CAPÍTULO SESENTA Y TRES

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Daniel.

Yo puedo adorar demasiado a mi hija, pero si sigue enterrandome el talón en las costillas por tres segundos más la lanzaré al suelo. Tomo su pequeño piecito y lo retiro de mi adolorida costilla. Me estiro, sacando la pereza de mi cuerpo y sin querer le doy con la rodilla en el rostro a Nia. ¿Por qué diablos se mueve tanto? Anoche estaba durmiendo a mi lado con su cabecita en mi pecho y dándome un abrazo de oso, me despierto y la veo volteada, los pies hacia mi cabeza y su cabeza en mis pies.

Me levanto rápido y tomo la cobija lanzándola lejos, Nia abre la boca... ¡Va a llorar! Hice llorar a mi hija, soy un desastre como padre. Me quiero golpear... Bosteza, abriendo los ojos lentamente. Los abre de par en par cuando me ve y se lanza sobre mi como una fiera. Sonrío.

—Buenos días, papi.

—Buenos días, princesita —le dejo un beso en ambas mejillas.

Se queda en silencio mirándome. Me detalla el rostro y me siento incómodo. Desde ayer está en las mismas.

—¿Y mamá? —se rasca la cabeza, bostezando otra vez. Trae el cabello hecho un nido de pájaros.

—Se fue esta madrugada, princess —contesto.

Se suponía que anoche íbamos a dormir los tres juntos, pero en cuanto Nia se durmió, lo cual fue rápido, porque apenas puso la cabeza en la almohada se quedó dormida. Elizabeth aprovechó ese momento para empacar algo ligero e irse. Me dijo que iba por viajes de negocios, le dije que los dejara para otro día, pero no me hizo caso. Actuó sospechosa, le pregunté un par de veces a dónde iba y no me respondió. Me dijo que volvía en dos días. ¿Acaso está alejándose de mi? ¿A dónde demonios fue?

—Tengo que hacer pis —se levanta de la cama y corre hacia el baño.

Me echo a reír cuando mi cerebro me envía una imagen de un mono corriendo y a la vez rebobino la salida de mi hija hacia el baño. Idénticos. En especial el cabello desastroso.

—¡Tengo hambre! —grita desde del cuarto de baño.

Yo también.

Bajo las escaleras y llego a la silenciosa cocina. Aqui no hay nadie.

—¿Hola? —inquiero paseandome por la planta de abajo de la mansión—. ¡¿Alguien?!

¿Elizabeth dónde dejó a toda esa gente?

Tomo el teléfono de la casa y marco al número de mi esposa, aún lo recuerdo perfecta...

—El número que está marcando está fuera de servicio.

—¡Fuera de servicio su madre! —gruño poniendo el teléfono donde va.

Unas pisadas suenan en las escaleras y me giro encontradome a Nia en unas pantuflas de color rosa claro, me acerco a mi hija y veo el logo del calzado. Tenía que ser hija mía. Calidad y finura.

—¿Por qué gritas? —enarca una ceja.

—¿Por qué no hay empleados en esta casa? Ayer ví varios y...

—Mamá en medio de un ataque de ira echó a todos —me interrumpe.

—¿Por qué? —me cruzo de brazos curioso.

—Mucha charla y poca comida —me deja parado frente a las escaleras, mientras ella se mete a la cocina—. ¡Grandulón! ¡Quiero mis cereales y no alcanzo!

Río nasalmente.

Voy a donde ella y abro el gabinete de arriba y encuentro con cuatro cajas distintas de cereales: Oreo, Choco Krispy, Zucaritas y granola.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora