48- Angie
El viaje duro casi una eternidad, vi tres películas y tomé una siesta en la habitación que había disponible, me desperté y miré por la ventanilla para encontrarme que era de noche.
¿Faltaba mucho?
Pensé que era más rápido llegar a Nueva York en avión.
Ignati me encontró inclino da viendo el paisaje cuando entro también en la habitación quitándose el saco.
—¿Por qué no sigues durmiendo? —me pregunta impasible.
—Pensé que ya habríamos llegado —expliqué.
—Aún no, falta la mitad del viaje —fue allí cuando note que no íbamos a Estados Unidos, ya hubiéramos llegado de ser así.
—¿A dónde vamos? —pregunté con cautela.
—¿Hasta ahora preguntas? —pregunta burlón.
—Pensé que íbamos a Nueva York — dije en reclamo muy indignada por que no me comunicara sus planes.
—No regresarás a Nueva York —fue tajante y entendía un poco, pero dijo que iríamos a casa así que de manera automática pensé que era nueva York.
¿Cuál es casa?
—Entonces... ¿A dónde vamos? ¿Dónde es casa? —pregunté confundida.
—Rusia, estamos en camino a mi territorio en donde nadie pueda tocarte —no sabía que decir a eso, así que me quedé callada observándolo mientras se desnuda y entraba al pequeño baño para asearse.
Me senté en la cama y palpé mi estómago en donde mi bebé me dio una patada o manita solidaria, las cosas iban a cambiar aún más.
¿Qué dirían los rusos al saber qué el enemigo estaba en su territorio?
Temblé de miedo por el bienestar de mi hijo y no me gustó nada esta incertidumbre, quise por un momento volver a la montaña, en el pequeño rancho de los Monteros, nadie sabía quién era y no les importaba mientras los ayudará o los tratará bien, eran serviciales y buenas personas y vivía tranquila, en Rusia no estaría tranquila, en Nueva York tampoco, pero supongo que debía creer en la palabra de Ignati Volkov, si me quisiera muerta no me hubiera alimentado y cuidado.
«También te regaló un orgasmo» dijo la voz en mi mente como si le hubiera preguntado.
Justo en ese momento Ignati elige salir del baño con una toalla minúscula en su cintura que me secó la boca en segundos, se puso un bóxer blanco marcándole su paquete y camino al otro lado de la cama, solo cubrió sus piernas y su intimidad dejando sus abdominales a la vista y sus fuertes brazos detrás de su cabeza cerrando los ojos para descansar, no pude evitarlo y vi sus muchos, muchos tatuajes y tenía ganas de trazar lo con la almohadilla de mis dedos.
—Deja de mirarme, angelito. De lo contrario te doblare y te follare... duro —prácticamente gruñó.
Hice lo que me dijo y dejé de verlo, me acosté de nuevo al lado de él, era raro dormir con él, pero me llegaron imágenes de ayer y ya habíamos dormido juntos, me levanté al menos tres veces para ir al baño y lo vi mirarme atentamente y luego abrazarme cuando volvía, aún así ahorita estaba más consciente y sin nada de sueño así que me sentí un poco extraña de compartir cama con alguien más, siempre he dormido sola.
—¡No puedo dormir! —me quejé pateando el colchón, escuché su risita fue breve, pero estuvo allí.
—¿Qué quieres hacer? —puso su mano en mi muslo despacio.
—Háblame de Rusia— le pedí— me gusta el idioma, pero nunca había viajado... a ningún lugar antes de escapar la verdad.
—Yo vivo viajando y conociendo— dijo bajito— Rusia es muy fría, mientras este en mis tierras con mi sello nadie te hará nada— asegura— así que puedes salir donde quieras.
—¿Tienes muchos negocios? —pregunté.
Se quedó unos segundos en silencio y pensé que no respondería y para mi sorpresa lo hizo.
—Tenemos muchos negocios por el mundo entero, tu padre me llamó hace casi un año porque quiere dejar la guerra que hizo su padre contra el mío hace mucho tiempo y desde entonces ambas familias no se toleran— me cuenta pacíficamente, no le da rencor o miedo esa situación y aparte de lujuria nunca he visto alguna otra emoción en él.
—Algo he oído de eso, una de mis tías se enamoró de un ruso ignoraba que era alguien de tu familia— dije despacio.
Comenzó hacer círculos en mi muslo y eso me mantenía bastante distraída.
—No sé como es bien la historia, nunca pregunte y quien la sabía murieron, lo que sé es que a la familia Grimaldi había que odiarla— explica y es básicamente lo que se me dijo hacía su familia— cuando tu padre llamó decidí viajar y ver que quería, el Capo Santori nunca se metió en la disputa por que era algo personal, parte de los negocios con los italianos se cayeron gracias a eso, pero no nos afecto tanto— lo sentí mover los hombres.
—¿Me vas a decir algún día como llegue a tu habitación? —pregunté en un murmullo realmente bajo con miedo de que me sacudiera y volviera a llamarme mentirosa.
—Alguien te drogo y te llevo a mi habitación, es mi teoría de todos modos— respondió sin ningún problema o molestia.
Estaba viendo el techo de la pequeña habitación procesando lo que me decía y decidí hablar cuando me sentí lista, pero las hormonas me tenían locas así que ya estaba llorando cuando abrí la boca.
—Tuvo que ser Luca— le dije despacio más lágrimas caían— no sé por que me hizo esto, no es que me arrepienta del bebé ni nada de eso, pero...
—Entiendo —murmuró despacio sin reproches en su voz— la droga que te dio las borra tu memoria y sube tu lívido, no me di cuenta esa noche, se considera una violación.
—¿Parecía una violación? —pregunté con la voz pequeña.
—Nunca he violado una mujer, no necesito eso en mi vida. Si es lo que preguntas— gruñó un poco.
—No lo sentí como una violación —confesé lo que pensé desde un principio, tal vez por eso no corrí al médico hasta que Maira me dijo ese lunes en la universidad.
—El condón se rompió cuando estábamos follando— volteé a verlo tan rápido que creo que se pudo escuchar el giro de mi cabeza para verlo.
—Yo... pensé que no nos habíamos cuidado— comenté.
—Siempre me cuido, nunca había tenido un descuido de este tamaño— puso la mano en mi estómago.
No se sentía arrepentido de este bebé y era un alivio.
—El doctor... ¿él te dijo que era? —le pregunté— ¿sabes qué? No me digas.
—No te diré— afirmó— ahora duerme— me atrajo a su pecho poniendo una mano en mi culo— ahora basta de charla, no me gustan las charlas.
—Está bien, callada estaré— le dije tratando de estar seria.
—No lo estas logrando y si no te callas lo haré a mi manera— me advirtió en una clara amenaza que no me tenía temblando de miedo, tal vez de anticipación.
Cerré mis ojos y sentí su cálida mano en mi estómago relajó un tanto mi cabeza y me quedé dormida no sé en qué momento.
A la mañana siguiente solo me dio tiempo de abrigarme, estábamos a punto de aterrizar en Rusia.