37: Primera vez

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Emma le había pedido que esperara en la recámara

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Emma le había pedido que esperara en la recámara. Él obedeció y se sentó en la punta de la cama a esperar con el corazón palpitando en su garganta. Sus manos se humedecieron y su pene se endureció. Los minutos transcurrieron y, de pronto, se sentía sobrecargado.

Temía no aguantar media hora.

Entonces, la música comenzó a sonar desde alguna parte, y se metió a la habitación. Los ojos de Colin brillaron, como dos faros capaces de cegar a cualquier marino a la distancia, cuando Emma cowgirl pegó su espalda al marco de la puerta con un movimiento sensual al ritmo de Crazy de Aerosmith. Ella levantó una pierna, una chispa que hizo estallar los fuegos artificiales en el pecho de Colin. Estaba usando sus ya conocidas botas blancas de cowgirl, sombrero del mismo rosa que todo su atuendo, un pañuelo en el cuello, un sostén y un cinturón de cuerina sobre una tanga que no dejaba nada a la imaginación. Tenía un revolver de juguete en el cinturón, con una cuerda marrón.

Colin temía no aguantar 10 minutos.

—Emma...

—¡Sh!

Ella sacó su revolver y lo apuntó, disparó una bandera que decía Fóllame.

Colin comenzó a contar ganado en su cabeza para no excitarse demasiado. Pero joder. Era imposible. Ella era demasiado. Emma dejó caer el revolver y se movió con seducción por la habitación, bailando, tocando sus pechos, deslizando sus manos desde su cintura hasta su entrepierna. Sacó su cuerda y, a medida que se acercaba, su presa comenzó a sentirse mucho más pequeño.

En medio del pecho, Emma le dio un empujón con un dedo. Él cayó de espalda a un precipicio, amortiguado por mil plumas de ángeles. Emma trepó, sentándose a horcajadas sobre la erección de él, tomó los brazos de Colin y le colocó las manos arriba de la cabeza, atándole las muñecas con la cuerda. La respiración de Colin entraba y salía distorsionada. Emma era lo más sexi que se había reflejado en sus pupilas dilatadas. Entonces, ella bajó y bajó por la montaña al río, rozando sus labios contra la tela de la ropa. Le bajó el pantalón a cuadrillé y le chupó la erección con su labial fucsia. El cuerpo de Colin se contrajo con una sacudida. Gemir era uno de sus idiomas de amor. Levantó su cabeza con la esperanza de verla.

—Demonios, Emma.

Emma sacó el pene de su boca y se ocupó de los testículos. Colin tumbó su cabeza sobre el colchón, con sus ojos cerrados. Los sonidos en la recámara provocaron que ella se empapara. Escucharlo era una experiencia paranormal. Verlo retorcerse era sobrenatural. Pero lo conocía. Si no lo sacaba de su boca no quedaría mucho para después. Se apartó de él, con su saliva escurriéndose en su barbilla, se limpió y regresó a su posición de horcajadas.

—Soy tu cowgirl.

—Eres mi todo.

Emma sonrió, se inclinó sobre él y le apretó el nudo de sus muñecas en medio de un beso apasionado. Le desató las manos y, por fin, Colin pudo acariciarle el cabello y tocarle el pañuelo. Emma prosiguió a quitarle la camiseta para darle caricias con las manos, alrededor de sus pezones, pasando por su abdomen. La mirada de Colin se expandió tan rápido como el Universo cuando observó con detalle cómo Emma movía su tanga para seguidamente llenarse con él. Los dos gimieron al mismo tiempo.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora