47- Angie

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47- Angie

Se puede pensar y soñar en un beso muchas veces, pero la realidad superaba todo.
En el pequeño espacio donde nos encontrábamos todo se sentía tres veces más de lo que estaba segura había sentido hace tres meses atrás. Todos mis sentidos estaban sensibles y alertas.
Pese a lo que pensaba no se molesto por que yo quisiera traer a su hijo al mundo y tampoco dudó de su paternidad eran unos grandes puntos a su favor.
Su lengua se movía dentro de mi boca queriendo succionar la mía y lo dejé, el agarre en mi cabello era fuerte moviendo mi cabeza a su antojo para besarme más duro, más profundo, más caliente.
Para este momento tenía un charco de mis jugos entre mis piernas, queriendo que me toque más, sentía que la ropa me estorbaba aún así solo recibí y entregue lo mismo que él, le dije con besos que lo había pensado muchas veces y, que me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes.
Se separó de mí tan rápido como llegó y me dejó aturdida, me tomó de la mano y me guio afuera porque al parecer el elevador había llegado a nuestro piso, parpadeé varias veces para enfocar bien la vista, creo que el hombre me dejó bizca, aún así no me quejaba.
Quería terminar esto cuanto antes.
¿Querría él lo mismo no?
Entramos y ya las bolsas de compras no estaban y le iba a preguntar por ellas cuando llegó por mi espalda, tomó mi mentón y lo giro a un lado para enfrentarme.
—Puedo olerte, angelito— susurro con esa voz ronca peligrosamente más baja —ahora me pregunto cuán mojada estas.
—Averígualo —jadee con valentía en sus labios y sonrió antes de besarme de nuevo.
Su mano en mi mentón bajo a uno de mis senos en donde pellizco y acarició sobre el vestido, para este punto mis pezones eran dos puntas de diamantes listas para cortar, su otra mano acarició mi vientre hinchado y luego bajó hasta el dobladillo del vestido, subió mi vestido que solo llegaba a mis rodillas y tocó mi pantys húmedos evidencia clara de mi deseo por él.
—Así me gusta— gruñó apartando mi braguita para colar un dedo dentro de mí sin aviso, mis paredes lo apretaron en el segundo que entró y yo gemí dejando caer mi cabeza en su hombro, cuando su pulgar tocó mi hinchado clítoris sabía que esto no tomaría mucho tiempo, mis hormonas han estado locas estos meses, este hombre de por sí ya me vuelve loca y parecía que sabía que botones tocar para que yo fuera oro líquido en sus manos.
En menos de cinco minutos se estaba tragando los gritos evidencia de mi orgasmo quedando laxa entre sus brazos.
Su mano salió dentro de mis pantys y lo escuché lamer sus dedos y saborearse como si fuera un exquisito dulce y solo así quise más. Me cargó y me llevó a la cama, mis ojos se cerraban solos y lo escuché susurrar algo en ruso que no pude entender puesto que la bruma de satisfacción recorría mi cuerpo y nublaba mi cerebro.

***
Al despertar de nuevo note que era casi mediodía por el reloj de la mesa a mi lado y mi estómago rugió en acuerdo con el horario, el orgasmo me había dejado fuera de combate por al menos cinco horas.
Creí que Ignati había dicho que nos íbamos después de desayunar ¿porqué no me despertó?
Me fui al baño, hice de mis necesidades y lave mi cara, había un pequeño neceser del hotel para un skin care que aproveché alegremente y me sentía más fresca, salí y allí esta el hombre de mis pesadillas y de mis sueños más sórdidos, no negaré eso a estas alturas.
Tenía un traje diferente al de esta mañana que a leguas se veía costoso con corbata roja y camisa blanca, su barba se veía más arreglada y corta, y sus afilados ojos se suavizaron un poco al ver mi estómago, cosas raras empezaron a bailotear en mi estómago y tal vez eran gases. No podría ser otra cosa.
—Lo siento, no tengo alarma y no me despertaste —le acuse un poco avergonzada de que el viaje se atrasara por mí.
—No pasa nada, de todos modos aproveche e invite a un amigo por unas copas y ya estoy de regreso— comenta tranquilo.
—¿Tienes amigos? —pregunté sorprendida y su semblante cambió.
Mierda. Metí la pata.
—Socio comercial, es lo más cercano que tengo a un amigo —hizo algo con el ojo izquierdo y note que mentía, sonreí y lo dejé correr, si no quiere admitir que tiene amigos no me importa mucho.
—Que triste —dije con un ligero tono de burla al pasar junto a él.
Me escoció la nalga cuando sentí la bofetada que le dio a mi culo y me volteé indignada, sorprendida, excitada y molesta a partes iguales.
—No te burles—me acusó, pero una sonrisa bailaba en sus labios aunque desapareció tan rápido que parece que me lo inventé.
—Lo siento —bajé la mira al suelo en forma sumisa, su mirada era demasiado intensa para soportarla todo el tiempo, para mí requería gran valor hacerlo.
—Mejor vámonos, de lo contrario te follare hasta la semana que viene y no caminarás en un mes —puso su mano en mi espalda y gentilmente me guio afuera.
Habían menos cantidades de carros, al menos la mitad por lo que supongo que se adelantaron algunos.
—¿Los demás se fueron? —pregunté apenada por hacerlo perder el tiempo.
—Los mande adelante mientras me veía con Pedro para hablar sobre una mercancía que necesito— me daba mucha curiosidad quería preguntarle, pero no sabía si me respondería.
—Esta bien, me alegra no haber estropeado tus planes.
—Solo se modificaron, angelito —nos montamos en el auto en cuanto salimos del hotel y nos llevaron al aeropuerto, nos saltamos varias filas y me llevó a un lugar apartado, en donde estaba un Jet privado algo diferente al que usamos para llegar aquí.
Este era completamente negro con un león en dorado a un costado, se veía más costoso, más exclusivo, más como Ignati.
Ignati no era un hombre de múltiples conversaciones así que se sentó a revisar una ruma de papeles y yo me aburría como ostra.
—Angelito, te escucho pensar —me dijo sin levantar la vista de lo que hacía — ¿Por qué no ves una película o algo?
—La verdad es que tengo hambre —respondí, nuevamente la vergüenza me embarga, pero últimamente puedo comerme una vaca si a este bebé se le antoja. No sé como es que no he subido tanto de peso.
Sí, mis senos están más pesados y grandes y a veces botan una especie de leche, mis muslos son más gordos al igual que mi trasero, me han salido estrías a causa de eso, pero no es algo en lo que me fijo mucho, más sin embargo mi estómago tampoco es que es inmenso, lo veo pequeño para el tiempo que tengo. Cuando iba al ambulatorio del pueblo habían mujeres con unas barriga que triplicaban la mía y les tenía envidia, parecían trillizos y yo… Solo había subido quince kilos todos estos meses.
—¿Por qué no dijiste nada? —dejó los papeles y trono los dedos y una linda mujer rubia apareció con una sonrisa falsa pegada del rostro.
—Dígame, señor Volkov— pregunta muy solicitá haciéndole ojitos y no me gustó mucho que digamos, hice una mueca con mis labios y la corregí para cuando me vio a mí.
—¿Qué hay en el menú? —preguntó acariciando su barba mientras me veía.
El traje se amoldaba a los músculos abultados de su cuerpo ocultando sus tatuajes, de alguna manera se veía más letal que con Jean y botas y no es que se vea menos peligros informal, sino que… No sabía cómo explicarlo.
—Tenemos langosta, pollo con verduras y vegetales y una pasta Alfredo con albahaca fresca —solo me concentre en comida cuando la mujer habló y el pollo era lo que más me llamaba.
Ignati me vio esperando que eligiera y me parecía dulce de su parte que no fuera un cerdo misógino como Bernardo.
—Me gustaría el pollo con vegetales sin las verduras— no me apetecía nada.
La mujer tomó nota y vio a Ignati atenta.
—Dame la langosta y un vaso de whisky de Malta — puso sus papeles a un lado y me vio de nuevo — a ella puedes traerle agua o un jugo de frutas.
La chica se fue y él se levantó y mi pulso se disparó, me quedé sentada esperando y camino más allá de mi asiento y regreso con un pequeño neceser y lo puso en mis piernas.
—Tus pastillas —me señala dándome un vaso de agua —no te las tomaste en el desayuno.
—Es cierto, lo había olvidado —lo abrí y vi todo lo que había nombrado el doctor en mi revisión.
Lo que me recordó que tal vez ya Ignati sabía el sexo de nuestro hijo, me mire las manos y el neceser queriendo preguntarle, pero al mismo tiempo no queriendo saber. Así que lo dejé correr.
La comida llegó poco más de media hora después y la mujer nos entregó nuestros platos que estaban en su carrito para servir, enseguida el olor de los alimentos lleno mis fosas nasales y algo me provocaba náuseas, abrí la pequeña bandeja de mi asiento vecino y puse la comida allí mientras me levantaba lentamente tratando de no llamar la atención, y fallé estrepitosamente cuando ya estaba de pie a punto de huir la azafata se acercó a mí y, no pude evitarlo vomite sobre todo su bonito uniforme rojo con blanco. La cara de la mujer era de absoluto horror y yo me moría de vergüenza sintiendo mi cara calentarse y todo antes de probar bocado.
—Anda a cambiarte —demanda Ignati tranquilo y con autoridad que nadie se atrevería a rechazar, se acerca a mí de forma cautelosa— ¿es el viaje?
—No— negué con mi cabeza para hacer énfasis en mi respuesta sin verlo a la cara —es que… Él olor de la langosta —mi voz era apenas un murmullo— lo siento tanto, puedo ayudar a limpiar el desastre y me iré hasta atrás para no oler tu comida, y no molestaré lo juro— mi voz salió chillona para este punto y las lágrimas ya brotaban de mis ojos.
No quería molestarlo tanto como lo estaba haciendo, seguro ya soltaba chispas por los ojos.
—Angie, pediré otra cosa —levanté la mirada tan rápido por la sorpresa que me mareé— no es mi comida favorita ni nada de eso— se encogió de hombros — ve a cambiarte, hay ropa en la pequeña habitación, te puedes bañar también si eso quieres o recostarte si el viaje es demasiado.
—Gracias, sí, quiero cambiarme —me sentí aliviada de que no estuviera molesto, limpio mis lágrimas con su pulgar —¿le dices a la chica que lo siento?
—No tienes que disculparte por tus malestares, no te vas a disculpar —calmó mi ansias de arreglar todo— solo ve.
Me di media vuelta y caminé a donde me había indicado, me quité el vestido por la cabeza y me metí a la ducha, como había dicho Ignati había una pequeña ducha y una maleta que encontré al lado de una cama, tenía todo lo que había comprado para mí en México, encontré un leggins cómodo de color morado bien oscuro y un suéter manga larga de cachemira muy lindo de color beige deje mi cabello suelto y salí de nuevo para ver que todo estaba perfecto, ni siquiera el piso se veía manchado o con olor a vómito. No sé cómo lo lograron, pero el olor a mandarina llenaba el ambiente y me sentí más tranquila.
Mi comida ya no estaba y me sentí triste de ya no poder comer, se veía delicioso.
Una chica morena diferente vestida igual que la anterior entró con el mismo carrito y dos platos con pechugas de pollo.
Primero le sirvió a Ignati y luego llegó a mi puesto, me había sentado un puesto después de donde estaba y había una pequeña mesa.
—Gracias —le dije con mi mirada fija en la deliciosa comida.
—Come despacio, acabas de vomitar y no quieres un estómago revuelto— me aconseja la azafata, guiñando un ojo que me calma — en mis embarazos todos fueron caóticos —comenta con camaradería, se agacha para poner la bandeja y mi comida con un vaso de jugo de papaya —además, Gigi se lo merecía —me cuchichea solo para mí y solté una risitas muy a gusto.
La verdad es que sí, se lo merecía.
Articule un gracias con mis labios y ella se retiró alegre.
—Si necesitan algo más avísenme — y con eso desapareció detrás de la cortina que daba a la cabina de los pilotos.
Me gustó la comida y a la hora de la merienda tenían algo de fruta con helado y crema batida para mí y nada para él, veo que no es un hombre de comer dulces ni postres y yo encantada de la vida me los comía por él.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora