15: El verdadero terror

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Cohen abrió la puerta de su oficina sobresaltando a todos

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Cohen abrió la puerta de su oficina sobresaltando a todos.

—Mi suegro murió —anunció.

Los cuatro se miraron.

—Profesor, lo sien. . . —trató de decir Mónica.

—Tengo que acompañar a mi esposa. —No le dejó terminar, se dirigió a la puerta con su maletín marrón y desapareció. A cada uno le sorprendió la preocupación que tenía hacia la mujer por la que constantemente maldecía.

—Bueno. —Brice bajó sus manos sobre la mesa con un golpe—. Por respeto hacia el fallecido debemos suspender nuestras actividades.

—Ja, ja —dijo Mónica.

—Sí... —pensó Kurt—. Es jueves, casi viernes, casi Halloween, casi diciembre. Yo opino que es hora de una pausa activa... de 12 horas. ¿Oschner?

Los tres miraron a Colin. Necesitaban de un tercer voto para derrotar a Mónica. Y Colin lo sentía por Mónica; en otras circunstancias hubiese optado por quedarse hasta la hora de salida, pero el fallecimiento del suegro de Cohen le vino como anillo al dedo... con todo respeto.

—Podríamos salir más temprano —o sea, ahora mismo—. Me vendría bien porque tengo que hacer compras en el supermercado.

Brice suspiró exageradamente.

—La vida de casado —dijo.

Colin movió sus labios, pero no completó una sonrisa. Mónica suspiró, negando con su cabeza; muy en el fondo o, mejor dicho, en la superficie, también deseaba salir más temprano, pero tenía el papel de la mujer responsable.

—Supongo que Cohen estará demasiado ocupado para pensar en nosotros. —Mónica volvió a analizarlo—. Pero, por el amor de Dios, Brice, si no apareces mañana puntualmente, te ahorcaré con un maldito cinturón. Recuerden que Cohen nos permitirá salir temprano el sábado. No lo estropeen, idiotas.

—Por supuesto que no. Estaremos aquí puntualmente después de una noche alocada llena de alcohol y putas —dijo Brice por molestarla.

—Joder. —Mónica se levantó de golpe, recogiendo sus pertenencias—. Espero que te ahogues en alcohol y que una puta te robe la billetera, imbécil.

—Monic —Kurt habló en modo monje lleno de paz—, no te rebajes.

Mientras esos tres discutían, Colin ya estaba en la puerta con todas sus pertenencias. Como el día anterior había decidido que sería un mejor amigo para Alan, tal vez debía comenzar siendo también un mejor compañero, o al menos un compañero que se despide y no finge que los demás no existen a su alrededor.

—Nos vemos mañana —les dijo.

—¡Sé libre, palomita casada! —gritó Brice, abriendo sus manos al aire como si hubiese liberado una paloma blanca.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora