29- Bernardo

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29- Bernardo

Hoy se supone que es el día más importante de mi vida y heme aquí con un trago en la mano y la otra en el cabello de una profesional mientras me hace una felación, echo la cabeza atrás cuando siento el inminente orgasmo comenzar en la base de mi columna, mis bolas cosquillean y veo a la chica tragar diligentemente mi esencia cuando termino en lo profundo de su garganta.

—Buena chica —le di unas palmaditas en sus mejillas.

—Gracias —murmuró viendo al suelo del despacho.

—¿Ves? Si te portas bien te irá bien, Camile —me burle, aunque eso ella no lo sabía.

—Si, señor —contestó bajando la voz y la mirada aun clavada en el piso.

—Lárgate y manda a llamar a Heriberto— demande un tanto irritado, mientras acomoda a mis pantalones.

Pocos minutos después entró mi primo a mi despacho con una sonrisa perenne.

—Me dijeron que me buscabas —habla con una sonrisa torcida.

—Nada puede salir mal hoy —le señaló con la mano donde tengo la copa agarrada— va a querer huir.

—Se duplicó la guardia, tranquilo —me habla de manera relajada— las cámaras están vigiladas, relájate.

—Heriberto... por qué eres mi primo que si no... —deje al aire la promesa de muerte.

Si hubiera sido por mí me hubiera casado esa semana al anunciar el compromiso, pero le hice caso al idiota de Grimaldi más que todo para tenerlo contento.

—La chica esta encerrada desde hace un mes, no ha intentado nada así que no veo el problema —se mete las manos en el bolsillo.

—Me importa un carajo, cuida todos los puntos ciegos, esa casa tiene demasiados y no confío en él Don— maldije por lo bajo.

Si quiero el control de la trata de blanca necesito al viejo de mi lado, Luca tiene razón, aun no me puedo deshacer del viejo.

—Nunca confías en nadie — se encogió de hombros.

—No tengo por qué hacerlo —bufé. Es un idiota que no entiende nada, si en este negocio confías en alguien mueres, así de sencillo

—Vi a Camile salir de aquí —brinco de un pie a otro ansioso.

Sonreí como el depredador que soy, no por algo me llaman domador de bestias, no hay nadie que no pueda doblegar.

—Sí, la estoy entrenando— respondí viendo mi vaso de licor.

—Me gustaría probarla —relamió sus labios.

—Puedes buscarla, solo no la mates— le advertí —debo arreglarme para ir a la mansión Grimaldi.

—Estaré al pendiente de todo— me asegura.

—Si no sale bien, lo pagas tú —lo amenacé.

Sonrió como si fuera seguro, algo me mantenía intranquilo y creo que era la tranquilidad de Angelie, es una mujer que siempre vivió su vida a su manera dentro de las restricciones del Don, pero estudió tranquilamente cosa que otros Don no permiten, ella tenía una sensación de libertad que se le quitó de pronto, algo me dice que no se quedará tranquila.

Me di una ducha a conciencia y retoque mi barba odiaba verme en el espejo ahora que tenía la cicatriz que me hizo Ignati, el cirujano estético insiste en que debe curar bien antes de hacer cualquier cosa, salí del baño y revisé que todo estuviera bien y me fui a vestir, la señora Renata mi futura suegra me hizo llegar el traje de tres piezas desde hace unos días, debía ponerme hoy, la corbata era amarillo intenso y todo el traje negro con su camisa blanca, en cuanto tuve todo listo, metí mi arma en mis pantalones y me fui rumbo a la casa del Don.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora