CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO

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Daniel.

Más de siete años anhelando este momento y por fin se logró.  He vuelto a mi central con mi ejército. Me bajo de la camioneta con los escoltas custodiandome.

Los soldados que iban y venía despistados se detienen mirándome, los veo congelarse y a otros palidecer, en eso, Nia corre hacia los brazos abiertos de Alejandra que la esperan. Mi hermana levanta a mi hija por los aires, llenandola de mimos, pero cuando ya se pone pesada, Nia le ordena que la suelte. Me toma de la mano y me jala con ella hacia el edificio escuchando los murmullos detrás:

—¡Es él!

—¿Quien es?

—¡Es el ministro Boucher!

—¡¿Daniel está aquí?!

Nia abre la puerta con el pie, entramos al edificio donde todos los soldados me esperan de pie en una especie de fila a cada lado. Hacen un camino de honor y me siento raro. ¿Feliz? Les agradezco y continúo hacia el elevador donde mi hija aprieta el botón como loca.

—¡Vamos a llegar tarde! —chilla.

Mi papá anunció una reunión con urgencia. Al parecer algo malo sucedió, no lo sé. No me dió detalles por más que se lo exigí. Ingresamos a la sala de juntas y Nia corre a sentarse al lado de Steve, yo me siento en el lugar que sobra atrás, encabezando la mesa.

Me saludo con mis mejores amigos y también con las soldados. Eso si, a ellas con mucho más respeto y más alejado que con mis hermanos.

Recuesto mi espalda, acariciando la joya que posa en mi dedo. Ayer volví a salir con Nia, aprovechando que Elizabeth se tardaba un día más y compré mi argolla de matrimonio, intenté que fuese lo más parecida posible. Ahora me siento mejor con el anillo puesto, sentía que algo me faltaba. Después fuí a Tifanny y le compré un collar a Nia diamantes y oro blanco, no tiene dije ni piedras grandes, solo es la cadena que reluce y brilla en el cuello de mi hija.

—¡Te ves fa-bu-lo-sa! —le dice Steve a Nia.

—Lo sé —encoge un hombro, llevándose las manitos en el collar de más de quince mil dólares.

Harper toma asiento y escucho a mi padre carraspear, poniéndose de pie.

—Acaba de suceder algo lo cual no sé si es bueno o malo —empieza—. Creo que ambos.

Todos nos quedamos en silencio y con un signo de interrogación en el rostro mirando al coronel.

—En el día de ayer me notificaron que el... —se calla cuando llaman a la puerta. Suspira y se acerca abriéndola—. ¿Si?

—¡Qué pena, coronel! Necesito que me firme para...

—Ya vuelvo —informa Aaron saliendo de la sala.

El ruido vuelve, los soldados comienzan a sacar teorias del porqué la reunión, se hacen chistes unos a otros y yo solo me concentro en la personita que no deja de mirarme. Nia. Sus brillantes y sonrientes ojos viajan por todo mi rostro y se acerca embobada acariciándome la mejilla.

—Te amo, papá.

El pecho me arde y se me hincha de orgullo y felicidad. Mi princesa no ha dejado de decirme lo mucho que me ama y jamás me cansaré de escucharla. Es lo más hermoso que he escuchado en mi vida. Nia es mi mayor bendición, claro, mi esposa también.

—¡Esta mina nunca dejará de sorprenderme! —capto la voz de Marlon, pero sigo enfocado en mi hija.

Los chiflidos de Olivia, la bulla de Beatriz y Alejandra me hacen girarme. ¿Que es lo que tanto...? Madre mía, siento que la polla me punza, revive con la mujer que tengo en frente.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora