31: Ave Fénix

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—Muy bien, Emma, puedes cerrar tus piernas

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—Muy bien, Emma, puedes cerrar tus piernas.

Emma bajó sus piernas de los estribos de la camilla y las cerró. La doctora Choi caminó a su escritorio para escribir su informe en el momento en que Colin apretó la mano de Emma en medio de una sonrisa que lo decía todo. Emma le sonrió como respuesta, a continuación, se bajó de la camilla para vestirse detrás de la mampara. El DIU estaba perfectamente bien, y, si no había problemas, ella podía continuar con su vida hasta el próximo control anual.

—¿Hay algo más que quieras comentarme, Emma?

—Eh, no, no —respondió delante de la doctora.

—Fantástico. Eres una super mujer —levantó su puño en forma de ánimo.

Emma esbozó una media sonrisa.

Cuando salieron del consultorio, sintió que todos sus músculos se aflojaron. Estaba profundamente aliviada, incluso se sentía orgullosa. Podía valorar sus visitas a la ginecóloga como pequeños grandes logros que solo ella entendería..., y tal vez su esposo. Colin le dio un abrazo de costado cuando caminaron por el aparcamiento, en su espalda colgaba la mochila transportadora de Estela con Estela. Era lunes, por lo tanto, debía regresar a la universidad, pero, primero, iba a dejar a Emma en casa de los Miller.

—¿Cómo regresarás a casita de ratón? ¿Quieres que te recoja a la noche?

—Ay no. En todo caso, le diré a Gael que me lleve o pediré un Uber —abrió la puerta de la Benz, todavía mirándolo—. Te amo de aquí a Neptuno.

—Te amo de Neptuno al Sol.

—Te encanta quemarte, Oschner.

—Me casé con un ave fénix, Oschner.

—¡Qué romántico mi poeta!

Colin rio y se inclinaron para darse un beso.

Cuando ella bajó con su mochila transportadora de Estela, caminó marcha atrás por el sendero, cruzó sus manos delante de su pecho, formando un ave (fénix) frente a la mirada de él. Colin sonrió e hizo el mismo gesto de ave para ella.

Llamó a la puerta y Jeffrey se la abrió.

—Señora Emma, no esperábamos su visita —la dejó pasar en medio de una calidez expresada en su tono de voz.

—¡Lo sé! —entró a la casa con el pensamiento acelerado, cosa que le pasaba cada vez que estaba feliz con su vida—. Es que, el señor Oschner y yo, nos encargamos de algo cerca de aquí, y decidí pasar a saludar. Él tuvo que regresar a la universidad. Es un hombre ocupado, Jeffrey.

—Lo sé, conozco esa característica del señor Oschner.

—Entonces, ¿no hay nadie en casa?

—Hay. Tu papá está haciendo ejercicio en su caminadora.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora