CAPÍTULO CATORCE

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Daniel

Abro los ojos al escuchar la voz de Karol G retumbar por toda la planta baja. Lo que me faltaba.

Suelto un chillido y salgo de la cama. Voy a mi closet y saco una bermuda y una camiseta. Me cepillo y me visto. Salgo de la habitación encontrándome a la loca de la familia. Alejandra, mi prima de 18 años.

—¡Dani! —Corre hacia mi, emocionada, y se cuelga de mi cuello como mono.

—Hola, pulga —le revuelvo el cabello.

—¿Algún chisme para mí?—-pregunta la descarada, soltandome.

—Si —le doy una sonrisa y ella me mira expectante—. Donald Trump es blanco —le susurro en el oído.

Va hasta el sillón y me tira un cojín.

—¡Serás idiota! —Me lanza otro.

Suelto una carcajada.

—¿Que quieres que te cuente?

—Melodía para mis oídos —me hace un gesto para que me siente con ella—. ¿Han atrapados a los malos?

Bufo y niego.

—¿Algún embarazo no deseado? —Pregunta.

—Y yo que sé.

—Bueno —se toca la sien pensativa —. ¿Podrías llevarme contigo a la central?

Ruedo los ojos.

—Ni loco, no soy tu niñero.

—Tengo 18 —se defiende.

—¿Y a mí que? —me pongo de pie y entro a la cocina.

—Pues que ya estoy grande.

—Aleja, no puedo llevarte.

—Porfaaaaaaa —chilla.

—Deja de ser ruidosa, que caes mal.

....

Entro a la central y no me encuentro a la amargada, gracias Dios.

—¿Tienes misiones hoy? —Fulmino con la mirada a la ruidosa que tengo a mi lado.

—¿Por qué te traje?

—Porque soy fabulosa —Mueve su coleta, en modo diva.

Rio y continuamos caminando hasta llegar a mi oficina. Me siento en mi escritorio y Alejandra se acuesta en el mueble que queda al frente de mi, justo debajo de la ventana que está cubierta con una persiana. Nunca la abro, no me gusta.

Alejandra se pone sus auriculares y tararea una canción. Me pongo mis auriculares también para así no desconcentrarme y leer todos esos documentos.

Feel it de Michele Morrone se apodera de mis oídos.

Saco las carpetas del cajón y prendo la laptop. Mientras está prende, leo los currículum de los soldados que tenemos fichados Peter y yo. Es increíble, jamás me imaginé que alguno de ellos nos traicionaría. Cierro la carpeta y la guardo bajo llave. Continúo en la laptop. Tecleo lo que busco. Se abre una ventana de una cámara de seguridad de la oficina de la general. Saco mi teléfono y envío un mensaje.

Daniel: Todo va bien.

Dejo el teléfono a un lado y vuelvo a concentrarme.

Dos horas después de leer, imprimir, firmar, entregarle al ministro. Me tomo la primera tasa de café.

—¿Tengo citas importantes? —Le pregunto a mi secretaria.

—La cena que canceló la semana pasada.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora