CAPÍTULO SETENTA Y UNO

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Elizabeth.
 

Llevo todo el día peleada con Daniel y mi papá. Hace dos minutos salimos de la oficina luego de habernos reunido con los demás.

—Eli, ¿podemos hablar? —se me acerca Harper.

Asiento, mirándolo.

—Quiero que me disculpes por ocultarte todo ello, pero no era mi secreto.

Daniel pasa por mi lado con la cabeza baja en un lento caminar. Lo detengo del brazo. Necesito arreglarme con él.

—Te entiendo, Harper —le dejo un beso en la mejilla. Me giro hacia Daniel—. ¿Hablamos?

—Vamos —entrelaza nuestras manos con el ceño sereno.

Subimos a nuestra habitación, parándonos en el balcón que da hacia el patio delantero. Él se apoya en el barandal de concreto y yo abrazo por detrás.

—Voy a empezar diciendo que lamento comportarme como una idiota en varias ocasiones…

—No eres una idiota y no te llames así.

—Si lo soy —apoyo mi mejilla en su espalda—. Quiero que me dejes terminar, amor —tomo aire—. Siempre he sido una loca que se deja llevar por sus emociones, soy demasiado impulsiva, siempre lo he sido y creeme, quiero cambiarlo, trabajo en eso. Esta tarde estuve pensando en todo el drama que nos habríamos ahorrado desde el principio si tan solo yo hubiera tomado mejores decisiones y no solo hubiera tomado importancia únicamente a lo que yo pensaba, decía y estaba de acuerdo. Era demasiado testaruda y si, joder, yo sufrí, la pasé mal, pero no debí actuar como lo hice, no cuando estaba siendo impusilva y un poco… loca.

Se ríe. Le doy un golpecito en el abdomen.

—A ver, amor.  —suelta una risita—. Tu siempre has sido loca, no es algo que se pueda negar. Sin embargo, yo entiendo el porqué actuabas así. Además, ya estamos bien, ¿no? —se gira, levantándome, enrollo mis piernas en su cintura.

—Si, lo estamos. Pero eso no quita los errores que cometí y…

—Tu lo dijiste, cometiste. Pasado. No hay nada que se pueda hacer, solo ser consciente de ello y mejorar en el presente. No te mates la cabeza, preciosa —me besa la boca con ternura—. Nadie es perfecto, amor. Excepto yo. Yo si soy perfecto.

Suelto una carcajada, abrazándolo. Este hombre no puede ser serio durante mucho tiempo, o al menos, no puede mantenerse humilde.

—Debemos estar juntos en esto, amor —acaricio su nariz con la mía—. Lamento mucho discutir contigo, Dani. Y siendote honesta, estoy cansada de esta guerra.

—Lo sé. Yo también estoy harto de esto, pero mírame —me levanta la cara, sosteniendo mi mentón—, tú y yo juntos. Solo una vez más, cariño. Vamos a hacer que el próximo ataque sea el último para ellos. Merecemos vivir felices. Nia merece vivir en un mundo mejor, en uno donde no tenga miedo, no quiero que su vida siga pendiendo de un hilo. Y tenías razón, amor, Nia desde que estaba en tu vientre se convirtió en un blanco.

Asiento, esta vez será la última. No más Giorgia, no más mafia italiana, quiero ser feliz y salir a la calle sin preocupaciones.

—Te amo, Daniel Mawis —le dejo un casto beso en los labios.

—Y yo… —me baja de su cuerpo con las mejillas rosadas.

¿Acaso se está sonrojando? La sonrisa de mi rostro se ensancha. Es tan adorable.

Lo veo arrodillarse y frunzo el ceño. Se lleva la mano al bolsillo. ¿Por qué esta...?

—Quiero casarme contigo, pantuflas bonitas

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora