CAPÍTULO DOS

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Daniel

Abro los ojos con mucho cuidado, la cabeza me duele. ¿Qué hora es?

Miro a mi lado derecho y tengo una pelinegra, semidesnuda. La muevo un poco para salir de sus brazos, Vivienne se despierta, dándome una sonrisa.

—Mi pelinegro favorito —ronronea, intentando llevarme con ella otra vez.

—No, Vivienne. No puedo ahora.

Me pongo de pie, metiéndome en mis pantalones. Busco una y otra vez mi camiseta por todo el lugar, pero no la encuentro, toda la habitación está hecha un desastre. Hay ropa y zapatos por todo lado. A eso le llamo yo una buena borrachera.

—¿Por qué? Se supone que hoy no trabajas…

—Supones bien, pero debo ir a la casa de alguien —comento atando los cordones de mis zapatos nike.

—Elizabeth —bufa.

—¿Algún problema con ella? —Me giro hacia Vivienne.

Rueda los ojos, cruzándose de brazos.

—¿Estás con ella?

—No.

—¿Entonces?

—Entonces, ¿qué?

—¿Por qué irás a la casa de ella?

—Por trabajo, porque quiero, porque ella me invitó y porque me place. ¿Otra pregunta? —La paciencia se me agota.

Detesto tantas preguntas estúpidas, Vivienne sabe su lugar. Ella solo es para el sexo, nada mas. Yo tengo a otra persona en la cabeza, la cual no me da ni la hora.

—¿Me estás haciendo un show de celos? —Arrugo las cejas.

—Piensa lo que quieras —dice, volteandose, dándome la espalda.

—Siempre lo hago.

En definitiva, mejor me quedo en abstinencia, no soporto los shows de celos, eso me saca de quicio. Salgo del apartamento de Vivienne. Saco mi teléfono de mi bolsillo y doy bloquear a su contacto. Entro al elevador y me recuesto en la pared del cajón de metal.

Mucho licor por hoy… nah, ni yo me lo creo.

Llego a mi casa y me doy cuenta que mi padre ya se fue y al parecer mi abuelo se fue con el. Aaron y Harper son tan inseparables, siempre van juntos a todos lados.

Otra vez solo en esta maldita mansión enorme. Cuando dicen que el dinero no compra la felicidad, es cierto.

****

Entro a la mansion Davis en mi Bugatti negro. Dejo el auto en el estacionamiento y toco el timbre. Se me va a congelar el culo aqui.

—¡Un segundo! —gritan al otro lado de la puerta.

Empiezo a castañear los dientes. Maldito frío.

La puerta se abre, y el calor de la casa me abriga.

—Stella, casi muero de hipotermia —molesto a la empleada.

—Exagerado como siempre —ríe ella—. Feliz navidad, joven Daniel.

Le regaló una sonrisa falsa.

Odio que me den las "felices navidades" cuando no hay nada feliz. No hay con quién celebrar.

Me quito el abrigo, quedando con mi camiseta negra. Entro a la sala y espero a Elizabeth cómodamente en un mueble. Converso con la empleada, quien no para de preguntarme si estoy ebrio, la respuesta es clara, pero no la dire. No me quito mis lentes oscuros, mis ojos me delatarían.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora