CAPÍTULO SESENTA

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Elizabeth.

Me despierto con un mono saltando en mi cama, abriendo los ojos, veo a Nia que salta y aterriza mal en la cama, un pie se le dobla provocando que caiga de cara al colchón. Gruñe y levanta su cara, su mirada conectandose con la mia y guardamos silencio por unos segundos, la comisura de los labios de Nia se levantan poco a poco y sonríe, ambas estallamos en una carcajada.

—Buenos días, amor —le beso la mejilla.

—Hola, mami —se arrastra a mi como un gusano y me abraza con cuidado de no lastimar mi espalda.

—¿Puedo aplicarte la crema que la tía Lexi te envió? —inquiere, echándose las trenzas hacia atrás.

El cabello está por todas partes menos en las trenzas que le había hecho anoche.

—Si quieres, cielo.

Asiente y se baja de la cama, corriendo por la crema.

Debo dormir boca abajo para así no lastimarme las heridas que tengo, los cristales y la bala me dejaron unos diseños espectaculares, pareciera que traigo el puto mapa mundi en la espalda.

Nia vuelve con la crema en la mano, la deja sobre la cama y se agacha cargando a Cheese, quien se acuesta a mi lado. Me alegro que el perro de mi hija se encuentre mejor. Después de un par de semanas en recuperación, está bien. Aún le cuesta un poco subirse a las camas o saltar a los autos, pero está mejor.

Mi hija se sube en mi, sentandose en mi trasero, destapa la crema y me quita la cobija de encima. No traigo nada debajo, sigo odiando dormir con ropa.

—Lizzie, dime si te duele mucho —dice con su dulce y tierna voz.

—De acuerdo, cariño.

Siento como la crema hace contacto con la piel y me retuerzo, su toque es delicado, pero duele como una mierda. Nia se detiene unos segundos, dejándome recuperar y vuelve aplicando la crema. Un rato después bajo con mi hija de la mano. Huele delicioso. Me acerco a la cocina y la niña recibe amor por todo lado. Le dejo un beso en la mejilla a mamá y susurro un “buenos días, Ian” a papá. Se que se está esforzando, espero perdonarlo algún día.

—Muñeca, la abuela hizo enchiladas —le dice a Nia.

Ella aplaude feliz, sentandose en su lugar. Me hago en el mío y espero a que la empleada me deje mi plato. Alejandra se sienta a mi lado y ni siquiera come.

—Mamá —levanto mi mirada hacia Nia, escuchándola—, quiero celebrar tu cumpleaños, cumplirás... —se acerca a Ximena y le susurra, unos segundos después vuelve a mi—, 31 años. ¡Hay que celebrarlos!

Le doy un mordisco a mi segunda enchilada.

—Si eso quieres... —murmuro.

—¡¿Es un si?! —chilla emocionada,  soltando los cubiertos y mirandome con esos ojos brillantes y sonrientes.

Asiento.

—Si tu lo quieres, sí.

Si a ella le hace feliz, pues por mi está bien, pero la verdad es que no quiero celebrarlos, no hay nada aquel celebrar.

—¿No has visto la revista Forbes? —inquiere Ximena al otro lado de la mesa.

—Sales en las primeras páginas —comenta Ian.

Guardo silencio mirándolos. Son felices juntos, llevan cinco años casados lo cual me alegra por ellos, merecen ser felices y de cierta forma los envidio... llevan media década juntos como esposos, tuvieron su luna de miel y además, llevan más de 20 saliendo. ¿Por qué papá no le pidió matrimonio antes? ¡¿Esperó más de 20 años?! En fin, sus razones tuvo.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora