CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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"Corazones rotos 2/3"

Me despierto por culpa del zumbido de mi teléfono que no deja de sonar en mi bolsillo. ¿Cuánto dormí?

—¿Si?

—Ven a la reunión ahora —susurra Betty.

¿Ella no estaba aquí?

Me incorporo de inmediato. ¿Que reunión?

—¿Reunión en dónde?

—Sala de juntas 3.

—Voy —cuelgo.

Entro al baño de la oficina de Betty y me lavo la cara. Tengo los ojos un poco hinchados, pero parpadeando rápido no se nota.

Salgo de la oficina y corro, literalmente. Corro hasta llegar a la reunión. Toco una, dos, tres y cuatro veces. La voz de Daniel suena.

Abre la puerta, idiota.

Un minuto después abren la puerta. Daniel.

Tiene la nariz con una bandita y un ojo color verdoso, que combina con el color de su iris, ya se le quitó el morado. Y lo que más me jode, es que ni así luce poco atractivo. Es más, se ve más malo y más sexy. Maldita sea, ¿por qué lo hicieron tan guapo?

Sus ojos son como dos tempanos de hielo, me miran de arriba a abajo como si fuera poca cosa y me deja entrar, no sin antes soltar el primer comentario:

—¡Adivinen quién llegó! Pero si es la general que se pierde por dos semanas y deja su trabajo tirado, además, llega tarde a una reunión sin explicación alguna.

Me giro hacia él.

—Suficiente.

Me voy al único puesto sobrante, me toca en medio de Dexter y Alex.

—¿Dónde estabas? Ya iba a robarme un helicóptero para ir por ti —susurra.

—¿Usando esa excusa tan barata solo para tener un helicóptero bajo tus manos? Que vil —bromeo.

Daniel carraspea.

—Olivia, dale un resumen de la reunión a la general.

No te comportes como un imbécil, Daniel.

Olivia me habla, pero no le estoy prestando atención. Justo ahora no quiero que nadie me hable, la vista se me nubla y solo quiero llorar. Me siento agotada de sentir tanto dolor con tan solo veintitrés años, casi veinticuatro.

Dexter me toma la mano por debajo de la mesa y la acaricia.

—Respira. Inhala, aguanta y exhala.

Le hago caso, aún con la vista puesta en Olivia quien se da cuenta de que no estoy bien.

La situación no ayuda y la actitud de Daniel, menos.

Díganme ilusa, pero yo ya me estaba imaginando una vida al lado de Daniel. Casados, con hijos y muchos perros corriendo, teniendo una mansión para nosotros con una cocina completamente de cristal y con una vista al bosque. Una habitación de juegos para los niños... Ese pensamiento ahora quema y hace dolerme más el pecho, pero amar tambien significa soltar y más si esa persona corre riesgo por estar conectada a ti.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora