo, pero ya nos veremos luego. Espero.

Iba a votar la prueba, pero si él me pregunta estar segura me gustaría mostrárselo, salí del baño para sentarme en la mesa menos concurrida viendo a la nada, no tengo mucho dinero si vendo a Missy puedo costear un par de cosas, pero debo conseguir un empleo, lo más probable es que mi padre me corra de casa por haber engendrado un hijo fuera del matrimonio, y eso que él no es el epitome de las reglas, pero no daré nada por sentado, mi madre pudo mantenerme ocho años ella sola bailando en un club de mala muerte, no correré la misma suerte que ella, puedo con esto.

Me pongo a trazar un plan en mi cuaderno para conseguir más dinero, normalmente a papá no le importa lo que gaste de la tarjeta, puedo sacar dinero e ir guardando un poco en una cuenta de banco nueva y mía para que no se dé cuenta, esto asumiendo que todo vaya de la mierda.

Me regreso a casa en la tarde y voy directa a mi recámara, antes les dije a los chicos que pasaran por el super, en mi nevera puedo tener carnes y esas cosas sin que se dañen, me estoy preparando algo de buena comida cuando llega Tomasa a ver como estoy.

—¿Estás bien, niña? — me pregunta Tomasa, últimamente Tomasa es lo único bueno que hay en esta casa, cierra la puerta y camina a donde estoy.

—Estoy bien, me comí el desayuno que me guardaste, estoy cocinando algo más, debo estar fuerte — agrego picando cebolla y pimentones morrones para lo que se me antojo comer.

—Mi niña linda — aplaudió mi nana varias veces.

Nana llegó a esta casa al mismo tiempo que yo, es por eso que su lealtad no está completamente con mi padre, el Don. Se acercó a mí y me besó, me abrazo mientras volví a quebrarme en sus brazos.

—Hoy vi al padre, pero no pude decirle nada, fue un encuentro muy rápido —le dije bajito, me lamenté no haber sido más rápida.

—No te preocupes encontraremos el modo, te volverá a buscar — asegura mi nana.

No estoy segura de que Tomasa tenga razón, en algún momento el ruso puede cansarse de eso o tal vez devolverse a su tierra.

—¿Le contaste a alguien? — preguntó el ama de llaves preocupada, me limpié las lágrimas.

—No, tienes razón es mejor no meter a nadie más en esto —hablé con la voz estrangulada de la angustia.

Me quitó la tabla de picar y comenzó a ayudarme, hice un poco de arroz blanco, carne y una ensalada muy resuelta, Tomasa comió conmigo, hoy la madrastra malvada no la necesitaba, pocas veces llamaba a la esposa de mi padre por su nombre, aunque ella no sabía cómo la llamaba en secreto.

— Duerme un poco, niña — beso mi frente y se fue.

Poco después de media hora mi padre irrumpía en mi habitación sin tocar y sin importarle si tal vez estaba dormida.

—Tomasa me dijo que tienes un virus y no te sientes bien — cierra mi padre la puerta.

—Es cierto — confirmé, era lo mejor por ahora. Mi pequeño virus crece en mi vientre cada día más.

Mi padre es capaz de muchas cosas cuando las personas le llevan la contraria, he sido testigo de eso.

—Espero mejores, ¿ya fuiste al médico? —indaga abriendo mi nevera y viendo mi comida recién comprada y que Tomasa me ayudo a acomodar en los estantes y el refri, por suerte no preguntó a que se debía, pues sabía que a veces me gustaba mantener comida aquí abajo para no molestar a su esposa — puedo llamar uno.

—No, Tomasa me dio un té dice que eso calma mi estómago — le dice sin salir de la cama, tragándome los nervios.

Parece que quiere decir algo, pero luego se retracta.

—Bien, me voy tengo una reunión a la que no puedo llegar tarde — me avisa como si fuera a retenerlo, ya no tengo 10 años.

—Que te vaya bien, padre — lo despedí sin miramientos y con algo de recelos, aunque sé que no sabe nada de la verdad de mi bebé me asusta que lo sepa y quiera arrancarlo de mis entrañas.

Poco después mi padre también salió de la habitación, me acosté a ver el techo, hace unos años lo había pintado de un azul tan oscuro que casi parecía negro, le hice unas cuantas nubes grises y el salpique de estrellas no podía faltar, me gustaba ver una noche estrellada, pero estando en la ciudad se volvía algo difícil, pose una mano sobre mi estómago pensando en mi bebé y como sería, pensé en mi madre y en cuanto la necesito justo ahora para un consejo.

Un aborto no es una opción para mí, no me importa criarlo sola, pero también sé que Ignati es un hombre peligroso y no tengo idea de que piensa sobre los hijos en un futuro inmediato y me aterra pensar que se pondrían de acuerdo con el Don Grimaldi solo para deshacerse de mi bebé como si no fuera nada importante.

Trago saliva y me digo que de igual manera debo decirle, ya iré haciendo planes sobre la marcha, espero que quiera un hijo, tal vez ya tenga una esposa con hijos y no necesita el hijo bastardo de una negra, lo que si es cierto es que debo arriesgarme, debo gastar todas mis municiones para mantener a salvo a esta criatura.

A los italianos ciertamente no le importan mucho de dónde vienen los hijos, pero no sé cómo es la Bratva y sus reglas, sé escucha peligrosa y haré lo que sea por mi hijo, así sea traicionar a mi padre e irme al bando que le convenga a mi hijo o alejarme de todos. 

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora