CAPÍTULO SETENTA Y CINCO

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Elizabeth.

Tomo asiento frente al hombre, despacio dejo mi carpeta marrón sobre la mesa de metal y la abro sacando los papeles.

—¿Aquí es cuando me ofreces un trato?  —se burla.

—No. Aquí es cuando tú me dirás todo lo que te preguntaré y punto.

—¿Y yo que gano con eso?

—Vivir más.

—No es justo.

—No me interesa —me recuesto en la silla con las piernas cruzadas. Me llevo las manos al abdomen escasamente abultado.

—No haré ningún trato con ustedes —gruñe.

—Es que no haremos trato, cariño —me burlo—. Tu dirás lo que necesito y mantendrás con vida por un día más.

—No pueden hacerme eso.

Lo observo con una sonrisa burlona.

—Por favor.

—Ustedes son la policía y…

—¿Y qué? Soy la ministra y mientras esté aquí usaré todo el poder que tengo para mí beneficio.

Se ríe.

—Nadie es del todo bueno, ¿no?

Me encojo de hombros.

—¿Vas a decir algo, Kirill?

—No. Aquí estoy bien, gracias —imita mi postura.

Me pongo de pie, reprimiendo las ganas de golpearlo.

—Vuelvo en una hora.

Salgo de la sala de interrogaciones, un soldado entra y otro se hace en la puerta para la guardia. Observo mi reloj. Un hombre se para en frente mío y levanto la cabeza encontrandome con Daniel.

—¿Cómo te fue?

—No quiere decir nada.

—Puedo ir yo —se ofrece.

Mis ojos se desplazan de su rostro a su torso… ¡No! Giro mi cabeza para pegar mis ojos en otro lado. Este hombre en camuflado es una tentación andante y justo ahora no necesito distraerme. Tendré toda la noche para ello.

—¿Estás bien, preciosa?

—Si.

—¿Por qué no me estás mirando, entonces…?

—Porque… —tuerzo la boca.

¡Elizabeth piensa!

—Me tengo que ir —le beso la mejilla y así como me acerqué a su tentador cuerpo, me alejo—. Veré qué le saco.

—Bien. ¿Cómo están?

—Estamos bien, gracias por preguntar —sonrío mirándolo a los ojos.

Daniel mira a su alrededor y se acerca a mi para acariciarme la panza inexistente.

—¿Por qué no te has hinchado? —me besa el mentón.

—No lo sé. Cuando volvamos del viaje a Kenia iré a ver al doctor.

—Iremos —me corrige.

Me despido de mi esposo y entro otra vez con Kirill Sokolov. Una de las tácticas que me enseñó mi padre es la que acabo de practicar con Kirill, le digo que volveré en cierto tiempo, pero en realidad vuelvo a los pocos minutos, esto es para no darles mucho tiempo para que piensen en mentiras y juego de adivinanzas. Necesito saber la locación exacta de Giorgia.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora