CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

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Elizabeth.

Abordo el Lamborghini huracán que hace unos meses me había robado, pero que ahora era mío como el propietario de él. Por el retrovisor veo a Jackson subirse a la camioneta. Piso el acelerador y salgo de mansión con el escolta custodiandome.

Suena mi teléfono y contesto. La llamada se conecta al altavoz del auto. La voz de Alejandra suena por todo éste.

—Eli, ¿cómo estás?

—Bien —contesto con la mirada fija en el camino.

—Eli, ¿estás en la mansión? ¿O el apartamento?

—No, estoy conduciendo —acelero un poco más.

—¡Estás embarazada! —Chilla.

—Lo sé, creeme, llevo con esta panza siete largos meses.

Jackson se pega del claxon de la camioneta, se hace a mi lado y pide que baje la ventana.

—¿Que pasa? —El aire fresco de la noche me golpea el rostro.

—Debemos volver, ahora.

Sus ojos avellana me transmiten un raro sentimiento.

—¡Eli, hazle caso a Jackson! —Alejandra suena desesperada.

—¡¿Que está pasando?! —Le pregunta a ambos.

—Daniel tuvo un inconveniente —espeta el escolta.

Disminuyo la velocidad, me llevo una mano al vientre, me duele. Cierro los ojos intentando no llorar. Que estes bien, Dani. Por favor. Estaciono el auto en un lugar donde se permita. El dolor es cada vez más fuerte, no me siento bien. Mi corazón se acelera y amenaza con salirse de mi pecho. Corto la llamada con la cadete y el teléfono se desconecta.

—Señorita Elizabeth, debemos volver. ¿Se siente capaz para volver?

—Si —jadeo adolorida—. ¿Que pasa?

—No, no lo está —da media vuelta y lo veo entrar a la camioneta. Ignora mi pregunta.

Una moto negra pasa cerca del auto donde sigo esperando a que me alivie el dolor. Una pareja se acerca al auto al ver la ventana abajo.

—Disculpa, ¿podría decirnos por dónde se puede llegar al museo? —Inquiere el chico.

—¿El museo? —Murmuro.

Si no estoy mal, justo ahora el museo está cerrado. Tan raro.

—Si, queremos ir ahora —la chica me da una sonrisa gélida.

Miro por el retrovisor y Jackson me hace ceñas. Mi teléfono vibra y lo agarro.

—Dejame ya te digo por dónde. No me acuerdo —abro el chat del escolta—. Buscaré en Maps.

Escolta J: Acelera!!!!

Escolta J: Aprieta el maldito acelerador.

—¿Lo encontró? —La chica mete la cabeza por la ventana y la miro mal.

«Nada de esto me da buena espina».

—Si, queda a 30 minutos de aquí. Toman la siguiente esquina y voltean a la derecha, ahí siguen unas cuanta... Deberían tomar el metro —aconsejo.

El sonido de llamada entrante retumba en el auto.

Daniel.

—Si, será lo mejor. Muchas gracias. Buen viaje —se despide la pareja y dan media vuelta.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora