53- Angie

633 38 3
                                    


53- Angie

Al parecer cerca de Ignati siempre tenía problemas para respirar tal vez deba decirle al doctor la próxima vez que lo vea, cumplió su palabra y se fue de la habitación. Llegué a pensar que me obligaría a estar con él, aunque tampoco me hubiera resistido mucho luego de ese beso.

Sentía la mano pesada y bajé la cara para ver mi mano y la banda de oro sencilla que tenía explicaba por qué se sentía tan extraña no solía usar ningún tipo de joya, me quité mi peinado y el maquillaje y me fui a duchar, quería quitar todo rastro de esa noche, si bien Ignati calentaba mi cuerpo, no sabía si iba a ser capaz de calentar mi corazón como lo ansío.

Me puse un camisón de seda para dormir color marfil y la cubrí con una bata del mismo material y color, estaba en mi cama y no lo había notado supongo que Natalya lo había dejado allí, decidí que quería dormir con mi recién estrenado esposo, cuando iba a salir vi a cuatro hombres en mi puerta, me sorprendí y no me gustó mucho, uno de ellos se giró al verme.

—Mi señora, ¿necesita algo? —su acento ruso era muy claro, más su español era perfecto.

—No, solo voy...— titubeé y cerré la boca.

No sé a dónde voy, ¡Genial!

—¿A dónde el señor Volkov? —pregunta cauteloso, creo que no quiere entrometerse y se ve avergonzado, lo veo de nuevo y lo recuerdo, es el chofer que me dio la barra de granola para aguantar el hambre cuando llegamos temprano.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté viéndolo a los ojos sin responder a su anterior pregunta, no sabía cuánto podía decirle a esta gente, tenía un traje como todos los demás, su cabello más un rubio castaño que los demás y por supuesto de ojos claros como todos los que veo por aquí.

—Artem, mi señora— se presenta inclinando la cabeza en respeto.

—Artem, necesito saber dónde queda la habitación de mi esposo ¿me puedes decir? —le pregunté amable— y de paso si también puedes explicarme porque hay cuatro de ustedes fuera de mi habitación.

—Por su seguridad, el señor Volkov nos dejó aquí por cualquier eventualidad, es usted muy importante ahora y no debe tomarse eso a la ligera— me aconseja y luego abre los ojos muy grande —lo siento, no es que quiero decirle que hacer, era solo... —se rasca la nuca y suelto una risita graciosa.

—¿Me puedes por favor guiar a la alcoba de tu señor? — le pregunté.

—Claro que sí, lo que usted necesite estamos para dárselo— me dice rápido.

La lealtad a Ignati debe ser más grande y no tenía reparos en hablarme con ese respeto sin importar de dónde vengo o mi color, pero sé que no todos son así, los he visto a todos y me ven con recelo.

—Gracias— me le quede viendo a los demás, pero se negaron a verme o hablarme.

Artem me vio la cara de confundida y un tanto triste, y se apresuró a hablar.

—Soy el único que puede hablar con usted, el jefe tiene sus reglas y hay que acatarlas o verse con las consecuencias que él crea conveniente— me aclara.

¡Madre mía! que indignación tenía y estaba dispuesta a reclamarle.

¿Cómo es eso que solo Artem puede hablarme? Es ridículo.

Caminé siguiendo al chico rubio y los otros tres detrás de mí creando un caparazón a mi alrededor que parecía impenetrable.

Me dejaron en la puerta y esta no tenía seguro para entrar, ver a dos mustias de rodillas junto a la cama de mi esposo no era lo que me esperaba.

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora