39: Maldito

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Los 25 de Cole:

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Los 25 de Cole:

Parte IV

Emma le había pedido que la encontrara junto a la Benz en el aparcamiento del campus. Lo común era que caminaran hasta el restaurante que quedaba dentro del perímetro, pero tampoco le sorprendía que ahora ella quisiera ir en camioneta. Encendió un cigarrillo de camino al aparcamiento.

Emma lo vio caminar hacia ella y sintió una bola de pelos atascada en su garganta, pronto comenzaría a regurgitar palabras desesperadas. Colin saludó a la distancia con una sonrisa de comercial de pasta dental de menta o de cigarrillos de menta, de todas formas, cualquier persona compraría lo que sea que estaba ofreciendo porque su sonrisa aseguraba ser la solución a cualquier problema. Menos a su propio problema.

Antes que todo, se dieron un beso.

—Hola a mis chicas —tomó un mechón de ella y lo apretó cariñosamente en su puño cerrado.

—Hola —se esforzó en sonreír. Era una tortura que ella misma había asumido en el momento en que aceptó hablar con él por Theresa—. Eh, ¿hablaste con tus hermanas? ¿Te felicitaron? —Ella sabía perfectamente que no.

—Mm... no —dio una bocanada. El humo mentolado se esfumó entre la brisa otoñal—. Supongo que todavía están volando. ¿Vamos a comer ya? Como Cohen decidió ser un idiota conmigo y no me felicitó a propósito, claramente me echará en cara si regreso un minuto después.

—Cole.

—Joder... —sintió una fuerte taquicardia inmediata. Dio una bocanada mirando hacia otro lado. Esa manera única que tenía de pronunciar «Cole» antes de soltar una mala—. Lo que sea que me dirás, solo dilo de una vez, Emma.

Emma tomó aire por la boca. Sentía una fuerte presión en el pecho.

—Tu mamá me llamó hace un rato y me dijo que lamentablemente no podrán venir porque a ella le surgieron asuntos del trabajo a última hora.

—Pff —escupió aire—. ¿Y tú le crees?

Se quedó callada.

—Es él. —Colin se agarró del flequillo y se estiró del cabello. A su taquicardia se unió un dolor punzante en medio de su pecho—. Te diste cuenta de lo que hizo, ¿no? Dejó que pasaran las horas para prohibirles tomar el avión a último momento para joderme el día inesperadamente.

—Lo sé —tragó saliva. Sus ojos se aguaron. Estaba sintiendo demasiado—, pero, amor, este es, definitivamente, uno de esos momentos en los que debes elegir si le das poder para hacerte sentir de la manera que él quiere.

—Joder —tiró su cigarrillo al suelo, alejándose de ella con un paso atrás.

—Siento que tienes cosas buenas en las que enfocarte para que él no te afecte tanto. —Había preparado ese monólogo—. Tal vez haya hecho lo posible para tratar de arruinar tu día, pero él no sabe que ahora tienes una familia que te ama, en la que recostarte cuando las cosas duelen.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora