51 Angelie.
—¿Estamos listos para oficiar está boda? —pregunta el hombre frente a nosotros.
Aún no podía creerlo, estaba dividida entre largarme de aquí o cumplir lo que también se tiene planeado para mí en esta familia. Me gustaría poder tomar mis propias decisiones.
—Sí —dijo Ignati poniéndose a mi lado, tocó mi espalda y me adelante un par de pasos para que no me tocará más. Imbécil.
Estaba harta de él y de todos aquellos que quieren manipularme a su antojo.
No soy un trapo, no soy un bonito adorno, soy una maldita persona que tiene hormonas revueltas y lleva un bebé. Tengan maldito respeto a eso.
¿Es que acaso nadie puede pensar en mí?
¿Qué tan malditamente difícil es eso?
Solo soy una mujer manipulada, esta organización no es muy diferente a otras, disponen de las mujeres como si fuéramos juguetes sin importancia, tenía las manos apretadas en puños, clavando mis uñas en la palma de mi mano para ver si me controlaba y no corría. Me sentía acorralada como un animal salvaje.
—Aun no— dijo la pelirroja que suponía era la madre de Ignati— quiero hablar con mi futura nuera primero.
Sin esperar respuestas de nadie, me guio fuera del espacioso salón. Al parecer Ignati había heredado eso de su madre, resople sin importarme si me escuchaban o no.
Si me oyó no hizo ni dijo nada que me delatara. Me guio por un pasillo cercano y terminamos en una oficina que tenía la foto de sus hijos que no detalle en un escritorio de madera bastante amplio y de tonos oscuros que me hubiera gustado detallar un poco más, varios diplomas en la pared a mi derecha y detrás del escritorio una foto grande de ella sentada en un trono con alguien detrás de ella poniendo la mano en su hombro, se veía seria, pero tranquila y con ojos felices, el señor era una versión más madura de Ignati con una expresión vacía en su rostro.
—¿Quieres casarte? Por qué te ves como si quieras vomitarles a todos en ese salón y huir— era una mujer directa y no le iban los rodeos.
—Ni siquiera sabía que iba a casarme, señora Volkova— le dije de manera directa asumiendo que ese era su apellido. Ignati no tuvo la cortesía de presentármela antes— así que discúlpeme si no salto de alegría.
—No hay elecciones aquí, debes casarte o tu hijo y tú mueren es así de simple, Angelie McGwire— se apoya de la mesa para verme más de cerca a los ojos de manera intimidante—. Mi hija Natalya me dijo que ya te visitó— cambia de tema drásticamente— es buena analizando a la gente, eres buena persona y tal vez no tienes lo que se necesita para estar en este mundo de sangre.
—No quería estar en este mundo— le aclaré. Fui honesta. No quería y ciertamente no quiero esto— por eso me fui, escapando de todos aquellos que quieren tomar dediciones por mí— mis palabras goteaban veneno y dolor de una herida abierta de hace muchos años, es solo que los Volkov hurgaron en la herida dejándola sangrante a su paso.
—No debiste terminar en la cama de mi hijo y gestando a su heredero— hace un gesto con los hombros— es sencillo, pudiste deshacerte de eso temprano.
Mi mano fue a mi estómago de manera instintiva, de repente con miedo de que ella me hiciera daño y la rabia lleno mi cuerpo en segundos.
Que equivocados están todos.
—Jamás haría tal cosa— fui tajante respecto al tema como si no fuera obvio— puede que tenga razón —levantó la ceja sorprendida, fue el único gesto de sorpresa en su rostro, pero lo acomodo volviendo a su máscara fría, sería buena jugando póker— tal vez soy buena y no tengo el material para estar en este mundo de sangre, pero no se equivoque, señora Volkova por mi hijo mataría una y mil veces. ¡Nadie me lo va a quitar!