CAPÍTULO UNO

24.4K 1.3K 169
                                    

Elizabeth

Nos bajamos del avión militar. La cabeza me quiere estallar. Lo que más anhelaba ahora era ir a mi casa y dormir con mi perro. La misión es un total fracaso y debemos hacerle frente y rendirle cuentas a mi superior, el Ministro Boucher.

—Debemos traer a mi amigo —murmura el capitán Wilson, con la voz rota.

Inhalo y exhalo, una y otra vez. Cálmate, Elizabeth.

Lo entiendo, en serio. Yo también estoy preocupada por el teniente Ross. Esta misión no tuvo porque haber acabado así. Alex es un excelente soldado, amigo, hermano e hijo. La misión de Afganistán fue un fracaso total, secuestraron diez de nuestros hombres. Los malditos Talibanes explotaron más cinco bombas por todo el territorio afgano. El coronel Boucher y yo por más que intentamos negociar con ellos, jamás accedieron.

¿Cómo pudieron morir tantos afganos? Fue nuestra culpa.

Tengo un nudo en la garganta, el cual lo ignoro. Odio que pasen estas cosas, últimamente vamos de mal en peor. Las misiones son fracasos rotundos, nada nos sale bien. No quiero ni imaginarme el regaño de Aaron.

El coronel Boucher pasa por mi lado, rozándome el brazo con el suyo. Si hay algo peor que un Boucher de mal humor, es que hayan dos o más. Un balazo en el entrecejo lo caería nada mal. Daniel es el primero en entrar a la sala de juntas. Le siguen Wilson, Saez, Ivanov, Monroe, Gomez y Ross, el hermano gemelo de Alex Ross, Axel.

Los pies no me dan, no puedo caminar. Un mareo se hace presente, el cual me hace perder el equilibrio, estrellándome contra la pared que tengo enfrente. Un par de brazos me sostienen antes de toque el piso.

—Respira… relájate, todo está bien —aconseja  Beatriz con voz serena.

—Eso trato... no puedo.

—Si puedes, cielo. ¡Tu puedes! —Me anima.

Cierro los ojos, rogando por fuerza. Respiro profundo y me pongo de pie con ayuda de Betty.

El oficial Martínez aparece en mi campo visual con un vaso plástico con agua.

—Ten —me lo ofrece.

Lo recibo y bebo el líquido hasta el fondo, dejo el vaso vacío.

—Gracias.

Dexter asiente y atraviesa el umbral del horror. No quiero ni pensar en la cara que pondrá Aaron cuando nos vea.

Ya deja de preocuparte por eso.

—No te lamentes, lo que pasó, pasó. Ni modo, no se puede volver el tiempo atrás —Betty se encoge de hombros—, lo único que se puede hacer es tomar medidas para remediar el daño que ya está hecho.

—Claro, cómo a ti no te van a joder la carrera con tanto fracaso.

—La verdad es que no y lo agradezco —rie.

Le doy un codazo y niego divertida.

Beatriz es mi psicóloga y amiga, muchas veces se dice que no es nada profesional, pero la verdad es que ambas sabemos separar las cosas, somos amigas cuando debemos serlo, y cuando yo debo ser su paciente y ella mi doctora, lo somos también. Betty, es la que siempre ha estado ahí para mí. Gracias a ella estos ataques ya no pasan muy seguidos, solo cuando estoy nerviosa o tengo mucho estrés y hoy tengo un poco de ambos. Dos minutos después, me repongo.

Tomo aire y pongo mi mejor cara, entro a la sala, Beatriz pisándome los talones. Mi amiga cierra la puerta y toma asiento. El silencio sepulcral que hay es aún más horrible. Cruzo los dedos por debajo de la mesa en modo de ritual, ruego a todo poderoso ser que me escucha y me observa, que Aaron no nos envíe a la guillotina.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora