CAPÍTULO TRES

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Elizabeth

Son las 02:35 am.

Estamos abordando el avión militar. Llegar hasta aquí fue toda una odisea.

30 minutos antes.

—¿Tardaras mucho? —inquiere Daniel.

—Hago lo que puedo, coronel —murmura Peter.

El hacker intenta apagar todas las cámaras de la central, para así, ingresar sin ser vistos por ellas. El plan es que una vez las cámaras estén apagadas, entraremos. Hay cuatro guardias los cuales dos, se encargan de abrir y cerrar las puertas de la institución. Los otros dos, son los que merodean por el estacionamiento. Dentro de los edificios no hay guardias, los mismos dos del estacionamiento, también se dan una pasada rápida por los edificios.

Tenemos dos opciones, noquearlos, la cual me parece mala idea, ya que cuando despierten, alertarian al ministro y al coronel. La segunda, es que Daniel y yo ingresamos en dos camionetas, en las cuales irán escondidos nuestros soldados y el equipaje. La excusa del porque entraremos a las 02 am es porque tenemos una emergencia y debemos ir a Estados Unidos a una importante y urgente reunión con el presidente. No daríamos más explicaciones, porque uno, Daniel odia dar explicaciones a personas que no estén en su mismo rango y dos, las reuniones que tenemos son confidenciales y secretas.

El castaño teclea en su laptop con mucha concentración. En la pantalla aparecen un montón de códigos y cosas de listillos que no entiendo. Se me hace más fácil manejar cualquier arma que desbloquear la pantalla de mi teléfono, incluso puedo pilotear un avión de guerra, sin problema alguno.

Ivanov se gira hacia mí y me guiña un ojo, sonriendome.

—Listo, mi general. —Hace énfasis en la segunda palabra. Me habla en tono coqueto y yo solo rio.

Peter es uno de los mejores tenientes y hackers que tenemos en la central. Es un gran amigo mío, él fue transferido de la central de Rusia cuando terminó su entrenamiento de soldado, hace cuatro años. A sus veinticinco años se ha destacado por su gran trabajo con la computadora. Nos ha ayudado tumbando redes y paginas web de mercados negros, y porno infantil.

—¿Seguirán mirandose toda la madrugada o qué?masculla Daniel, en el asiento delantero de la camioneta.

Le echo un vistazo rápido a Peter, quien niega divertido con la cabeza baja.

—Davis, ve en la otra camioneta, es hora de entrar —ordena.

Asiento y le hago caso.

Entro a la Range Rover que está estacionada delante de la camioneta que sali. El frío que hace, diablos, se me va a congelar el culo. Traigo mi uniforme militar, el camuflado negro talla mi figura, la chaqueta cubre mi camiseta, y tengo puesto el chaleco antibalas. Una coleta y mi gorra con las iniciales de la institucion en color amarillo. Mis botas negras, recién embetunadas.

Estamos a medio km de la institución. Esta queda a las afueras de Toronto, pues se necesita un lugar enorme para tener todo lo que tenemos, edificios donde se dan clases, otros edificios que son los dormitorios de los soldados que son transferidos aqui, los campos de entrenamiento, el salon de eventos, la biblioteca, el enorme arsenal y ni hablar del tamaño del hangar. Tenemos dos pistas de aterrizaje. Siendo esta, la central más grande de América.

Daniel es el primero en ingresar, el les contara todo a los guardias para que nos dejen pasar. El coronel tarda un par de minutos y veo las enormes puertas de acero —las cuales son impenetrables—abrirse. Freno una vez estoy al lado de la ventanilla de los guardias.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora