Angie
Había pasado apenas unos días desde que me enteré que voy a ser mamá, en unos ocho meses tendré a mi bebé en mis brazos y seguía aterrada, ese día no era la mejor que tenía.
Me sentía terrible y decidí quedarme en cama, mi padre entró a eso de las cuatro.
—Tomasa insiste en que te sientes mal de nuevo —entra sin tocar y habla a modo de saludo.
En cuanto lo vi sentí que se me bajaba la presión, más sin embargo carraspeé y me senté derecha.
—Sabes cómo me ponen de nerviosa los exámenes finales —me excuse.
Me vio de manera aguda, pero lo dejó ir segundos después.
—Hoy tendremos una pequeña… reunión, necesito que te pongas un lindo vestido y subas —me pide mi padre.
Mas que pedirme me está exigiendo que asista a su “pequeña reunión”
—No sé si sea buena idea que asista en mi condición —traté de esquivar esta dichosa reunión.
—Tómate una pastilla y subes, Angelie —desestima mi malestar con unas pocas palabras —vestido y arriba a eso de las ocho y si no vas tú sola vendré aquí y te llevaré a rastras.
—Sí, padre— acepté.
Era inútil tratar de llevar la contraria a los deseos de mi padre y era algo que me enojaba de sobremanera.
Me puse un vestido negro largo hasta los pies y me sentía del mismo humor que mi libro, casi presa, me puse tacones, aunque no tenía muchas ganas mi deber era verse bien, vi en mi armario las pelucas que Mayra me había regalado y opté por ponerme una, era larga y lisa de color azabache hasta debajo de mis costillas y se me veía espectacular, ya tenía un maquillaje suave, nada pesado y, rogaba al señor que los síntomas del embarazo estuvieran bajo control por al menos dos horas, luego me escaparía directo a mi habitación.
No había sabido nada de Ignati desde hace cuatro días que se fue apurado, no sé cómo contactar con él ya que no tengo su número de celular y eso me preocupada, me he sentido sin energía como para salir hasta la biblioteca en estos días, Mayra anda algo perdida, pero nos escribimos, aunque aún no le cuento sobre el embarazo, quiero ir al médico y ver que todo esté bien con el bebé antes de tomar una decisión sobre a donde dirigirme.
Subí poco a poco, la música clásica llega a mis oídos y tomé más fuertes el pasamano de la escalera, será una noche larga. Terminé de subir decidida y con la cabeza en alto, me mezclé con las personas hasta que me encuentro con Luca, con copa en mano y ya bastante tomado.
—Hermanita —me saluda demasiado alegre para mi gusto —felicidades.
Mi corazón se saltó un latido cuando me felicitó, pensando que padre ya me había descubierto.
—Gracias — contesté simplemente.
Se acercó mucho a mí, su aliento alcohol invadió mis fosas nasales sacudiendo mi estómago, tragué grueso y aguanté el contenido de mi estómago.
—No te vas a librar tan fácil de mí — luego de eso se alejó y sonrió como si me hubiera contado una confidencia.
—No sé de qué hablas —le dije intentando mantener la compostura.
—Sí, lo sabes — afirma tambaleándose.
Mi padre llega en ese momento acompañado de su esposa con su cara agriada, mi padre en cambio tenía una sonrisa enorme en el rostro que competía con la de Cheshire.
—Hija, que bueno que te sientes mejor y pudiste subir —habla de manera hipócrita, cuando sabe que me obligó a subir.
—Me gustó la invitación y decidí unirme a la fiesta ¿qué se celebra? — les pregunté con una pequeña sonrisa, tratando de armar el rompecabezas en mi cabeza, siento que me falta algo.
Normalmente no soy invitada a este tipo de cosas, siempre me quedo en mi habitación que es mi refugio.
—Ya verás, querida —por primera vez en mucho tiempo veo a mi madrastra.
La esposa de mi padre es una mujer excéntrica y extraña, le gusta sonreír cuando sabe que algo malo iba a suceder, a ella le encanta que yo sufra y ese era una de sus hobbies, siempre se regodeaba de las cosas malas que me pasan y muchas de ellas eran provocadas por ella y su hijo, Luca.
—Padre... — mi oración queda a medias cuando detrás de papá aparece Bernardo detrás de él con una sonrisa siniestra y una horrenda cicatriz desde la ceja hasta el mentón que se ve grotesca.
—Don Grimaldi —saluda a mi padre con los ojos puestos en mí.
—Bernardo, que bueno que llegaste —mi padre suelta la mano de mi madrastra.
—Tuve un gran retraso — habla Bernardo, sus ojos desviándose por unos segundos hacía Luca —pero, nada importante.
—Me alegra que pudieras llegar, en un rato haremos el anuncio —sostiene la esposa de mi padre.
Arrugue el ceño extrañado porque siento que se cose algo que no entiendo, Mayra me distrae cuando se cuela detrás de mí.
—Hola, bonita —me saluda — disculpen, me la robo unos minutos —se veía despampanante en un vestido rojo descotado en la parte frontal.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté en cuanto tuvimos un poco de privacidad.
—No tengo idea, recibí una invitación para venir a una gala —me informa.
Esto es lo más extraño que he visto en mi vida, mi padre no pasa a Mayra y no veo a Renata Grimaldi enviándole una invitación a mi mejor amiga para que venga a una gala.
—Esto huele mal, algo va a pasar —le cuchicheé.
—¿Tú crees? —cuestiona.
—No lo sé, todo es extraño —hundí el ceño nuevamente viendo a mi alrededor.
No conocía muchas personas, había al menos doscientas personas en el lugar del cual solo conozco al 15% de esta gente extraña con una máscara fingiendo una sonrisa a la persona que tengan cerca, Mayra me dio una copa de champagne, solo la puse en mi boca y mojé mis labios, no podía decirle en un lugar de doscientas personas que estaba embarazada del hombre que mi padre pide que me aleje como si fuera la peste.
—Necesito su atención por favor — dice mi padre tintineando su copa, con una sonrisa cálida que sé que es hipócrita —me alegra que estén en este día aquí, es especial para mí y mi familia, Angelie acércate, por favor.
Quería parecer un avestruz para meter la cabeza bajo la cerámica queriendo gritar ¡trágame tierra!
Me acerqué poco a poco, mientras la gente se abría en abanico para dejarme pasar los vi a todos a la cara, algunos me veían con la misma cara de mi Renata, mi madrastra, otros simplemente me ignoraban y muchos hablaban no tan bajo como ellos pensaban.
—Ven, querida —mi padre presiona, esa sonrisa se intensifica y sé que significa— estoy orgulloso de dar esta noticia— me habló cuando llegué junto a él.
—Es un placer para nosotros como una familia unida decirles —comienza mi madrastra diciendo, puse mi cara seria sin querer dejar mal a papá en esto—. Como todos saben, Angelie es como una hija más para mí y es para mi un honor estar en esta fecha tan especial para ella.
¿Acaso es mi cumpleaños y se me olvidó?
¿Soy estúpida o qué? Cumplí años hace apenas casi tres semanas y ella no estaba allí porque no quería compartir su espacio con la bastarda de su esposo.
—Es por eso que para mi esposa Renata y para mí es un placer presentar al prometido de Angelie —habla mi padre de manera rotunda, su voz resuena por la estancia.
La cara agriada de Luca era indescriptible y a pesar de todo estaba al lado de Mayra de manera más cercana que de costumbre, ella lo veía seria y luego entre mi padre, mi madrastra y yo sus cejas optan por una forma más afligida, pero yo dejé de escuchar después de prometido, siento una mano fría sobre la mía de manera firme que no me permite retirarme cuando quiero hacerlo y me quedo quieta mientras mi estómago se revuelve de manera involuntaria.
¿Prometido?
¿Qué dimensión es esta?
—Padre… —intenté detener esto, pero el agarre de Bernardo era fuerte hasta el punto de llegar a lo doloroso y callé.
—Me alegra que aceptaras ser mi esposa— empieza su discurso y me desconecté, solo parpadeé como una muñeca inflable que se dejaba manejara al antojo de los demás —me has hecho el hombre más feliz del mundo.
¿Feliz? Feliz voy a ser yo cuando le pinche las pelotas a mi padre. Específicamente le dije que no me casaría y menos con ese hombre tan despreciable.
Bernardo me besó en los labios, beso que no correspondí, todos vitoreaban y aplaudían y, sabía que era de manera farsante, pero ese no era mi problema sino mi estómago y su contenido que estaba amenazando por ser expulsado fuera de mi cuerpo, trague grueso y me aguante mi malestar para protegerme no solo a mí sino también a mi pequeño hijo o hija.
—Ahora estaremos juntos por siempre —me dijo al oído y mi cuerpo se estremeció entero.
Esto no me podía estar pasando a mí, nunca le hago mal a nadie, no entiendo por qué mi padre me hace esto, pero si me quejo delante de tanta gente todo va a empeorar, por al menos cinco minutos me dejo pasear por el lugar con Bernardo cerca de mí, sonriendo como un carroñero con sus manos en mi cintura, todo mi cuerpo lo rechazaba con saña, pero podía con esto y sé que podía con esto y más por el bien de mi embarazo, esta gente olía la debilidad no quiero poner en peligro a mi bebé.
—Debo ir al baño—le susurre a Bernardo al oído.
—Con tal y no sea como ese día en el restaurante que duraste quince minutos retocándote todo estará bien— me advierte con sus ojos oscuros brillando por las luces de la sala.
Tragué grueso y comencé a caminar en dirección opuesta a donde me encontraba con Bernardo, respiré hondo un par de veces tratando de calmarme, sentía el peso de mi anillo en la mano y simplemente quería desaparecer, no quería esto, pero que otras opciones tenía.
Ninguna.
Nadie puede ayudarme ahora, estoy a merced de buitres y solo ronda en mi mente el positivo de esa prueba que me hice, veo a Tomasa a lo lejos con una bandeja en la mano y la cara de lamento que me da oprime mi pecho, sigo caminando si ver a nadie más y entro en el lujoso baño del piso, justo del lado opuesto de la sala de fiesta donde mi padre y Renata hablan de lo buena hija que he sido en todo este tiempo.
Me asquean, todos ellos.
En cuanto me sentía a salvo en el espacio pequeño fui directo al inodoro y vomite el poco contenido que tenía en mi estómago, cuando me sentí fuerte me levante del piso de cerámica frío y me acerqué al lavabo, Tomasa entraba con un jugo de durazno en las manos.
—Niña, lamento lo que te ha hecho tu papá ¿estás bien? —pregunta la buena mujer.
—No… como estarlo, me regala como si fuera un tapete— me queje golpeando el mármol del lavabo.
—Lo sé, aguanta un poco necesitamos planear las cosas bien, ya la rueda comenzó a girar no voy a dejarte sola en esto, si el padre del bebé no te ayuda yo sí.
—No pude decirle, se fue rápido y ahora entiendo porque papá me tenía tan vigilada y restringida esta semana— le conté a Tomasa.
Aparte de no sentirme bien la poca libertad que tenía mi padre me la quitó.
Poco después salimos no quería provocar a Bernardo y que hiciera una estupidez que de seguro me achacaran a mí, he estado con hombres como él toda mi vida, se cómo sobrevivir al alrededor de depredadores como él. Tomasa tomó su camino en cuanto salimos que fue justo después de beber el jugo que me había llevado y que me cayó bastante bien en el estómago, respiré hondo cuando vi a mi padre dirigirse hacia mí.
—Hija, ¿cómo te sientes? —pregunta en cuanto está cerca de mí— te ves un poco cenicienta.
—Me da asco lo que acabas de hacer — dije con una sonrisa cuando una pareja pasó y nos saludó de lejos, gracias a Dios no se detuvieron.
—Te advertí que te casarías con él, es un buen hombre y estamos haciendo un negocio importante,
—¡Que no quiero casarme, papá! —exclame en un tono de voz que solo él escuchara.
Su cara cambió y se puso serio, me tomó el brazo fuerte y tal vez eso me dejé marca, no me iba a soltar, no me quejé y no traté de zafarme, mi rostro quedó desprovisto de emociones.
—Te vas a casar y es mi última palabra— sentencia —luego hablamos de esto, pórtate bien, no hagas una escena y prepárate para tu nueva vida de mujer casada.
—Sí, padre— y con eso me solté y comencé a caminar hacia mi supuesto prometido.
Deseaba que la noche pasará más rápido para poder dormir y pensar que esto es un sueño, una pesadilla, la pesadilla más fea que pueda existir. Ser la mujer de bernardo Mancini estando embarazada de otro hombre.