CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE

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Giorgia.

La cabeza me duele, por más que traté dormir anoche no pude, me la pasé pensando y repasando detalles para el próximo ataque a la Ministra. La muy perra se salvó, al igual que la mocosa esa. Los ataqué, envié hombres a su casa y entre ella y el amigo acabaron con todos hasta la maldita niñita lo hizo, acabó con una de mis mejores mercenarias. ¡Con una mercenaria!

Me llevo la mano a mi nuca, acariciandola, me duele el cuello como una mierda.

Entro al despacho y llegan dos hombres con una expresión que no puedo describir. Algo malo pasó, eso lo tengo por seguro.

—¿Que pasó ahora? —suspiro.

Saco un cigarro de la cajetilla y lo enciendo, me lo llevo a los labios dejando que la nicotina pueda relajarme un rato, aunque sea solo un corto instante. Estoy muy cansada de que todo me esté saliendo mal.

—Señora, acaban de sacar esto en la revista Forbes y también, están transmitiendo en directo desde Francia.

—¿Que cosa? —arrugo las cejas.

—La ministra, señora.

Resoplo, mirandola tv que se enciende y la cara de Elizabeth está en primer plano, tiene varios micrófonos frente a ella y su postura es firme, habla con fluidez, se adueña de las cámaras y de la atención de los reporteros. Habla con voz firme y clara, dejando muy claro su papel de soldado.

—¿Que se siente tener misiones exitosas todo el tiempo? —le pregunta una periodista.

—Estoy acostumbrada al éxito —dice la muy presumida con altivez.

Los periodistas rien y siguen lanzando preguntas.

—Nos informaron que su hija, la cadete Boucher estuvo en esta misión y tuvo un papel fundamental para que haya sido un éxito. ¿Eso es cierto, Ministra?

Una pequeña sonrisa se dibuja el rostro de la perra esa, pero la sonrisa es apagada, se deshace de ella al fruncir los labios.

Si, gracias a la cadete Boucher se logró. Es una niña muy inteligente.

Me atrevo a decir que ella sacó eso de usted y del padre, señora Boucher —la elogia otra periodista.

Elizabeth se mantiene al margen, no demuestra que la mención de su esposo muerto la golpeó. Trae el cabello en una coleta mal hecha, en la mejilla derecha tiene un moretón y en su brazo derecho tiene un raspón y ni así se ve fea. La muy maldita luce hermosa. Detrás de ella veo el museo de arte de Paris.

¿El mérito será para la cadete?

—Si, por supuesto —asiente, mirando a todas las camaras—. Es su primera misión y lo hizo excelente. Hizo un buen trabajo.

—Bueno, no me queda más por decir, felicidades por los logros, Ministra... Ah, y también por lo de Forbes.

Elizabeth arruga las cejas, pero no pregunta. Se da media vuelta alejándose de las cámaras que siguen grabándola mientras ella se acerca a su equipo, caminando meneado la cadera. Se saca el chaleco antibalas, aún dándole la espalda a las cámaras.

Antes de que la cámara voltee hacia el periodista, capta a la hija de Daniel, trae su melena negra recogida en una coleta, el uniforme militar bien portado a pesar de lo sucio que está. Tiene las manos detrás de su espalda y mira a su alrededor con el ceño fruncido.

—Sin duda, la Ministra Boucher está creando un ejército excelente. Ejército que hace pocas horas evitó un desastre en el Museo Louvre. Las declaraciones de la policía y el ejército de la CISF fue que iban a robarse más de 20 pinturas las cuales serían en el mercado negro por miles de Euros, entre esos cuadros, estaría la Mona Lisa.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora