CAPITULO VEINTICUATRO

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Elizabeth

Anoche le confesé. Saqué todo, fui honesta con Daniel. Le dije que llevaba años enamorada de él, le conté muchas cosas las cuales tenía guardadas. Él siendo de muy pocas palabras me dijo que me quería y que me quería en su vida.

Justo ahora estoy luchando para que me suelte, me tiene abrazada, dormimos así, toda la noche.

—¡Dani!

—Mmm.

—Quiero ir al baño, déjame salir de la cama.

—No.

—¡Daniel!

—¡Ay! —Se queja, liberando mi cintura de su agarre.

Voy al baño y hago mis necesidades. Me lavo los dientes y el rostro.

—¡Levántate, es tarde!

—¡Es domingo!

—¿Y qué? Iremos a hacer ejercicio.

—Ay, no —se hace bolas en las cobijas.

—¡Daniel, estás grande para hacer berrinche!

—Me vale.

Este hombre es imposible. Sonrío.

—Bien, entonces, le diré a Dexter que me acompañe.

Sale de las cobijas de un brinco.

—Deja me lavo los dientes y vamos.

Muerdo mi labio para no reírme.

Lo veo entrar al cuarto de baño, trae únicamente un calzoncillo negro. Me pierdo en el trasero, que buen culo tiene. Del trasero, subo mi mirada a su espalda muy trabajada, su piel no tiene ni una sola gota de tinta. A diferencia de su brazo derecho y el pecho. Él vuelve hacia mi y no evito lanzarme encima. El beso es tierno, suave y delicado.

—Buenos días —ronroneo.

—Buenos días, rubia —me besa ésta vez con más pasión.

Cuando siento que tanto mi cuerpo como el de él quiere más, me bajo de Daniel y busco ropa más cómoda.  Los escoltas le trajeron un poco de ropa a él, en eso su ropa para hacer deporte. Salgo del closet, y empiezo a babear.

Daniel trae el cabello húmedo, trae una camiseta blanca, la cual se le ciñe en los brazos musculosos. Una bermuda azul y sus zapatos blancos.

—Que sexy —le doy un casto beso en los labios.

Dani aprovecha para darme una nalgada.

—Me gustan estos shorts.

Río.

Después de beber unos batidos de fresa con mucha proteína, para tener energía. Salimos de la casa, a unos cuantos metros de la piscina, está una pequeña casa, la cual es el gimnasio de mi casa. Está lleno de máquinas y espejos en todas las paredes.

—Haré un poco de espalda, ¿y tú? —Me besa.

—Pierna.

—Que bueno que soy yo quien se come y disfruta esos resultados —vuelve a nalguearme y se va a calentar.

Conecto mi teléfono a los parlantes del gimnasio, sin música no podría mover ni un solo dedo. Caliento y estiro mis piernas. Tomo unas mancuernas de 10 kg y hago zancada con una en cada mano.

A medida que sigo con la rutina, empiezo a sudar, me saco la camiseta quedando con un top azul marino al igual que mi short.

Suelto la barra, agitada. Me falta solo un ejercicio más. Tomo agua y me voy al otro lado a ver a Dani. Se quitó la camiseta, tiene la espalda sudada. Está haciendo dominadas, como si fuera lo más fácil, yo a duras penas me saco quince. Sube y baja, sus músculos se tensan. Que calor hace, dios.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora