17- Angie

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Angie  

Jamás había visto a mi padre en esa tesitura y menos con una sirvienta, y es porque siempre toco, soy comedida y jamás he estado tan molesta como hoy, pero mi nivel de enojo bajó considerablemente cuando encontré a una de las sirvientas rebotando en el regazo de mi padre. 

— ¡Angelie! — me grita mi padre — ¿qué sucede contigo, que entras así? —pregunta colérico, lo que me hace acordarme y fruncir el ceño el enojo volviendo con fuerza. 

—¿Qué es eso que no se, padre? — no le digo en sí a qué me refiero, pero debe de saberlo si regrese apenas de mi cena con Bernardo. 

— No sé de lo que hablas — niega mi padre. Mientras tanto la chica que estaba con mi padre se había vestido y estaba pegada al librero de mi padre queriendo desaparecer, la verdad siempre supe que mi padre no le era fiel a mi madrastra, fui traída por un descuido de mis padres — retírate, Carmen. 

La muchacha se retiró más rápido que inmediatamente bajando la cabeza al pasar por mi lado. 

—Sí, si lo sabes — le acusé — no pagaste los mejores colegios conmigo por ser precisamente bruta, padre — escupí muy molesta. 

— No quería decírtelo así, Angelie — resopla mi padre frustrado con mi temperamento descontrolado, todos estos años he sido un ejemplo de discreción y sumisión — Bernardo pidió tu mano y le dije que sí. 

— No soy un trapo, padre — le reclame — tengo derechos, puedo elegir con quien casarme y créeme que ese hombre no es Bernardo. 

— Lo será — sentenció muy seguro. 

— ¡No, padre! — le grité — lee bien mis labios — bajé considerablemente mi tono de voz respirando hondo para calmar mi alocado corazón —. No. Voy. A. Casarme. Con. Ese. Hombre. 

Me di media vuelta y me fui enojada azotando la puerta de su despacho, bajé las escaleras hacia mi habitación de dos en dos, estaba tan alterada que mi respiración era un desastre, sentía el estómago revuelto y a penas me dio tiempo a llegar al baño que se encontraba casi al otro extremo de mi habitación donde vacié mi estómago de la poca comida que había podido ingerir. 

Estaba empezando a cansarme de estar rodeada de mafiosos machistas de mierda que solo quieren que haga lo que ellos quieren. 

Luego de expulsar todo el contenido de mi estómago, me lavé los dientes y me arrastré a mi cama en donde me quedé dormida casi inmediatamente para burlar mi realidad. 

Mi cruel realidad. 

Al día siguiente no me sentía mejor así que me quedé en cama sin ganas de nada, tenía algo de pan de molde aquí abajo y me preparé un par de sándwiches que engullí con hambre para volver a caer en cama, seguía con el estómago delicado, tal vez había agarrado un virus o la comida del día anterior me había sentado fatal. 

Así pasé el domingo en cama, a la mañana siguiente no tenía ánimos de agarrar la moto así que le pedí a mis guardias que me llevaran a la universidad lo cual accedieron gustosos, pues normalmente trato de no pedir absolutamente nada. 

Escapando del jefe de la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora