Regresar había sido un acto de valentía. Luego de un fin de semana a puro amor del bueno haciéndole bien, regresar a sus obligaciones había sido lo más parecido a una patada en la garganta. A primera hora, chocó con Cohen en la escalinata del departamento de física. El problema con Cohen, o uno de los problemas con Cohen, es que confundía el rol de sus asistentes de investigación con el rol de asistentes de una organización. Los trataba como empleados, olvidaba que él era el mentor académico y ellos sus pupilos. Pero, en fin. Lo obedecían porque debían agradar porque necesitaban esas cartas de recomendación.
—Oschner, qué bueno encontrarte —sacó unos billetes arrugados del bolsillo de su jean—. Hazme el favor de ir a comprarme un café negro y una dona sin glaseado. Estaré en mi oficina. Cómprate algo también.
—Hm. —¿Estaba ciego y no podía ver el vaso de chocolate que sostenía con una dona sin glaseado? No necesitaba que le comprara nada. Incluso si no tuviese dinero encontraría otra forma de conseguir un desayuno—. Claro.
Le compró el café puro con la dona, y entró a la oficina en silencio a dejárselos sobre el escritorio. Cohen giró en su silla giratoria con la actitud de un jefe malévolo, pero, en lugar de lanzar cualquier comentario ofensivo, le dijo:
—¿Fuiste con tu esposa a Malibú el fin de semana?
—Eh —¿Cómo sabía? —, sí.
—Por eso no contestaste las llamadas de Mónica.
Dios, qué chismosa. Ella no tenía razón para contárselo a Cohen, pero de todas formas lo hizo.
—Le devolví las llamadas en cuanto pude. ¿Se quejó de mí?
—Como siempre —agarró su vaso de café. No dio las gracias como lo pueden ver—. ¿Tu esposa te hace feliz? —le dio un sorbo al café.
Colin se quedó callado al principio. Apostaba su desayuno a que esa pregunta tenía doble connotación, pero decidió fingir que no conocía a ese infeliz.
—Sí.
—Qué bien. Estar rodeado de llanto desconsolado y de ancianos que se despiden del primero de sus amigos en estirar la pata me dejó pensando todo un fin de semana. Realmente, nadie quiere llegar a su lecho de muerte en soledad, y, en muchos casos, es la pareja quien permanece al lado en ese último momento.
Entonces..., ¿no había sido una pregunta con doble connotación?
—Supongo. —No sabía qué decir, pero estaba casi seguro de que no necesitaba decir nada. Cohen se estaba hablando a él mismo por medio de su conversación. ¿Estaba arrepentido por todas las veces que habló mal de su esposa?
—¿Tu cumpleaños es en noviembre o diciembre?
Vaya. La muerte sí que le había sacudido la alfombra.
—Es el último día de noviembre.
—Hm, ya me parecía que por estaba ahí. ¿25?
—Sí, señor.
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El Renacer de Emma© #4
RomanceNunca se trató de curar la herida, sino de aprender a vivir con ella, de amigarse con ella. Y Emma estaba lista para intentarlo una y otra vez, hasta alcanzarlo. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2 El Novio de Emma Libro #3 Las Cenizas de Emma Libro...