CAPITULO OCHENTA Y SEIS

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Elizabeth.

Me siento en el comedor y doy un sorbo a mi café, mientras espero a que Nia baje a desayunar para hablar con ella. Daniel se mantiene tenso a mi lado, remueve su desayuno de granola con yogur griego y trozos de pera, pero no come ni un poco.

—Relájate —acaricio su espalda—. ¿Por qué estás así, Dani?

—No lo sé —murmura alejando el plato de él—. Tengo miedo de su reacción... Esto es mi culpa, no debí llevarla.

Meneo la cabeza.

Daniel está tan afectado por esto que siento que él será quien toque fondo de todos nosotros.

—Si estás buscando a un culpable, déjame decirte, cariño, que la culpa es de la guerra que se generó con Giorgia. No es tu culpa, tampoco mía —me acerco más a él y lo abrazo.

Algunas veces cuando las cosas se salen de control, queremos buscar culpables, pero, en ciertas ocasiones no hay un solo, quizá, sea la toma de decisiones.

Ya no vale de nada lamentarse por lo que mi hija padezca o no, mucho menos culpar al uno o al otro. Lo mejor es afrontar las cosas y apoyar a Nia. Me quedé hasta tarde leyendo sobre el trastorno mental que presenta ella y lo que encontré fue interesante.

Aparte de que hay dos tipos de patologías: la psicopatía y psicopatía, es que aunque sean similares, uno si puede llegar a tener empatía, mientras que el otro no. El diagnóstico de dicha patología se da después de los 18 años, por lo que me detuve en esto e investigué un poco, porque mi hija tan solo tiene 7 años y tanto ella como nosotros estamos confundidos sobre cómo se manejan las cosas en su cabecita.

Es verdad que yo manejo criminales con este tipo de patologías, pero nunca estoy analizando sus trastornos, lo único que me importa es apresarlos.

Lo que leí al respecto fue que si se intenta diagnosticar la psicopatía o la sociopatía antes de los 18 años, no es algo que tenga un buen resultado, pues el trastorno negativista desafiante, sería el diagnóstico. Leí sobre esto y tiene un poco de sentido, sin embargo no soy psiquiatra y por ende por podría llegar a un diagnóstico por mi navegación de Google. Porque en todos los blogs mencionan el maltrato animal, pero Nia tiene una buena relación con ellos. «Esto es demasiado sin ayuda profesional», suspiro.

—Buenos días, papá —entra Nia con su pijama y las trenzas deshechas—. Buenos días, mamá.

Me separo de mi esposo, volvemos hacia Nia y respondemos a su saludo. Hasta esto se me hace curioso, se supone que los niños deberían ser groseros. Pero Nia no ha sido grosera ni desafiante, lo más cercano es ser terca, pero bueno, soy su madre, debió sacar algo de mi.

—No se que paso, pero yo no fui —levanta las manos en modo rendición.

—No has hecho nada malo, cariño —sonrío.

Asiente, no muy convencida y empieza a devorar su desayuno.

—Tu padre me contó todo —comento.

Detiene la cuchara a medio camino y dos segundos después se la lleva a boca y continúa comiendo.

—Betty ya nos dio el contacto con el psiquiatra, tenemos cita en seis días —informo—. Sin embargo, ahora voy a llamar a la psiquiatra y que ella me diga las reglas y lo que sea que se haga en eso.

No consigo una respuesta verbal, pero si un asentimiento de cabeza.

Volteo a ver a Daniel quien sigue tenso, le tomo la mano y la entrelazo con la mía para luego acercarla a mi boca y depositar un beso cariñoso.

LA MISIÓN DE AMARTE  [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora