EPÍLOGO (PARTE DOS)

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Tres meses después.

Daniel.

Después de que el FBI interrumpiera mis vacaciones, armé con ayuda de mi esposa, algunas misiones para desmantelar clanes italianos que volvieron a tomar fuerza.

Fueron semanas llenas de trabajo. No teníamos tiempo para dedicárselo a los niños y por eso nos detuvimos por un tiempo.

Tras tener una severa conversación con mi padre, decidí tomar mi nueva responsabilidad. Mi rango.

Camino hacia delante con la barbilla en alto mientras las trompetas suenan. Me posiciono al lado de Harper, giro hacia él y le doy su correspondiente saludo militar. El director me devuelve el saludo y lo veo retener una sonrisa.

Busco con la mirada a mi hija y entre tantos mini soldados la encuentro con el cabello atado en una coleta. Mantiene su postura recta. Ya a sus nueve años, empieza a demostrar sus genes. Sus ojos verdes tienen más intensidad que los míos, la cicatriz se ha expandido un poco y el color ya no es rojo, sino que es un color un par de tonos más oscuros que el tono de su piel.

Hace un mes fue su cumpleaños y lo recuerdo perfectamente. Pues los italianos destruyeron su cumpleaños desde que se hicieron las 02:35 am.

Elizabeth se levantó a por agua luego de que pasara toda la noche con fiebre. Me quedé dormido, pero un grito de lucha y cosas de cristal rompiéndose en el pasillo me hicieron levantar de golpe.

Un italiano se infiltró en casa, haciéndose pasar por el chef que Ian nos consiguió.

Nia se había despertado mucho antes que su madre, escucho los pasos del enemigo y caminó sigilosamente detrás de él con su bate de béisbol, el hombre intentó atacar a Elizabeth, pero no logró. Nia saltó y le asestó un batazo en la cabeza para luego enterrar el mango de madera en la garganta del italiano.

La brutalidad ha aumentado en mi hija, al igual que su letalidad. Los entrenamientos la han vuelto mas rapida y la experiencia; más inteligente.

Los gemelos están en el jardín infantil de la central, pues no había nadie que se quedara con ellos durante la ceremonia.

No soy el Coronel. No soy el Ministro. Ahora soy el Director de la institución militar que está en el primer puesto de las mejores a nivel mundial. Y ciertamente, no puedo llevarme todo el crédito. Fue mi esposa quien mantuvo la institución durante siete años, fue ella quien llevó la institución a la cima y mi deber será mantenerla ahí.

Harper avanza hacia mí con una chapa rectangular en color negro que tiene grabada en letras cursiva las palabras: «Director Boucher».

Mi abuelo sonríe poniéndome la chapa en el traje militar.

Esta mañana maldecí un par de veces. Odio las hombreras porque son incómodas y hoy, Eli, fue quien me ayudó a vestirme. Me gané un par de golpes en la cabeza cada vez que me jalaba las hombreras hasta casi arruinarlas.

—Te lo mereces —susurra Harper.

Los agentes de rango superior se acercan poco a poco. Mi padre es el segundo en caminar hacia mi.

—Señor Director —me saluda estrechando mi mano con cariño.

Elizabeth se acerca y se inclina un poco hacia mí hasta que tengo sus labios en mi oreja y sus senos presionados a mi pecho.

—Felicidades, señor. —susurra en tono juguetón—. Reclame su regalo en media hora. Estará en su oficina —me guiña un ojo.

Mi respiración se vuelve agitada. Y necesito acomodar mis pantalones. Eso es lo que causa la mera cercanía de mi hermosa esposa. El corazón me palpita a cien mil y lucho para no ir detrás de ella justo ahora. Baja los escalones meneando el trasero. «Es divino».

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora