Grimaldi
Una invitación.
El desgraciado del ruso se adelantó y me envió una invitación a cenar dentro de tres días.
—¿Vamos a ir? —pregunta Luca frente a mí.
Apreté las manos en puños, no quería que esto se saliera de control, hubiera sido mejor para Angie si ella se casaba con Bernardo, no soy eterno y debo dejarla protegida, es lo que ha pasado siempre en mi familia. Las mujeres deben quedar protegidas, sino...
¿Qué será de ellas cuando el hombre de la casa no esté?
Pueden ser pensamientos retrógradas, pero así me enseñaron a vivir. Cuando Angie llegó a la casa era más... libre.
Y le quité eso.
Su madre se lo quitó al morir.
No podía dejarla en una casa adoptiva, se lo prometí a su madre.
Ella definitivamente hubiera estado mejor fuera de estas casa y sus costumbres, que por activa y por pasiva es todo lo que conozco.
—Claro que iremos, prepara todo— le dije viéndolo a la cara.
Veo la invitación en mi escritorio y estaba destinado a la familia Grimaldi, Luca y Renata deberían ir también.
—Llevaré a alguien que puede investigar si le están haciendo daño a Angelie— Luca me ve atento.
—Ni siquiera le dijo a ella a donde se iba a escapar— le recordé.
Tomasa llegó con una bandeja y dos cafés que le había pedido hace poco, la mujer mulata se veía serena, pero en sus ojos veía que algo escondía, supongo que todos tienen sus secretos, pero los de Tomasa siempre me molestaron, antes era amiga de la difunta madre de Angie, es por eso que nunca confíe del todo en ella.
—Sí, pero son amigas —replica mi hijo— creo que puede funcionar, no perdemos nada si la llevamos— aconseja.
No es tan mal consejo, pero últimamente tengo tanto problemas que pareciera que tengo una ulcera en mi estómago, no tengo paz desde que encontré a Angie en la habitación de ese ruso de mierda, me la arrebató.
Tal vez la ayudó a escapar y la mantuvo fuera del radar todo este tiempo, lo que explica porque nadie la pudo encontrar. Solo él.
—Bien, lleva a la chica con nosotros, arregla eso también —decidí.
Luca se fue hacer eso lo que me llevó a llamar al idiota de Bernardo, últimamente se la pasa exigiendo como si él tuviera más poder que yo y no me está gustando mucho que digamos, pero debo decirle que me iré de viaje para ver a Angie, y ver si el Pakhan acepta dinero a cambio de devolverme a Angie.
Necesito a Angie de vuelta a los Estados Unidos, sé que piensa que vamos a matarla, pero a mi hija no le haría eso, Bernardo debe regirse por lo que El Capo de todos decida, y, ya lo hizo.
Cuando el viejo Capo vivía aun se llevaba a cabo matar a las esposas que huían por eso perdí a mis hermanas, pero el Capo Santori original no aceptó dicha barbaridad y es una ventaja para que vuelva.
Angie es tan rebelde, como mi hermana Alicia, tiene ese espíritu salvaje que la mató por enamorarse de un Vor de la mafia rusa, según me contaron su gente lo mató e iban por Alicia y lo lograron, llegaron a ella y la hicieron desaparecer. Es mejor seguir las reglas y es lo que intentaba decirle a Angie, pero no sé como hablar con ella y que me entienda, Bernardo tiene razón, le di demasiada libertad y eso en mi mundo no es posible.
Las consecuencias fueron claras, terminó en las garras del enemigo.
Santori no tiene problema con los rusos, pero mi familia sí. El odio a los rusos es cada vez más grande y si no me regresan a Angie quemaré a Rusia entera hasta que ella vuelva a casa, ella es importante para mí, así me odie tiene que estar de vuelta en su hogar. Es mejor que me odie y este a salvo a que este muerta a manos de los rusos.
—Me llegó una invitación de los Volkov— le informé a Bernardo en cuanto respondió a mi llamada.
—¿Qué quiere ahora ese ruso de mierda? —pregunta de malas maneras.
—Solo me llegó eso, una invitación a cenar. Cuando llegué de Rusia te cuento que tal fue todo— le comenté— espero para ese momento tener a Angie conmigo.
—Bien, ya quiero casarme— me asegura.
—La boda ya no irá— le dije firmemente.
—¿Cómo que la boda no va? —pregunta con cautela.
—Lo que oíste, debes hablar con Santori, fue él quien tomó la decisión —le expliqué— está en Italia no en otro mundo y ya se enteró de todo. La semana que viene debo viajar a Roma para reunirme con él— hablé más para mí que para él.
—¿El capo te mandó a llamar? —la cautela en su voz era latente, como si le tuviera miedo a Gio Santori.
—Así es, los detalles no son importantes, solo para que sepas que Gio ya tomo una decisión u las decisiones del Capo son ley— le recordé.
Muchos quieren eliminar al Capo por sus ideas innovadoras, pero la verdad es que nos dan un respiro, así yo no pueda quitarme el peso de años de costumbres anticuadas.
—Bien, ya me contaras— comenta— mi tío tiene una cita con el en dos meses— me da información que no sabía que podía necesitar.
—Me alegra que pueda atenderme antes— le dije como si nada— de todos modos, nos estamos viendo.
Antes de ser un Don aquí, en Estados Unidos era un general en las filas de Gio, hasta que este me vio como más para aportar en su organización.
Esperaba que el dichoso viaje resultara, y diera sus frutos.
—Me dice mi Lucas que debemos viajar a Rusia— entra Renata como un huracán de problemas.
—Así es, prepara tus cosas— le ordene.
—No voy a ir al culo del mundo solo para ver si tu bastarda esta viva, es absurdo— se queja— ni siquiera Lucas debería ir, Jean Pierre— parecía borracha y solo eran las diez de la mañana.
—No me interesa lo que tu pienses, no estas aquí para eso y lo sabes— deseche su intento de no ir— vas a ir porque así se requiere y punto. Ponte un vestido elegante y sigue bebiendo más Martini, pega una sonrisa en tu feo rostro con bótox y déjame malditamente en paz.
—Eres un idiota— se queja— vamos a ver si sigues así cuando mate a una de tus amantes— se jacta.
—Tócale un pelo a Clarisse y la muerta serás tú —la amenace, ya me estaba cansando de sus estúpidas quejas de mierda.
—Soy tu esposa, Jean Pierre Grimaldi—dice indignada.
—No se me olvida, no dejas que se me olvide— corregí.
—No me interesa, me respetas, puedo matar tantas amantes como tengas— se burla.
Debajo de mi escritorio siempre hay un arma que pocas veces uso, pero que siempre esta cargada, esta perra operada y desabrida no me va a decir que hacer, apunté y disparé.
Ella grito y abrió los ojos con miedo.
—¿Qué haces? —preguntó asustada temblado como una hoja.
—Tú, no eres nadie para venir a reclamar ni mierda. Precisamente tú, quien tiene dos amantes que son tus escoltas— se puso tan pálida como un papel— lo deje pasar por alto porque nunca te quise, así que no me importó, las pataletas de matar a mis amantes tampoco me importaron, pero adivina ¿quién se cansó de tu mierda?
El disparo solo había pasado cerca de su cara, a mis sesenta años aun tengo buena puntería. No soy el Don de la Camorra por que sí.
Ya verécomo hago para que Angelie regresé a salvó y que los rusos no le hagan lo mismoque a Alicia.